Publicado: septiembre 11, 2025, 11:30 pm
El pasado lunes, Nepal despertó enfurecido con la prohibición de 26 redes sociales. Facebook, Instagram, YouTube, WhatsApp, X… plataformas que para muchos eran el altavoz, quedaron silenciosas de un plumazo. La medida se justificó como una respuesta a la proliferación de noticias falsas, discursos de odio y estafas digitales. Sin embargo, la ciudadanía, especialmente los más jóvenes, la como un acto de censura política.
Aun así, el malestar tiene raíces más profundas. En los últimos años, se ha intensificado la percepción de corrupción y nepotismo en las instituciones. Los comúnmente llamados ‘nepo kids’, hijos de dirigentes político, han sido señalados en redes por mostrar estilos de vida de lujo, que difieren abismalmente de la realidad económica del país.
La crisis política y social en Nepal
Nepal registra un ingreso per cápita de alrededor de 1.400 dólares anuales y un desempleo juvenil que ronda el 20 %. Estas cifras han alimentado la frustración entre los jóvenes, que ven cómo las élites políticas concentran poder y privilegios mientras persisten la falta de oportunidades laborales y la desigualdad social.
Las manifestaciones comenzaron de manera pacífica, con concentraciones y marchas en Katmandú y otras ciudades. Sin embargo, la tensión con las fuerzas de seguridad derivó rápidamente en enfrentamientos violentos, con un balance de 31 muertos. Hubo incendios en edificios gubernamentales, ataques contra residencias de políticos y destrucción de vehículos oficiales.
La residencia del entonces primer ministro Khadga Prasad Sharma Oli fue una de las más afectadas, lo que precipitó su dimisión.
¿Qué pasará con Nepal en el fututo?
La respuesta del Ejecutivo fue la declaración del estado de emergencia, el despliegue del ejército en la capital y la imposición de un toque de queda a nivel nacional. Pese a estas medidas, las protestas no se detuvieron. El levantamiento de la prohibición de redes sociales contribuyó a reducir la tensión inicial, pero no resolvió las causas de fondo del descontento.
A corto plazo, el reto del país será garantizar la estabilidad institucional tras la renuncia del primer ministro. A medio y largo plazo, el desafío será abordar las demandas de una generación que ya no se conforma con lo paliativo. La gestión de la desigualdad, la creación de empleo juvenil y el fortalecimiento de la confianza en las instituciones aparecen como prioridades ineludibles.