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¿Qué papel juegan las emociones y la psicología en la elección de alimentos saludables?

Publicado: agosto 16, 2025, 12:00 pm

Cuando hablamos de alimentación saludable, solemos imaginar tablas nutrimentales, conteo de calorías y listas de “alimentos permitidos”. Sin embargo, la médica e investigadora Sari Arponen, autora de ¿Envejeces o rejuveneces?, propone una mirada distinta: comer no es solo un acto físico, sino también emocional y psicológico. Cada elección que hacemos en la mesa está influenciada por factores que van desde el estado de ánimo hasta las memorias de la infancia y el entorno social que nos rodea.

La alimentación, dice Arponen, es un reflejo de nuestra historia, nuestra cultura y nuestro momento vital. No es casualidad que, en días de estrés, busquemos un chocolate, o que al estar lejos de casa deseemos “ese plato” que preparaba la abuela. Son decisiones que no solo responden a la necesidad biológica de energía, sino a un impulso emocional que busca consuelo, seguridad o placer.

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comer y emocionesFreepik

El hambre emocional: cuando no comemos por hambre

Uno de los conceptos centrales que desarrolla Arponen es el “hambre emocional”. Se trata de ese deseo intenso de comer que surge no por una necesidad física real, sino como respuesta a emociones como ansiedad, tristeza, soledad o incluso aburrimiento. En esos momentos, el cuerpo no pide nutrientes: la mente busca una recompensa química.

Y es que ciertos alimentos —especialmente los ricos en azúcares y grasas— estimulan la liberación de dopamina y serotonina, neurotransmisores asociados al placer y la calma. Este mecanismo puede generar un patrón repetitivo: sentir estrés, comer para “calmarlo” y, posteriormente, enfrentar la culpa o la incomodidad física que surge después de comer en exceso. Reconocer este ciclo es el primer paso para romperlo.

Para Arponen, la memoria gustativa tiene un papel determinante. El olor a pan recién horneado, la textura de un guiso casero o el dulzor de una fruta recién cortada pueden transportarnos instantáneamente a momentos significativos de nuestra vida. Estos recuerdos no solo activan el deseo de comer, sino que pueden imponerse incluso sobre criterios de salud.

En este punto, la autora no propone renunciar a esos sabores, sino resignificarlos. Esto puede lograrse a través de recetas que mantengan la esencia, pero que incorporen ingredientes frescos, menos procesados y con mayor valor nutricional. Así, comer se convierte en un acto de conexión cultural y emocional que no está reñido con el bienestar físico.

Estrés, entorno y decisiones

El lugar donde vivimos, el trabajo que tenemos y las rutinas diarias también influyen en lo que elegimos comer. Según Arponen, las personas que enfrentan altos niveles de estrés o que viven en entornos donde la comida ultraprocesada es más accesible tienden a optar por opciones rápidas y calóricas, aunque no sean las más saludables.

Además, existe un componente social: compartir ciertos alimentos es una forma de integrarse a un grupo, celebrar o mostrar afecto. Esto explica por qué, aunque sepamos que una opción no es la más nutritiva, la elegimos para no “romper” el momento o para sentirnos parte de la dinámica social.

Estrategias para una alimentación consciente

La propuesta de Arponen no busca imponer dietas rígidas ni prohibiciones extremas. Su enfoque está en desarrollar una relación más consciente con la comida, entendiendo que las emociones no se pueden eliminar, pero sí aprender a gestionarlas.

  • Alimentación consciente (mindful eating): Comer más despacio, prestar atención a la textura, el aroma y el sabor, y detenerse al sentir saciedad.
  • Planificación en momentos de calma: Decidir qué comer y preparar menús cuando no estamos bajo presión emocional o de tiempo.
Dieta antiinflamatoria.Enlace imagen

Dieta antiinflamatoria.Freepik

  • Actividades que reduzcan el estrés: Meditación, ejercicio físico o caminatas en la naturaleza, que disminuyen la necesidad de recurrir a la comida como única fuente de bienestar.
  • Reinterpretar recetas familiares: Mantener los sabores de siempre, pero adaptándolos para que sean más nutritivos y equilibrados.

La armonía como meta

Para Arponen, el cambio de hábitos debe ser sostenible y agradable. La clave está en alinear lo que el cuerpo necesita con lo que la mente busca, de manera que comer sea un acto que nutra en todos los sentidos. Identificar los detonantes emocionales y sustituir las respuestas automáticas por elecciones más conscientes no solo impacta en el peso o la salud física, sino también en la relación que tenemos con nosotros mismos.

En otras palabras, comer bien no es solo cuestión de disciplina: es un ejercicio de autoconocimiento.

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