Publicado: julio 31, 2025, 10:00 pm
Aferrarse al teléfono móvil como si nos fuera la vida en ello es un gesto que se repite cada día en la sociedad en España, hasta el punto de que despojarnos de esta herramienta de comunicación podría causar incluso un trauma. ¿Hasta qué punto observar que alguien revisa su móvil constante e impulsivamente es considerado trastorno por la psicología? ¿Dónde está el límite?
Para desentrañar cuál es la razón que podría esconderse tras una presunta adicción al móvil, hemos entrevistado a Aleix Hildebrandt, profesor de psicología de la salud en la Universidad Carlemany. «Como psicólogo, no se trata de demonizar la tecnología, sino de recuperar el control consciente sobre nuestros hábitos. Revisar el teléfono no es el problema; el problema es no poder dejar de hacerlo», explica.
¿Una simple costumbre social o un trastorno que trabajar en terapia?
Hildebrandt comienza contextualizando que «vivimos en una era hiperconectada donde el teléfono móvil se ha convertido en una extensión de nuestro cuerpo. Lo consultamos al despertar, en el transporte público, en la cola del supermercado e incluso durante conversaciones cara a cara».
Y el experto añade: «¿qué significa realmente cuando alguien no puede dejar de revisar su teléfono? ¿Es solo una costumbre moderna, un hábito social, o hay algo más profundo detrás que deba tratarse? Desde la psicología, este comportamiento puede explicarse a través de varios mecanismos, que explico a continuación».
1. Refuerzo intermitente y el sistema de recompensa
En primer lugar, «una de las posibles causas de que alguien revise todo el tiempo su móvil podría tener que ver con el refuerzo intermitente, un principio básico del condicionamiento operante».
«Las notificaciones, los ‘me gusta’ o los mensajes no llegan con regularidad, sino de forma impredecible. Este tipo de refuerzo, el mismo que hace que las máquinas tragaperras sean tan adictivas, por ejemplo, activa nuestro sistema de recompensa y nos impulsa a revisar el móvil ‘por si acaso’«, dice el psicólogo.
2. Fruto de la ansiedad y la necesidad constante de control
La segunda posible razón por la que no nos despegamos del móvil, es «la ansiedad y la necesidad de control. Revisar el teléfono continuamente puede ser una forma de calmar la inquietud: queremos estar informados, no perdernos nada (FOMO), responder rápido para no parecer desinteresados».
A veces, como cuenta el experto, detrás de esta urgencia por atender ‘la llamada’ hay una ansiedad social encubierta, un cierto miedo a quedarnos fuera de la masa, o a no ser suficientemente valorados, a que no cuenten con nosotros.
3. La nomofobia, o una señal de vacío emocional
Otra de las posibilidades en estos casos es lo que conocemos como nomofobia (abreviación de ‘no-mobile-phone phobia’) un término reciente que describe el miedo irracional a estar sin el teléfono móvil. «Aunque no está clasificada como trastorno en los manuales diagnósticos principales, cada vez vemos más personas que experimentan auténtico malestar si se quedan sin batería, cobertura o si se olvidan el teléfono en casa. Y esto es un problema».
Por último, hay que hablar del vacío emocional, según Aleix Hildebrandt. «En muchos casos, mirar el móvil compulsivamente es una vía rápida para distraerse de pensamientos incómodos, emociones difíciles o simplemente del aburrimiento. El móvil se convierte en un ‘ansiolítico portátil’ que usamos sin darnos cuenta».
¿Significa esto que estamos todos enfermos? «No necesariamente», dice el experto. «Lo que sí recomiendo es parar y reflexionar: ¿Cuándo fue la última vez que estuviste diez minutos sin mirar el móvil? ¿Lo haces por necesidad real o por impulso automático? ¿Qué sentirías si te propusieras un rato sin él?».