Publicado: noviembre 25, 2025, 2:00 am
¿Quién no ha agradecido poder cambiar la velocidad de un audio eterno de WhatsApp? Este gesto tiene un nombre, speed-watching (o vista rápida) y consiste en reproducir un contenido a mayor velocidad de la normal con el fin de consumirlo más rápido. Es una tendencia cada vez más extendida, especialmente entre los jóvenes, y una forma más de optimización del tiempo y de la cultura de la prisa que caracteriza la actualidad.
Esta posibilidad de acelerar los contenidos también se ha extendido a los vídeos de YouTube, Instagram y TikTok, a los pódcast que escuchamos en Spotify y al consumo de otras obras culturales. Hay lectores que presumen de leer solo los resúmenes o de leer en diagonal —centrarse en palabras clave para captar las ideas principales de las páginas—. Además, plataformas como Netflix y Prime Video permiten ver series y películas a mayor velocidad, algo por lo que, seguro, muchos directores se tirarían de los pelos.
¿Qué pensaría Coppola si viéramos El Padrino a doble velocidad en la pantalla de nuestro teléfono mientras viajamos en transporte público para ahorrarnos sus casi tres horas de metraje? ¿Orgullo y prejuicio causaría las mismas sensaciones si se saltaran palabras? ¿Y si se leyeran solo las negritas de este artículo?
Por qué surge el ‘speed-watching’
La sociedad está dominada por la inmediatez y por la necesidad constante de optimizar el tiempo. El speed-watching surge como una forma adaptativa de responder a la ansiedad que provoca no estar al día y a no querer perder el poco tiempo del que disponemos. Esto deriva del llamado FOMO (siglas del inglés de fear of missing out, o miedo a perderse algo), la ansiedad que aparece al creer que nos estamos perdiendo las experiencias que otros están viviendo y que se traslada al consumo de contenido.
¿Has escuchado el último disco de Rosalía? ¿Has visto la película de los Goya? ¿No has leído aún el Premio Planeta de este año? Se supone que estas obras culturales las consumimos porque queremos, nos apetece y decidimos emplear así nuestro tiempo libre, pero, esa necesidad de estar al día de la conversación ha provocado que lo hagamos para tacharlas de una lista de pendientes.
No es miedo a perderse algo, más bien miedo a ser excluido por no haberlo hecho. Esto lleva a querer consumir más contenido en el menor tiempo posible. «Aunque pueda parecer eficiente, este hábito tiene implicaciones profundas para el procesamiento cognitivo, la atención y el aprendizaje», afirma la Dra. Lucía Vidorreta Ballesteros, especialista en neurología y Coordinadora de la Unidad de Migrañas del Hospital Quirónsalud San José.
Impacto cognitivo y efectos sobre el aprendizaje
Diversos estudios han demostrado que aumentar la velocidad de reproducción afecta a la atención sostenida y a la capacidad de procesamiento de la información. ¿Cuántas veces hemos tenido que volver a reproducir un audio o vídeo previamente acelerado porque no nos habíamos enterado bien de lo que decía?
Aunque a veces puede resultar una herramienta útil para optimizar el tiempo, la doctora Vidorreta advierte de los riesgos que puede tener en la memoria, sobre todo en las etapas de desarrollo del cerebro, ya que no le da tiempo a procesar toda la información que le llega. La atención sostenida, que es la capacidad de mantener la concentración en un mismo estímulo durante un periodo prolongado, requiere un ritmo de exposición estable y pausado.
La atención sostenida requiere un ritmo de exposición estable y pausado.
Según explica la doctora Vidorreta, cuando el cerebro se acostumbra a recibir información de forma acelerada, se incrementa la demanda de novedad y se reduce la capacidad de mantener la atención por periodos prolongados. Esta alteración no solo dificulta la concentración, sino que también puede fomentar una forma de procesamiento superficial, en la que se prioriza la rapidez por encima de la profundidad. ¿Quién se acuerda de lo que ha visto tras una hora deslizando en TikTok?
Al ser una práctica más frecuente entre los jóvenes, su impacto es mayor, ya que se encuentran en una etapa de desarrollo. En el ámbito educativo, puede traducirse en más dificultades para concentrarse en clase, atender al profesor o estudiar la lección.
Consecuencias emocionales y de comportamiento
Más allá del aprendizaje, el speed-watching también puede afectar al bienestar emocional. Esta sobrexposición y sobreestimulación a ritmos acelerados puede reducir la tolerancia a la espera y, por tanto, la capacidad de disfrutar de procesos lentos o pausados, generando frustración. Así, se fomenta un comportamiento de búsqueda compulsiva continua y se reduce la satisfacción percibida, aclara la especialista del Servicio de Neurología del Hospital Quirónsalud San José.
«Aunque reproducir vídeos a una velocidad ligeramente superior (por ejemplo, 1.25× o 1.5×) puede ser útil en determinadas circunstancias, su uso constante y excesivo puede alterar negativamente funciones cognitivas esenciales como la atención sostenida, la concentración y la consolidación de la memoria», concluye la Dra. Vidorreta.
Si antes disfrutábamos de hobbies como escuchar un pódcast, ver una serie o película y leer un libro, ahora mercantilizamos y monetizamos el tiempo que empleamos en ello. Se supone que es una forma de descanso y desconexión que deberíamos disfrutar. ¿Lo hacemos porque nos apetece o porque percibimos como una obligación terminarlo cuanto antes para ponernos con otra cosa?
«Aunque reproducir vídeos a una velocidad superior puede ser útil, su uso constante y excesivo puede alterar negativamente funciones cognitivas esenciales».
¿Por qué tendríamos prisa en terminar de consumir algo que, en teoría, deberíamos disfrutar? Tenemos miedo a perder el tiempo, pero ¿a dónde va el tiempo que ganamos? Seguramente, a reproducir otro contenido a doble velocidad.
