Publicado: septiembre 8, 2025, 4:00 am
La instalación del Tribunal de Disciplina Judicial (TDJ) marca el futuro del sistema de justicia mexicano. Por primera vez, la vigilancia sobre jueces y magistrados se traslada a un órgano autónomo, electo por voto popular, con la promesa de erradicar la impunidad judicial.
Pero tras la primera semana de operaciones, la pregunta que flota en el aire es incómoda: ¿estamos ante un verdadero cambio de paradigma?
La ceremonia de instalación fue impecable en forma: discursos solemnes, toga impuesta, respaldo de los tres poderes.
Pero el fondo aún está por definirse. ¿Cómo se organizará el Tribunal y sus comisiones? ¿Cuáles serán los criterios que desarrolle para calificar una falta como grave? ¿Cómo se blindará frente a presiones políticas, mediáticas o corporativas? ¿Qué garantías ofrece a los juzgadores para evitar que la disciplina se convierta en revancha? En fin, hay muchas dudas sobre el futuro del TDJ.
La presidenta Celia Maya afirmó que el TDJ no será una inquisición. Bernardo Bátiz prometió vigilancia sin persecución.
La legitimidad democrática del TDJ es incuestionable: sus integrantes fueron electos por voto popular. Pero la legitimidad institucional se construye con eficacia, no con votos clientelares.
Si el tribunal no logra sancionar con rigor y justicia, si no genera confianza entre los propios jueces, su papel será irrelevante.
Más aún: si el TDJ se convierte en un espacio de disputas políticas o en un tribunal espectáculo, el daño será profundo. La justicia no necesita escenografía, necesita credibilidad.
Uno de los grandes retos será incorporar a la ciudadanía en el proceso disciplinario sin caer en la demagogia. ¿Cómo se procesarán las denuncias ciudadanas?
La primera semana del Tribunal de Disciplina Judicial ha sido simbólica, pero aún no sustantiva. Se requiere un órgano sancionador, que escuche a la ciudadanía y que dialogue con los poderes, pero no se someta.
Querido lector, la reforma judicial no se mide por la creación de nuevas instituciones, sino por su capacidad de transformar la cultura jurídica. El TDJ tiene la oportunidad de hacerlo. Pero el tiempo corre, y la confianza pública no espera. Hasta la próxima.