Publicado: septiembre 18, 2025, 10:30 pm
Todavía estaban juntos y, además, eran una de las parejas del momento. Se llegó a hablar de futura boda e incluso de un posible embarazo. En las canciones de cada uno de ellos se buscaban referencias escondidas o no tan sutiles a su relación. Del amor y la pasión entre Rosalía y Rauw Alejandro corrieron ríos y ríos de tinta entre la prensa del corazón. Pero de aquellos años en que estuvieron juntos solo quedan algunos temas en sus respectivas discografías, una sana amistad, los recuerdos de sus fans… Y Mas Morera.
Cuando estaba saliendo con la artista de Sant Esteve Sesrovires, el puertorriqueño se enamoró de Cataluña. Y decidió comprarse allí una vivienda para así estar más cerca de la autora de éxitos como Malamente, Motomami o Despechá. La elegida fue una espectacular mansión en pleno corazón de la comarca del Bages, en Manresa. Una que, desde que rompieron, está intentando vender. Y a pesar de que, a priori, su precio es asequible y muy llamativo para potenciales compradores, ha pasado algo más de año y medio y no ha obtenido siquiera una oferta formal.
Desde Vanitatis, de hecho, se han puesto en contacto con fuentes implicadas de manera directa en su venta y no dejan lugar a dudas: «Es muy difícil vender una casa tan grande, casi imposible que alguien la compre». Y la razón, desde el portal Idealista, es clave: «La mansión está catalogado como Bien Cultural de Interés Local, lo que supone su protección integral por el Ayuntamiento de Manresa».
Es decir, que poco importa que la mansión esté situada a pocos minutos de Manresa en coche —a cinco kilómetros de su centro y a unos 65 kilómetros de Barcelona—, que tenga unas vistas inmejorables del Macizo del Montserrat o que se respire una total tranquilidad, dado que ofrece una enorme privacidad al estar rodeada de frutales y olivos en plena naturaleza de la campiña catalana.
«Se trata de más de 3.000 metros cuadrados [en concreto, 3.125 metros cuadrados construidos] en una edificación que necesita una reforma profunda que, además, depende de Patrimonio, por lo que hay zonas que no pueden tocarse. Con todo esto es muy difícil que encuentre comprador, y somos conscientes de que puede tardar mucho tiempo», le han explicado al citado medio.
Asimismo, también han confirmado que han tenido visitas de personas interesadas en la compra, pero las dimensiones de la vivienda y las más que probables futuras complicaciones burocráticas y legales acaban echando por tierra cualquier opción, a pesar de que su precio actual, 2,2 millones de euros, debería hacer que inversores o clientes internacionales se lo estuviesen rifando.
«No es lo mismo adquirir una casa moderna y lista para entrar a vivir que un edificio histórico donde cualquier modificación debe pasar por Patrimonio», han puntualizado, añadiendo la enorme incertidumbre que se vive sobre la construcción, dado que a medida que pasan los meses y, quién sabe, los años, el precio del mantenimiento y la renovación de la propiedad se va haciendo mayor y más dificultosa y cara. No se puede descartar, empero, que en algún momento el propio consistorio de la ciudad o la comunidad autónoma decidan apropiarse de ello para darle un uso didáctico y cultural.
Un impresionante palacio modernista
Y es que Mas Morera es una masía prácticamente única en el patrimonio arquitectónico catalán. Fue construida en 1905, obra del arquitecto Ignasi Oms i Ponsa. Aunque en su día había sido parte del convento de Sant Domènec, se transformó en residencia privada de la mano del empresario de la industria textil Josep Portabella i Cots. Años más tarde, la propiedad llegaría a pertenecer a la familia Torra, muy conocidos en la zona por su oficio zapatero —y con lazos que les unen a otra conocida familia catalana, Tous—.
Y es cierto que después de todo ese tiempo, Mas Morera necesita de una rehabilitación, si bien sigue conservando los mosaicos, escaleras, mármoles, bóvedas, ventanas y detalles de la etapa modernista en la que tanto destacó su autor. A lo que hay que sumar el terreno: 30 hectáreas con 2.624 metros cuadrados de vivienda principal —divididos en tres plantas—, una decena de habitaciones, piscina y, por supuesto, amplísimos jardines en los que, además de la casa principal, hay otras cuatro viviendas completas más, así como una zona de cuadras.
Centrándonos en la vivienda como tal, todo comienza en una elegante escalinata que lleva a la entrada principal, en las que destacan las vidrieras curvadas tan características de su movimiento artístico. En la primera planta ya se encuentran las diferentes estancias más conocidas, como la cocina, dos amplios salones de 120 y 90 metros cuadrados con chimenea, dos baños, uno de ellos con jacuzzi, bodega propia, varias terrazas con grandes ventanales que sirven de mirador y, de las susodichas diez habitaciones, hasta ocho son suites, algunas de ellas con camas con dosel dorado o molduras ornamentadas en techo y paredes.
Una auténtica vida palaciega que todavía está buscando su próximo dueño.