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En la mañanera del miércoles 26, ante la pregunta de un “reportero” o palero, la presidenta Claudia Sheinbaum dejó claro lo que ha sido evidente en los últimos 6 años: la 4a transformación es solo un regreso al pasado. ¿Cómo pueden hablar de la 4a transformación de la vida nacional, cuando más que una transformación, es un regreso al pasado estatista? Más que una transformación, debería más bien llamarse la primera regresión.
Es importante entender que para ella la 4a transformación es regresar al pasado de un estado que centraliza el poder y en donde todas las decisiones dependen de la voluntad de la presidenta y del gobierno. Para ella, el pasado al que hay que regresar para tener un mejor futuro es volver al estatismo, un estado fuerte que decide todo y que le concede al sector privado el derecho a invertir y participar.
El neoliberalismo se fue al extremo que casi acabó con el estado, pero el populismo de López Obrador y Claudia Sheinbaum se está yendo al extremo de centralizar todo el poder y las decisiones en la presidencia.
Debo confesar que yo creo en un estado fuerte, pero en un estado que hace lo que el sector privado no puede hacer. Nada tiene que hacer el estado regresando a manejar aeropuertos, trenes, líneas aéreas o carreteras y menos dejándolo en manos del ejército y la marina, en donde la corrupción está permitida si les llega a los generales.
Claudia no entiende que un estado cerrado y autoritario se vuelve ineficiente y corrupto, y no entiende que si no hay contrapesos y vigilancia, se va a dar la ineficiencia y la corrupción en Pemex, CFE, aeropuertos, Infonavit y Mexicana. Cuando no importa si ganas o pierdes, lo más seguro es que pierdas por la ineficiencia y la corrupción.
No hay duda de que los 36 años de liberalismo fueron pésimos para la mayoría de los mexicanos: el salario se fue al suelo, la economía no creció y los ricos se hicieron más ricos. La fobia que tenían los neoliberales de la Secretaría de Hacienda hacia el estado los hizo regalar las empresas públicas, con grandes negocios y corrupción; abaratar el salario con el pretexto de atraer inversiones; y crear un país ideal para los ricos. Pero no hay que olvidar que el estatismo entró en crisis en el mundo y en nuestro país a finales de los 70s, por lo que regresar al pasado no es una buena apuesta para el futuro.
El análisis de Claudia Sheinbaum es muy básico: como no funcionó el liberalismo, hay que regresar al pasado, al estatismo. La verdad, la creí más inteligente y más sofisticada, pero su pensamiento se quedó en el 68.
El pensamiento de López Obrador y de Claudia Sheinbaum no es de izquierda, es un estatismo populista trasnochado. Si queremos ir hacia un mejor futuro, debemos acercarnos a la socialdemocracia, en donde el estado garantiza el derecho a la educación, la salud y la infraestructura necesaria para tener una calidad de vida, y no anda jugando a construir trenecitos. Con los 140,000 millones de pesos para el tren a Pachuca y Querétaro, se podría impulsar realmente la educación, garantizar la salud y la infraestructura para garantizar agua, pavimento, iluminación y carreteras a toda la población.
Yo no creo que López Obrador siga interviniendo en el gobierno, lo que pasa es que Claudia Sheinbaum es, a lo mejor, una mejor copia de López Obrador, pero sigue siendo una copia. El neoliberalismo fue pésimo para la mayoría de la gente, pero también lo fue el estatismo. Es una falta de visión pensar que el futuro está en volver al pasado.
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