Roberto Antón, psicólogo: "Muchos adolescentes dejan de confiar en sus padres cuando sienten que cada conversación es un juicio" - Venezuela
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Roberto Antón, psicólogo: «Muchos adolescentes dejan de confiar en sus padres cuando sienten que cada conversación es un juicio»

Publicado: diciembre 15, 2025, 2:00 am

A menudo, los padres nos quejamos de que nos falta comunicación con nuestros hijos, que no nos hacen partícipes de sus problemas para intentar solucionarlos juntos, y que no sabemos nada o casi nada de su vida ni sus amistades. Aunque no existe una fórmula mágica para que confíen en nosotros, lo que está claro según los expertos es que la confianza no aparece por arte de magia, sino que se va construyendo en los aspectos cotidianos.

Para profundizar en este tema tan importante, entrevistamos al psicólogo Roberto Antón, presidente de la Asociación de Terapia Familiar y Mediación de Galicia, además de profesor universitario con más de 20 años de experiencia. Para abrir boca, el experto comparte algo clave: «El objetivo no es que nos lo cuenten todo, sino que, cuando algo les preocupe de verdad, sientan que pueden acudir a nosotros». ¿Como lo conseguimos?

«Si abusamos de las críticas y los reproches, dejarán de contarnos sus cosas»

Cuando son pequeños, madres y padres deciden casi todo lo relacionado con la vida de los niños: dónde van, cómo se divierten, con quién están, dónde estudian… Con la llegada de la adolescencia, lo natural es que vayan tomando más decisiones sobre su propia vida, y es ahí donde la tarea cambia: «pasamos de decidir por ellos a estar disponibles, de manera que puedan equivocarse, aprender, y al mismo tiempo sientan que tienen un lugar seguro al que regresar si lo necesitan. Nosotros nos mantenemos en un discreto segundo plano», dice Antón.

Y es que muchos adolescentes dejan de hablar «cuando sienten que cada conversación deriva en un examen, en un juicio: las notas, el desorden de la habitación, las horas de pantalla, los amigos que no nos gustan… Si casi todo lo que comentamos con ellos tiene que ver con críticas o reproches, es previsible que se refugien en su habitación o en el móvil, y que cada vez nos cuenten menos cosas».

En este sentido, una buena estrategia es «dedicar algún momento para hablar de sus temas: música, videojuegos, redes, deporte, aquello que les interesa de verdad, aunque a nosotros no nos entusiasme. Hacer preguntas abiertas (‘¿qué es lo que más te gusta de…?’, ‘qué opinas de …?’) y escuchar sin interrumpir es una manera sencilla de transmitirles que su mundo nos importa».

«Debemos respetar su intimidad, para que nos compartan lo importante»

Cuando los padres estamos preocupados, tendemos a interrogar: ¿con quién has estado?, ¿dónde?, ¿por qué no me avisaste? «Desde nuestra posición tiene sentido; desde la suya, suena a vigilancia y desconfianza. En lugar de un ‘interrogatorio policial’, ayuda más una curiosidad calmada: interesarnos por cómo ven ellos las cosas, qué han sentido, qué les ha resultado difícil».

Preguntar menos ‘¿por qué has hecho esto?’… y más ‘¿qué pasó?’ o ‘¿qué necesitabas en ese momento?’. «Eso abre la puerta a que hablen de lo que les ocurre por dentro, no solo de lo que han hecho por fuera. Debemos tener en cuenta que confiar no es contarlo todo, ni para ellos ni para nosotros. Todos necesitamos un espacio propio. Si un adolescente siente que sus mensajes, su diario o sus redes son revisados sin permiso, interpretará que no se confía en él, y tenderá a esconder más cosas».

Y el psicólogo añade: «El equilibrio pasa por dejarles una parcela íntima y, al mismo tiempo, explicar con claridad en qué situaciones sí vamos a intervenir (por ejemplo, si intuimos que hay riesgo para su seguridad o la de otras personas). La estrategia implícita sería: cuanto más respetamos su intimidad, más probable es que nos cuenten lo que les preocupa de verdad».

«Los sermones sólo harán que no vuelvan a confiar, que se lo callen»

La mayoría de los adolescentes prueban a contar algo y observan cómo reaccionamos a lo que ellos nos dicen. «Si respondemos con una monumental bronca, un excesivo dramatismo o largos sermones, es probable que la siguiente vez se lo callen».

No se trata de estar de acuerdo con todo lo que nos dicen (de hecho no suele pasar nunca), «sino de modular la primera reacción: escuchar con atención, tratar de ponernos en su situación, pedir que nos cuenten un poco más y, solo después, compartir nuestro punto de vista», sugiere Antón. A veces ayuda avisar sobre lo que estamos sintiendo: «Lo que me cuentas no me deja tranquilo, pero te agradezco que me lo digas. Vamos a pensar juntos qué podemos hacer para solucionarlo».

«Los padres debemos estar disponibles, sin invadir»

Roberto Antón concluye que «cuando los hijos sienten que en casa se les escucha con respeto, que pueden equivocarse sin ser humillados y que sus padres están disponibles sin invadir, aumenta la probabilidad de que acudan a ellos en momentos clave: una ruptura afectiva dolorosa, un conflicto con amigos, un problema con sustancias, dudas sobre su identidad o su futuro».

En resumen, no se trata de conseguir que nos lo cuenten todo, sino de construir una relación en la que, cuando haya algo realmente importante, sepan que pueden tocar a nuestra puerta y que, al abrir, encontrarán más comprensión que juicio. Esa es la mejor base para la confianza y para poder ayudarles cuando realmente lo necesitan y no pueden gestionarlo solos.

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