Publicado: noviembre 15, 2025, 2:00 pm
Hoy en día, en el mundo de la hiperconectividad, las prisas, el estrés, la ansiedad, y las ‘vidas perfectas’, la búsqueda constante del bienestar con mil y una ofertas para relajarnos nos llevan a pensar que la calma es el objetivo, ese estado al que tenemos que aspirar y quedarnos allí. Sin embargo, puede que la calma no sea ese lugar que nos han contado.
Aunque esta afirmación suene algo extraña, la coach Sonia Díaz Rois nos lo explica perfectamente para que entendamos que «la calma no es un estado permanente; no es un sitio donde vivir, sino ese sitio al que volver«. Esto significa que la calma que todos ansiamos no es un destino fijo, por lo que «no se trata de estar siempre en calma, porque es imposible, sino de saber qué hacer cuando no lo estás».
«La calma no es un estado permanente… ¿qué hacer cuando desaparece?
En palabras de la mentora y coach especializada en gestión del enfado, «hoy en día hablamos de la calma como si fuera un destino fijo: un lugar donde, si te lo propones mucho, vivirás sin sobresaltos, sin tensión y sin una sola gota de ruido mental. La calma se ha convertido casi en un ideal estético: velas, respiraciones profundas y un mundo zen. La calma está sobrevalorada. O mejor dicho: está mal entendida».
Con la vida moderna llena de notificaciones, prisas y exigencias, parece que estar tranquilo es casi un superpoder. «La vida real es ese día en que te levantas con buena intención y, a la hora de comer, ya has perdido la cuenta del número de veces que te has dicho «respira, por favor. Y claro, cuando no lo conseguimos (que suele ser bastante a menudo), sentimos que hay algo que estamos haciendo mal. Pero no es así», explica Rois.
A las anteriores reflexiones, la experta añade que «no podemos exigirnos estar serenos todo el tiempo. La vida tiene movimiento, y las emociones también. El bienestar no va de vivir sin turbulencias, sino de saber cómo acompañarte cuando llegan».
¿Qué es la calma, y porqué nos cuesta tanto conseguirla?
La calma «no es una mente en blanco ni un cuerpo sin tensión. Es algo más sencillo y a la vez más realista: calma es tener espacio interno para elegir cómo responder. El problema es que ese espacio, en las circunstancias actuales, se reduce sin que nos demos cuenta».
Pantallas, multitarea, prisas, avisos, agendas imposibles, interrupciones constantes, la búsqueda obsesiva de una perfección que no existe… El cuerpo va más rápido que la mente y no damos tiempo a digerir lo que sentimos. «Y esto sucede, no porque no sepamos estar tranquilos, sino porque no nos damos ni un segundo para respirar entre una cosa y otra. Esa es la razón por la que saltamos antes. Por eso nos frustramos más rápido, y por eso un comentario inocente se percibe como un ataque.
«La clave está en escucharte sin juzgarte»
Sonia Díaz tiene claro que la calma, ahora, «es más un hábito que un estado: se entrena, se pierde, se recupera… y se vuelve a empezar». Pero, en este contexto, ¿qué podemos hacer los días en los que no estamos bien? «La idea es muy clara y sencilla: escucharte sin juzgarte. Y esto que propongo no significa en ningún caso recrearnos en lo que nos está pasando, sino reconocer la emoción antes de que coja el mando«.
Hay días que empiezan torcidos desde el minuto uno, nos pasa a todos. «Pero en lugar de admitirlo, solemos apretar los dientes y tirar para adelante. Y eso, en vez de ser positivo, solo aumenta la tensión. No pasa nada por admitir que hoy no es tu día, esa frase baja la exigencia y te coloca en un punto mucho más habitable».
Consejos prácticos para saber cómo actuar cuando no estamos en calma
Reconocer cómo estás, sin disfrazarlo, «libera una gran cantidad de energía, quita presión y evita malentendidos. Aunque decir ‘hoy no estoy fino’ pareciera lo contrario, es el primer paso del autocuidado«. Otro consejo importante de la coach es pararnos y pensar antes de responder: «Un simple ‘necesito un momento y seguimos’ cambia por completo el tono de una conversación», dice.
Otra táctica que funciona según Rois es «preguntarnos qué necesitamos ahora mismo, no dentro de 3 horas, sino ¡ahora! Descubrirás que unas veces necesitas silencio, otras hablar, otras mover el cuerpo… porque el cuerpo suele tener más claro que nosotros por dónde empezar. Pero digo más: a veces no necesitas respirar ni resolver nada concreto, sino una siesta, una ducha o un bocata».
Para finalizar con sus consejos, recomienda «hablar claro, pero desde ti mismo. No hace falta montar un discurso. Más bien me refiero a algo como: ‘Estoy enfadada y necesito un poco de espacio para recolocarme’. No acusa, no exige. Solo informa. Debe quedarte muy claro que no estás fallando por no estar bien, en absoluto, estás siendo humano. Recuerda que ser humano es infinitamente más real que intentar aparentar serenidad constante».
«Si el enfado pudiera hablar diría: no quiero que me calmes, quiero que me escuches»
Tendemos a cometer un error que se repite una y otra vez en la sociedad, y es considerar que el bienestar emocional es lo mismo que estar bien siempre. Error. «Lejos del típico consejo de “respira y cuenta hasta diez”, Sonia propone una alternativa más realista: escuchar al enfado antes de intentar calmarlo», explica Rois.
Y añade: «Si el enfado pudiera hablar, diría: no quiero que me calmes, quiero que me escuches y me entiendas. Ten por seguro que, cuando lo escuchas, ya no necesita gritar«. Este es uno de los conceptos que trabaja especialmente la coach en su libro ‘Y si me enfado, ¿qué?’.
Con un estilo claro, cálido y con un punto de humor, Sonia Díaz Rois acompaña a personas que sienten que discuten más de lo que les gustaría, que se arrepienten después de sus reacciones o que viven con demasiada tensión, lejos de la calma pero con ansia por conseguirla. El proceso Gestiona Tu Ira de la coach combina autoconocimiento, regulación emocional y comunicación consciente. Y es que ella misma vivió en primera persona el desgaste emocional de la ira mal gestionada.
