Ni una, ni dos, ni tres, sino cuatro veces tuvo que fracasar en su empeño vital, presidir Japón, antes de lograrlo por sorpresa a la quinta y última cuando todo parecía perdido. Por eso, Shigeru Ishiba sabe que la diferencia entre una victoria y una derrota solo es cuestión de perspectiva. Una noción que hoy recobra vigencia ante el resultado de las elecciones generales , que dejan una fragmentación inusitada en Japón y una gobernabilidad sumida en la incertidumbre, aunque con el primer ministro todavía al frente. Tres hombres bosquejan el retrato ideológico de Ishiba. El primero de ellos es Kakui Tanaka , su mentor y primer ministro de 1972 a 1974. Este le transmitió una concepción cercana de la política. «El número de votos obtenidos no es más que el número de manos estrechadas», recuerda Ishiba, haciendo referencia a cómo durante su primera campaña en 1986 visitaba 200 domicilios al día hasta un total de 54.000, cifra casi idéntica a las 56.000 papeletas con su nombre. El segundo hombre definió su carrera por oposición: Shinzo Abe . Ishiba fue némesis irreconciliable del difunto estadista cuyo legado ha marcado la historia contemporánea de Japón , a quien consideraba un derechista reaccionario. Este desbarató sus más prometedores intentos de liderar el partido, en particular la ajustada votación interna de 2012. «La oposición japonesa ha hecho menos énfasis en el deseo de llegar al poder que en la virtud de sus propuestas. No son políticas, son principios. Ishiba también es así», explica Kazuto Suzuki, profesor de Polítics en la Universidad de Tokio y director del Instituto de Geoeconomía. «Lleva muchos años siendo independiente, y eso es complicado, porque debes diferenciarte. Ishiba actuaba como un partido de oposición dentro del PLD». Su popularidad responde a esa representación de una alternativa, ilusión que la realidad ya ha juzgado con dureza. Dicho idealismo complica el etiquetado de sus posiciones, pues no encajan en la dialéctica entre liberales y conservadores. Un tercer hombre facilita la interpretación: Tanzan Ishibashi , primer ministro entre 1956 y 1957. En su reciente biografía, Ishiba se definía como un «conservador liberal» al estilo de Ishibashi. Su pensamiento recupera la doctrina del ‘Pequeño Japón’ acuñada por Ishibashi, una visión del país como un lugar particular, independiente, con fronteras firmes pero sin ambiciones imperialistas, centrado en una diplomacia constructiva. Ishiba considera que este planteamiento podría gestionar las relaciones con Estados Unidos y China; garante de su seguridad uno, amenazante rival otro. Pero son muchas las voces que albergan pocas esperanzas al respecto. «No va a ser un primer ministro exitoso», augura Suzuki. «No solo por su débil apoyo en el partido, sino por ser una persona de creencias firmes, de principios; eso no caracteriza a un buen primer ministro, que debe ser flexible, entender la situación y tomar decisiones prácticas». La principal amenaza aguarda, una vez más, LPD adentro. En particular en Sanae Takaichi, su rival en la primarias y discípula de Abe. «Ishiba tendrá un mandato corto. El próximo verano hay elecciones a la Cámara de Consejeros, lo echarán en primavera», augura Suzuki. Para ello, el PLD puede convocar unas primarias de emergencia que, a diferencia de las ordinarias, solo tienen en cuenta el voto de los parlamentarios y no de las bases. «Ishiba no ganará este voto, pero Takaichi tampoco», sugiere el académico, que señala a Shinjiro Koizumi o Yoshimasa Hayashi como favoritos. Ishiba, de momento, resiste. Si perdió para ganar o ganó para perder, solo el tiempo lo dirá.