No una, sino dos misiones lunares a la vez. A las 7:11 de la mañana de ayer (hora española), un lanzador Falcon 9, de la empresa SpaceX, despegó con éxito desde el Complejo de Lanzamiento 39A (LC-39A) en el Centro Espacial Kennedy, en Florida, la misma plataforma desde la que la tripulación del Apolo XI partió hacia la Luna en julio de 1969 y que el magnate Elon Musk tiene alquilada desde 2014. A bordo, esta vez, dos naves espaciales privadas, una norteamericana y otra japonesa, que aterrizarán en nuestro satélite por separado, dentro de 45 días la primera y unos cuatro meses la segunda. Se trata de ‘Blue Ghost’ que es el primer intento de alunizaje de la empresa estadounidense Firefly Aerospace, y del segundo módulo de aterrizaje lunar Hakuto-R (tras el fracaso del primero en 2023), de la japonesa ispace, llamado ‘Resilience’. Después de poco más de una hora de vuelo, Blue Ghost se separó de la etapa superior del Falcon, que lo colocó en una órbita altamente elíptica alrededor de la Tierra. Media hora después, también Resilience hizo lo mismo. A partir de ahí, las trayectorias (y los destinos) de los dos módulos de aterrizaje se separaron para siempre. Blue Ghost orbitará la Tierra durante 25 días, después de lo que encenderá sus motores e iniciará un viaje de cuatro días a la Luna, a la que orbitará durante 16 días más. Después, descenderá y aterrizará de forma autónoma en una llanura llamada Mare Crisium, justo al norte del Mar de la Tranquilidad (donde aterrizó el Apolo 11 en 1969), para descargar diverso material científico. Resilience, por su parte, tomará una ruta más larga y tortuosa, en un viaje que pasará por la Luna dentro de un mes, se adentrará en el espacio profundo y regresará finalmente a nuestro satélite, para aterrizar en él entre cuatro y cinco meses después de haber salido de la Tierra. Una ruta más larga y lenta, pero que ahorra combustible al seguir una trayectoria de baja energía. El alunizaje está previsto en una llanura llamada Mare Frigoris. Si las misiones tienen éxito, se convertirán en la segunda y tercera naves espaciales privadas que consiguen aterrizar en la Luna. La primera fue el módulo de aterrizaje Odysseus de Intuitive Machines, que lo consiguió el año pasado. Blue ghost, que debe su nombre a una rara especie de luciérnaga del sureste de los Estados Unidos y pesa 150 kg, es la primera misión de la empresa Firefly, con sede en Texas, dentro del programa Servicios Comerciales de Carga Útil Lunar (CLPS) de la NASA, con el que la agencia espacial contrata servicios privados de transporte capaces de enviar pequeños aterrizadores, vehículos de exploración e instrumentos científicos a la Luna. En concreto, la nave norteamericana llevará 10 cargas útiles, tanto privadas como públicas, incluida una computadora resistente a la radiación, un taladro capaz de medir cómo fluye el calor a través de la superficie de la luna y un receptor de satélite que intentará establecer un vínculo permanente con La red GPS de la Tierra. Resilience, por su parte, es el segundo intento de la empresa nipona ispace de aterrizar en la Luna tras el fracaso en 2023 de su nave Hakuto-R, que significa ‘conejo blanco’ y que se estrelló contra la superficie del satélite. La compañía japonesa afirma que desde entonces ha actualizado el hardware y el software de Resilience para evitar los errores que provocaron aquel fallo. En total, llevará seis cargas útiles a la superficie lunar, incluido un experimento para producir alimentos en la Luna utilizando microalgas y un ‘mini rover’ que recorrerá, analizará y fotografiará la zona de aterrizaje. Blue Ghost y Resilience son las primeras de alrededor de una docena de naves espaciales con destino a la Luna impulsadas por el programa CLPS de la NASA, muchas de las cuales están especialmente diseñadas para probar la tecnología necesaria para una futura presencia humana permanente. Un paso más, por lo tanto, en la conquista del que ya se considera como ‘el octavo continente’ de la Tierra.