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Totalmente aislados, sin hablar con nadie… estas son las estrictas medidas de seguridad que cumplirán los cardenales en el cónclave

Publicado: mayo 4, 2025, 11:30 pm

Muerto y enterrado el papa Francisco, llega ahora el cónclave, el proceso mediante el cual la Iglesia católica elige a su nuevo papa. El proceso, que debe realizarse entre 15 y 20 días después de la muerte del pontífice, arrancará en esta ocasión el 7 de mayo. En la Santa Sede ya están los cardenales que votarán para la elección del próximo líder de la fe católica, este año 133 de los 135 habilitados.

La sede del cónclave es la Capilla Sixtina. No es una película, es el Vaticano y sus 2.000 años de existencia. En ese escenario único, un candidato necesitará dos tercios de los votos emitidos para ser elegido nuevo papa.

Los cuerpos vaticanos de seguridad, emergencia y control trabajan ya en la cita del cónclave y lo hacen con tecnología de última generación. Las autoridades de la Iglesia católica tienen dos prioridades. Obviamente, como todos estos días desde la muerte de Francisco, preservar la integridad de los asistentes a la reunión.

Ciudad del Vaticano está fuertemente vigilada con unas 650 cámaras de vigilancia y un cuerpo de seguridad doble formado por la Gendarmería y la Guardia Suiza, fuertemente armada. Aunque nos puedan parecer otra cosa, en realidad los guardias están bien entrenados y equipados con armamento moderno.

Garantizar un estricto secretismo

Pero, además, la Santa Sede debe garantizar que el proceso de elección del nuevo pontífice se desarrolle en estricto secretismo. Los cardenales electores deben cumplir una rigurosa serie de normas dictadas por la Constitución Apostólica Dominici Gregis universes. Deben jurar públicamente guardar absoluto secreto, de modo que cualquiera que infrinja esta norma se enfrenta a la pena máxima prevista por la Iglesia católica: la excomunión.

Además de la prohibición absoluta de comunicar el resultado de las votaciones, también se castiga con la excomunión cualquier intento de influir en la campaña electoral. Incluso el simple hecho de hablar con el exterior está prohibido, para evitar presiones o manipulaciones.

Todo está reglado y definido. Los cardenales se alojan en la residencia vaticana Domus Sanctae Marthaea. Hasta los planos de este edificio son precintados para evitar que microespías y micrófonos ocultos puedan valerse de esta informnación.

Los cardenales electores, esta vez 133, son trasladados todos los días a la Capilla Sixtina a bordo de un autobús especial. Es un viaje en el que van completamente aislados.

Ya en la Sixtina, las votaciones tienen lugar en silencio, según un ceremonial antiguo y rigurosamente reglamentado. Después de cada votación, las tarjetas se queman junto con cualquier nota que se haya redactado durante las deliberaciones. No debe quedar ningún rastro y ningún dato puede salir del cónclave.

Restricción de dispositivos y bloqueadores de señal

Durante el cónclave, el estado de la ciudad del Vaticano se convierte en uno de los espacios más protegidos del planeta. También lo es desde el punto de vista electrónico, gracias al uso de los llamados dispositivos jammer que bloquean la transmisión de señales.

Nada de teléfonos móviles durante el cónclave, por supuesto. Fueron prohibidos por primera vez en 2005. Antes de que los cardenales electores entren en la Sixtina les habrán retirado sus teléfonos.

Todos los espacios que acogen al purpurado son sometidos a lo que se denomina recuperación ambiental. Este proceso supone el control en profundidad de cada lugar para excluir la presencia de bugs, dispositivos de transmisión o herramientas de interceptación de cualquier índole.

Existe acceso a Internet, pero está muy restringido no sólo en las zonas donde los cardenales negocian y votan, sino en la residencia donde se alojan. Los inhibidores de señal impedirán la comunicación entre dispositivos, convirtiendo el lugar en una fortaleza electrónica.

Si desde el interior de la Capilla Sixtina alguien intentara utilizar un móvil o un micrófono oculto, la señal se vería inmediatamente perturbada o bloqueada por completo, imposibilitando la transmisión de datos o voz. La probabilidad de que dispositivos no autorizados entren en el cónclave se reduce al mínimo mediante rigurosas inspecciones previas al evento.

El ojo indiscreto de la IA y los satélites

Que nada salga, pero que nada entre, por ejemplo, ningún ojo indiscreto. Sea el de un satélite, que pueden captar imágenes, el rostro de una persona, desde el espacio; o de una inteligencia artificial, que puede interpretar movimientos sutiles o leer los labios de un hablante, explica Wired.

Para evitar esas miradas, se cierran puertas y ventanas: no se permite el contacto con el mundo exterior. Todos las habitaciones son selladas y las ventanas se oscurecen, para lo que se aplican en ellas películas opacas. De ese modo se garantiza la privacidad de los debates cardenalicios.

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