Publicado: agosto 16, 2025, 11:00 am

El biólogo venezolano Carlos Alvarado, de 34 años, tiene una mano en el cuello del joven cocodrilo y otra en su cola. Con la ayuda de cinta adhesiva y calibradores, lo está midiendo, rastreando su crecimiento unos días antes de que sea liberado en la naturaleza.
Por Gaby Oraa y Efraín Otero | Reuters
La historia de Alvarado, y la del cocodrilo del Orinoco que está cuidando, es una historia de esperanza y persistencia frente a probabilidades abrumadoras.
Menos de 100 cocodrilos del Orinoco, uno de los reptiles vivos más grandes del mundo, permanecen en estado salvaje, según la fundación conservacionista venezolana FUDECI. El hábitat natural del animal se encuentra en la cuenca del río Orinoco, que cubre la mayor parte de Venezuela y se derrama en Colombia.
Durante décadas, los hombres y mujeres del Grupo de Especialistas en Cocodrilos de Venezuela han estado criando en cautiverio a crías de la especie en peligro crítico de extinción en una carrera contra el tiempo para evitar su extinción.
Pero dicen que están perdiendo esa carrera. Décadas de caza furtiva por cuero llevaron al cocodrilo del Orinoco al borde del abismo, y ahora los venezolanos que cazan a los animales para obtener carne y toman sus huevos para alimentarse amenazan con asestar el golpe final. Los miembros del Grupo de Especialistas en Cocodrilos no se están volviendo más jóvenes, y la próxima generación de biólogos ha huido en su mayoría de la agitación en Venezuela en busca de trabajos en otros lugares.
Alvarado se queda solo para tomar el testigo. Es, dice, «una gran responsabilidad». Tiene un sentido de misión. Está tratando de persuadir a los estudiantes universitarios para que participen en el esfuerzo de conservación.
Lea más en Reuters