¿Quién tiene más poder sobre los niños, los padres o el Estado? Las tres razones jurídicas para quitar los hijos a la 'familia del bosque' - Venezuela
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¿Quién tiene más poder sobre los niños, los padres o el Estado? Las tres razones jurídicas para quitar los hijos a la 'familia del bosque'

Publicado: noviembre 27, 2025, 3:30 am

Muchos hemos fantaseado en alguna ocasión con vivir en una cabaña en un bosque. Plantar unos paneles solares, cultivar la propia comida y cumplir el deseo de paz y autosuficiencia. Hay una familia en Italia que lo había conseguido. Vivían en una casa de piedra entre las montañas de Chieti, en Abbruzzo. Pero la justicia les ha quitado a sus hijos. Puede que la realidad no fuese como en los sueños. El caso más mediático del momento en Italia ha dividido al país entre tintes éticos y políticos. ¿Tenemos el derecho y la libertad para vivir como queramos? ¿Pueden quitarnos a nuestros hijos por esto?

Nathan y Catherine quisieron alejarse del mundo. Compraron un terreno y eligieron un estilo de vida alternativo. Querían estar en contacto con la naturaleza y desconectarse de la vida convencional. La casa funcionaba con paneles solares, sin agua corriente o gas tradicional. Tenían animales, extraían lo necesario del bosque y de una fuente natural, cultivaban su propia comida y eran independientes. Quien haya visto la película Captain Fantastic, con Viggo Mortesen, creerá estar leyendo el guion. Una historia casi calcada. Y, como en esa película, el problema llega cuando entran en juego los niños.

La pareja tuvo tres hijos. Una niña de ocho años y dos gemelos de seis. Al contrario que en España, donde la escolarización es obligatoria entre los seis y los 16 años, en Italia existe la “instrucción parental”. Es decir, la educación en casa como alternativa a colegios e institutos. La ley exige que los padres presenten la documentación necesaria que acredite que tienen la capacidad para instruir a los menores, y los niños están obligados a realizar un examen anual en una institución homologada que verifique el progreso escolar. En caso de no pasar la prueba, la administración puede obligarles a ir a un colegio.

La idílica vida de esta familia del bosque estalló cuando los niños sufrieron una intoxicación alimenticia por unas setas silvestres. Al acudir al hospital, saltaron las alarmas. Los Carabinieri inspeccionaron la vivienda y relataron que no había baño, ni electricidad, ni agua potable. Hablaron de condiciones insalubres. Tras un año de periplo judicial, esta semana la justicia les han suspendido la potestad parental. El padre presentará recurso a finales de noviembre.

Como en todo debate, hay puntos de vista. Y no siempre unos son más certeros que los otros. Para sustraer a los niños, la justicia se ha basado en tres principales razones: la habitabilidad de la casa, las condiciones sanitarias y la escolarización. Sobre la casa, se critican las instalaciones. No hay baño dentro de la vivienda y los niños duermen en la misma habitación que los padres. Claro que es preferible que tengan intimidad y acceso fácil a los servicios, pero también es una realidad que hay muchas otras familias obligadas a vivir apiladas, a compartir cuarto de baño, o a dormir a medio metro de distancia por las condiciones económicas, sin que eso implique la retirada de la patria potestad.

En cuanto a la escolarización, ya se han presentado todos los papeles que acreditan que los niños han sido instruidos y se respetan los protocolos educativos. Su estado de salud física también ha sido verificado, y una intoxicación con setas no parece razón suficiente. En España, por ejemplo, se intoxican una media de 400 personas al año por equivocarse de seta en otoño.

Surgen críticas sobre el estilo de vida ermitaño. Pero resuena cierta hipocresía cuando por todas partes se nos vende lo sostenible, lo ecológico, y se promueve la obsesión por lo orgánico. Si se penaliza a quien lo lleva a cabo, podría parecer una moda en la que los demás solo fingen buscarlo. Propaganda y beneficio. En paralelo, el asunto de la tecnología. Frente a jóvenes generaciones enganchadas a las pantallas, que sufren cada vez más ansiedad, depresión y obesidad, no parecería tan cruel que unos niños disfrutaran del campo. Yendo al extremo, cabe plantearse si es mejor un niño adicto al móvil o uno que jamás lo ha tocado. Uno con videojuegos, otro con libros y palos.

El verdadero problema surge con la socialización. El punto de consenso, y el de mayor preocupación. Los hermanos no tienen amigos. No comparten su vida con nadie más que sus padres, y los riesgos mentales se superponen. El aislamiento conlleva déficit en habilidades sociales, riesgo de apego ansioso, retrasos en el desarrollo, problemas de identidad, vulnerabilidad emocional, sesgos cognitivos, problemas de adaptación, por decir algunos. Sin embargo, paradójicamente, este es uno de los motivos por los que quitárselos a los padres podría no ser la decisión correcta: no están acostumbrados a interactuar con terceros. La separación abrupta de su mundo puede sumar un trauma mayor. La película La habitación refleja muy bien este proceso. Cuenta la historia de un niño que ha vivido en cautiverio, siempre entre cuatro paredes y, cuando sale, entra en shock.

El alcalde de Palmoli, el pueblo más cercano, ha explicado que los niños estaban bien. Limpios, ordenados, sin ningún signo de abuso. Al debate no han tardado en sumarse figuras políticas. Giorgia Meloni ha dicho estar “alarmada”, Matteo Salvini lo ha tildado de “secuestro”. En sintonía con el ministro de Justicia, se enviarán inspectores para supervisar el procedimiento judicial porque, dicen, quitar los hijos a unos padres es un asunto grave. El 6 de diciembre hay convocada una manifestación en Roma y se ha lanzado una petición online contra una medida que califican de “extrema”.

La polémica en Italia se articula en sentenciar quién tiene más poder sobre los hijos, si los padres o el Estado. El dilema está en las consecuencias de la libertad. Y la solución, quizá, en la búsqueda de un término medio. Ahora los niños están en otra casa, de momento con la madre, y se ha nombrado un tutor provisional. Puede que tengan derecho, puede que en algunos aspectos incluso razón. O igual no. Porque tan justo es escoger el propio camino, como injusto arrebatárselo a los hijos. Les han privado de todo lo que implica normalidad, de lo positivo y lo dañino. ¿Negligencia o derecho? Quizá el final de Captain Fantastic, si lo recuerdan, nos adelante el veredicto. Lo único claro es que los niños no tienen la culpa del mundo en el que nacen, ni de las neuras de los padres.

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