El 27 de diciembre el telescopio ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System) en Rio Hurtado (Chile) detectó un asteroide de entre 40 y 100 metros de longitud, equivalente al tamaño de un gran edificio de hasta treinta pisos. El asteroide llamó la atención de los astrónomos cuatro días después, cuando apareció en la lista de riesgo automática Sentry de la NASA, que incluye todos los asteroides cercanos a la Tierra conocidos que tienen una probabilidad distinta de cero de impactar con nuestro planeta en el futuro. Según las primeras estimaciones, la roca, designada como 2024 YR4, tiene un 1,3% de probabilidades (una entre 83) de colisionar contra nosotros el 22 de diciembre de 2032. Son pocas pero suficientes para ser seguida con atención. Esto es todo lo que los astrónomos saben actualmente sobre el asteroide: En estos momentos 2024 YR4 viaja a unos 47 millones de km de distancia y su órbita alargada (excéntrica) alrededor del Sol le lleva a alejarse de nosotros prácticamente en línea recta, pero en el próximo medio siglo nos pasará ‘rozando’ en siete ocasiones. La próxima será a finales de 2028, cuando volará a unos 8 millones de km de la Tierra. La que tiene más probabilidad de colisión es la séptima. La roca tiene una calificación de 3 en la Escala de Turín, un método que clasifica el daño potencial que puede causar el impacto de cometas y asteroides cercanos a la Tierra (los denominados NEOs). El nivel 3 se refiere a «un encuentro cercano, que merece la atención de los astrónomos» y que es capaz de provocar una «destrucción localizada». Los científicos le han dado esta posición en la escala valorando su tamaño y trayectoria, pero podría cambiar. Como recuerda la Agencia Espacial Europea (ESA), la probabilidad de impacto de un asteroide suele aumentar al principio, antes de caer rápidamente a cero después de observaciones adicionales. José María Madiedo, del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), explica que el asteroide no puede ser considerado potencialmente peligroso debido a la distancia a la que se encuentra y que no alcanza los 140 metros de longitud. En este momento, los cálculos indican que el asteroide pasará a unos 106.200 km de la Tierra, pero las incertidumbres sobre su órbita exacta dejan abierta la posibilidad de una colisión directa con nuestro planeta. Aunque es pronto para determinar exactamente en qué parte de la Tierra se produciría el impacto, los científicos creen que ocurriría en cualquier punto de un corredor que atraviesa el norte de Sudamérica, el Océano Atlántico, África ecuatorial y el sur de la India y China. Nuevas observaciones podrían cambiar totalmente las estimaciones. El asteroide no es lo suficientemente grande como para desencadenar una catástrofe global, pero sí tiene la capacidad de devastar por completo una gran ciudad. Su explosión en el aire liberaría una energía equivalente a unos 8 megatones (8 millones de toneladas de dinamita), más de 500 veces la de la bomba atómica de Hiroshima. «El asteroide que explotó sobre Chelyabinsk (Rusia, febrero de 2013) tenía 20 metros de diámetro y causó más de mil heridos y numerosos daños en infraestructuras porque sobrevoló una zona habitada», dice Madiedo. El que acabó con los dinosaurios hace 66.000 años medía unos 10 km de longitud. Desde principios de enero, astrónomos de la NASA y la ESA han estado realizando observaciones de seguimiento prioritarias utilizando telescopios en todo el mundo para mejorar nuestra comprensión del tamaño y la trayectoria del asteroide. La roca cumple con todos los criterios necesarios para activar los dos grupos de reacción ante asteroides aprobados por la ONU: la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y el Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG). La IAWN, presidida por la NASA, es responsable de coordinar el grupo internacional de organizaciones que participan en el seguimiento y caracterización de asteroides. Si fuera necesario, la IAWN elaboraría una estrategia para ayudar a los gobiernos del mundo a analizar las consecuencias del impacto de asteroides y a planificar las respuestas de mitigación necesarias. El SMPAG, presidido por la ESA, es responsable de facilitar el intercambio internacional de información, desarrollar misiones colaborativas y realizar actividades de planificación para la mitigación de amenazas de objetos cercanos a la Tierra. El grupo se reunirá en Viena la semana próxima para determinar los pasos a seguir. Si la probabilidad de impacto del asteroide se mantiene por encima del umbral del 1%, el SMPAG proporcionará recomendaciones a la ONU y podrá empezar a evaluar las distintas opciones para una respuesta que implicaría el uso de naves espaciales. De momento, explica Madiedo, «la única estrategia probada y que se sabe que funciona para evitar el impacto de un asteroide es desviarlo, como hizo la misión Dart de la NASA (en septiembre de 2022 contra el asteroide Dimorphos a 11 millones de kilómetros de la Tierra). A varios años vista, con datos más precisos y si el asteroide pasa a considerarse potencialmente peligroso, «daría tiempo a organizar una misión espacial y enviarla». Un asteroide de este tamaño choca contra nuestro planeta cada unos pocos miles de años como promedio, según la ESA. Según el Departamento de Defensa Planetaria de la NASA, actualmente no hay ningún otro asteroide conocido con una probabilidad de impacto superior al 1%. Se trata de uno de los mayores riesgos de impacto jamás observados para un objeto de este tamaño.