La media en el cambio de gafas en nuestro país, según el Colegio Nacional de Ópticos Optometristas, es de cinco años. Y no, no cambiamos las gafas porque notemos que se han estropeado; lo hacemos por moda, por una cuestión meramente estética, cuando en realidad las lentes sí se deterioran con el paso del tiempo y el uso que les demos.
Los expertos alertan que no hay que esperar a ver nuestras gafas con ralladuras, o pequeñas roturas para plantearnos la renovación: la salud ocular debe ser una prioridad, y darle a las gafas más vida de la razonable puede afectar a nuestra vista de manera evidente y evitable. Además del deterioro de los cristales, la graduación suele ir cambiando, por lo que la visita al oftalmólogo se hace necesaria cada año.
Si no ves bien o tus gafas tienen algún defecto, debes cambiarlas
Las revisiones anuales con el especialista se hacen necesarias porque en numerosas ocasiones nuestras lentes tienen defectos (por el deterioro) que no detectamos. No deberíamos esperar a que los cristales muestren signos evidentes de deterioro, porque quizá en ese momento ya llevemos mucho tiempo maltratando nuestra vista.
Aunque en la actualidad las gafas se hayan convertido en un objeto de moda, los oftalmólogos insisten en que su verdadera función es mejorar nuestra calidad visual, compensando correctamente los defectos refractados que podamos tener, tales como miopía, hipermetropía, astigmatismo o presbicia.
En el caso de que notemos visión borrosa, dolor de cabeza injustificado, necesitemos parpadear de forma insistente, la vista se canse en exceso o sintamos cualquier tipo de molestia ocular, debemos acudir al especialista porque es posible que nuestras lentes hayan llegado al final de su vida útil. Afortunadamente, las lentes ya no son un objeto de lujo, y existe una amplia oferta en el mercado apta para todos los bolsillos.
No sólo las gafas graduadas tienen caducidad, también las de sol
Además de mantener bajo control los cristales de nuestras gafas ‘de ver’, deberíamos tener en cuenta que las gafas de sol también tienen su vida sutil limitada. Esto sucede porque el factor de protección solar ultravioleta de nuestras lentes pierde su efecto con el transcurso de los años. Y es que la luz del sol emite diferentes tipos de radiaciones, que afectan tanto al cristalino como a la mácula.
En las gafas de sol existen diferentes niveles de protección solar, y que sean más oscuras no significa que nos vayan a proteger más ni mejor. El margen va desde cero hasta cuatro, y la elección va a depender del uso que vayamos a darle, del lugar en el que vivamos, etc.
Por lo tanto, la caducidad de nuestras gafas, tanto de sol como graduadas, va a depender del uso real que las demos, de la calidad de la gafa, de cómo las cuidemos para evitar desperfectos en la capa más superficial del cristal (que es la que ‘trata’ nuestra vista y la que se va gastando)…
En general, los expertos recomiendan una vida útil de tres años, aunque también aconsejan que en cada revisión anual con nuestro oftalmólogo llevemos las gafas para que puedan evaluar su estado real, y decidir si es necesario cambiar sus cristales o no.