Publicado: febrero 19, 2025, 12:00 pm
Hace tres años, ante el “fracaso” de Vladimir Putin de avanzar hacia Kiev en unos cuantos días, todo indicaba que un conflicto que se alargara sería favorable para los ucranianos. Han pasado 36 meses, y tras la llamada de la semana pasada, de 60 (o 90) minutos de Trump con Putin, parecería que Rusia saldrá con la victoria.
Por ahora Trump ha dejado a Europa fuera de la ecuación. Por más que pataleen, parece remoto que Francia, Alemania, Italia o España puedan incidir en cambiar el destino de las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia. La reunión de los europeos el lunes en Bruselas ha sido un crudo ejemplo; mientras que tratan de reagruparse, sendas delegaciones de Rusia y Estados Unidos ya celebran en Riad su primera reunión de pláticas para que termine con esta guerra. Claramente en estos tres años Europa no fue eficaz en tener una estrategia más audaz (y ofensiva) para apoyar a Ucrania, en gran medida por el temor a las amenazas de Putin de una escalada nuclear si se entrometían directamente en el conflicto. En general el apoyo de Europa fue tímido, “poco y tarde”, insuficiente para que Ucrania pudiera retomar el control de su territorio. Y por su parte, Zelenski, fue incapaz de transformar esa timidez.
La llamada de Trump detonó reacciones inmediatas, el rublo se revaluó, la bolsa de Moscú subió, y los principales analistas políticos en medios rusos se regodeaban de que Trump “esté haciendo la tarea de dividir al mundo Occidental”. Con tan solo una llamada, Trump dejó abierta la posibilidad de que Rusia conserve los territorios que ha invadido en Ucrania, que la OTAN no considere su incorporación, y que no sea una fuerza europea la que garantice el presunto acuerdo de paz.
También la semana pasada, la presencia del vicepresidente J.D. Vance y del secretario de la defensa Pete Hegseth, en distintos foros en Europa, fueron duros golpes a la geopolítica como la conocíamos y el advenimiento de un nuevo orden mundial.
Hoy incluso se vislumbra la posibilidad de que el 9 de mayo, que se celebra el 79 aniversario del Día de la Victoria de la segunda guerra mundial, con Joseph Stalin a la cabeza de la entonces Unión Soviética, Donald Trump visite Moscú para acompañar a Vladimir Putin en esta conmemoración.
Una alianza con Putin no vendrá sin peticiones temerarias y específicas de parte de Donald Trump, que en su mayoría tendrán que ver con su relación con China y con Irán. En su visión absolutamente transaccional de la política (los negocios, y la vida), el presidente de Estados Unidos dictó las peticiones que Rubio les estará presentando a Lavrov, su contraparte. Por eso las pláticas para construir la paz no comenzaron con Kiev. Los ucranianos tienen muy poco, casi nada, que le interese a Donald Trump. Putin, en cambio, es una pieza clave en su ajedrez del orden mundial que MAGA aspira a construir.
Xi Jinping no está simplemente observando. También en China están ocurriendo cosas para sacudir al mundo. El líder de China, que llevaba varios años desdeñando a sus grandes empresarios, los reunió este lunes, por primera vez en años, para reconocer el importante papel que sus empresas, la innovación y la tecnología, significan para el desarrollo económico y presencia de China en el mundo.
¿Qué significa esto para México? ¿Qué implicaciones tendrá un acercamiento de EE.UU. con Rusia, y la intención de aislar más a China? ¿Qué pueden hacer los europeos ante este escenario, u otras potencias como Japón?
Habrá que seguir muy de cerca la evolución de todas estas pistas, incluido el conflicto Palestino, y el despropósito (inhumano) de Trump de adjudicarse Gaza, para un resort turístico y para explotar su riqueza de petróleo y gas.
Por increíble que parezca, China, Japón y Europa son los tres ejes de poder que podrían representar un dique para los anhelos de Trump. El G7 tendría que jugar un papel activo y urgente en este sentido; pero no lo hará.
Y todo esto, regresando a México, puede terminar favoreciendo la sociedad comercial de América del Norte, y la competitividad que las tres economías de la región significan en armonía. La encrucijada imperialista de Trump en el resto del mundo puede terminar profundizando la integración económica de nuestra esquina del planeta.