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Todos sabían pero nadie miró: nuevo ciclo de gasto tecnológico y sus riesgos

Publicado: octubre 17, 2025, 12:00 am

En el universo del capital, hay momentos en que las advertencias no llegan en forma de titulares estridentes, sino en las cifras que se deslizan tranquilamente en los reportes trimestrales.

Al estilo de Crónica de una muerte anunciada, donde todos sabían lo que estaba por ocurrir, pero nadie actuó, el mercado tecnológico parece encaminado a un punto de tensión que, aunque evidente en los números, se diluye en la euforia colectiva.

Las grandes tecnológicas están gastando como nunca antes. Las cifras agregadas de Capex y R&D de las principales empresas del Nasdaq alcanzaron los 420,000 millones de dólares en los últimos 12 meses, un crecimiento interanual de 19% y el nivel más alto de la historia.

De ese total, cerca de 160,000 millones corresponden a inversión en infraestructura física —data centers, redes de cómputo, instalaciones eléctricas—, en su mayoría orientada a desplegar o escalar capacidades de inteligencia artificial generativa.

Este gasto masivo está concentrado en unas cuantas manos: Microsoft, Amazon, Alphabet, Meta y Apple representan 76% del Capex total, mientras que NVIDIA, Broadcom y AMD lideran el gasto en R&D dentro del sector de semiconductores, acumulando más de 40,000 millones de dolares en los últimos 12 meses.

Las razones son conocidas: mantener ventaja competitiva, absorber la explosión de demanda por cómputo acelerado, y, sobre todo, capitalizar el momentum de la inteligencia artificial antes de que se disipe.

Pero lo que hasta hace poco era interpretado como fortaleza incuestionable —la agresiva reinversión de los líderes— comienza a generar inquietud. No tanto por el monto absoluto, sino por la forma en que se sostiene: con base en expectativas de ingresos futuros que, de no cumplirse, dejarían una estructura de costos difícil de revertir.

Una parte crítica del problema es que el ecosistema de empresas está cada vez más interconectado y apalancado sobre una narrativa común. De acuerdo con estimaciones de Bloomberg, los flujos entre OpenAI —valorada en 500,000 millones de dólares— y actores clave como Microsoft (3.9 billones de dólares), NVIDIA (4.5 billones), AMD, Oracle, xAI y CoreWeave conforman una red de inversiones cruzadas que multiplica los riesgos. NVIDIA planea invertir hasta 100,000 millones en OpenAI; Oracle firmó un contrato de nube por 300,000 millones, y AMD les otorgó una opción para adquirir 160 millones de acciones, equivalente a unos 28,000 millones de dólares.

Estos compromisos implican no solo expectativas de crecimiento exponencial, sino un mutuo reforzamiento de valuaciones: OpenAI depende de la infraestructura de NVIDIA y Oracle, que a su vez apuestan a que el crecimiento de OpenAI justifique sus propios niveles de inversión. Se forma así una arquitectura circular, donde cada eslabón valida al siguiente sin un ancla evidente en resultados tangibles.

La situación recuerda, en tono más sobrio, a la película Don’t Look Up, donde los expertos advierten sobre una amenaza, pero el resto del mundo está demasiado entretenido o comprometido para reaccionar.

Aquí, la amenaza no es un asteroide, sino el riesgo de que las proyecciones de ingresos por IA no se materialicen o que los márgenes comiencen a contraerse bajo el peso de la competencia, la regulación o los costos energéticos.

Si eso ocurre, el ajuste sería sistémico: afectaría no solo a las startups que viven de narrativa, sino también a los gigantes que las financian, les proveen chips, les dan nube o las integran en sus balances contables.

El paralelismo con Ícaro no pasa desapercibido: en su ambición por alcanzar el sol, el protagonista olvida que sus alas están hechas de cera. Las tecnológicas, al construir data centers que consumen más energía que países pequeños y gastar decenas de miles de millones en capacidad futura, corren el riesgo de olvidar que los ciclos de euforia tecnológica no son eternos, y que el mercado —por eficiente que parezca— también se deja llevar por la fe.

Por ahora, los resultados siguen respaldando la narrativa: los ingresos crecen, los márgenes aún resisten y los inversionistas siguen comprando el sueño. Pero las primeras grietas ya se asoman: las sorpresas negativas en márgenes de compañías como AMD o Intel, la débil guía de algunas empresas de software empresarial y el retraso en la monetización de algunos modelos fundacionales podrían ser señales de que el vértigo comienza a superar al entusiasmo.

La historia no predice el futuro, pero ofrece advertencias. Como menciona la frase atribuida a Mark Twain, “la historia no siempre se repite, pero a veces rima.” En este caso, los personajes ya están en escena, las relaciones están trazadas y los incentivos alineados.

La pregunta no es si se avecina un colapso, sino si alguien, esta vez, decidirá mirar hacia arriba.

Las grandes tecnológicas están gastando como nunca antes. Las cifras agregadas de Capex y R&D de las principales empresas del Nasdaq alcanzaron los 420,000 millones de dólares.

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