Publicado: noviembre 17, 2025, 11:30 pm
Dijo Vladimir Putin en diciembre de 2023 que «las guerras no las ganan los generales, sino los maestros». Aquel día, el presidente ruso instó a los mandos militares a tener un papel activo en las aulas de los colegios de Rusia. Dicho y hecho.
Desde hace tiempo, Putin venía impulsando una red de clubes juveniles para defender el patriotismo y las actividades militares. Es la «educación patriótica», imprescindible según el mandatario ruso, que tomó impulso tras la anexión unilateral de Crimea por parte de Rusia en 2014.
En los últimos años, su Gobierno ha incrementado la financiación de esas políticas llegando a las escuelas. Se trata de enseñar habilidades militares básicas, una actividad que el Kremlin ha intensificado aún más a partir de la presente guerra, la invasión de Ucrania.
Según estadísticas gubernamentales que cita The Wall Street Journal, la financiación para la «educación patriótica» aumentó de 3.500 millones de rublos (unos 38 millones de euros) en 2021 a más de 50.000 millones de rublos (casi 532 millones de euros) en 2024. Dinero y armas de juguete. Este año, el Kremlin destinó 4.000 millones de rublos (unos 43 millones de euros) para equipar 23.000 escuelas con réplicas de fusiles Kalashnikov, granadas y kits de drones.
Adoctrinar niños es más facil
Es habitual encontrar en la programación de la televisión estatal rusa noticias y reportajes que difunden este tipo de ejercicios. «¡Revisen su vestimenta! Las hebillas deben mirar al frente, no a la izquierda ni a la derecha», ordenaba un soldado veterano del frente ucraniano a un grupo de alumnos de primer grado, de entre 6 y 8 años, según cuenta el periodista Matthew Luxmoore.
Un niño adoctrinado adecuadamente se convertirá en un soldado barato y eficiente»
En octavo grado, con niños 13 y 14 años, el entrenamiento con armas ha pasado de ser un programa extracurricular a ser obligatorio. A los chavales les enseñan disciplina e historia militar, pero también a montar un Kalashnikov o a controlar un dron. «Si tomas a niños en edad escolar y los adoctrinas adecuadamente, se convertirán en soldados más baratos y eficientes para cualquier guerra que planees en el futuro», asegura la politóloga Ekaterina Schulmann.
Los libros de historia presentan a Occidente como enemigo de Rusia y a Ucrania como un país que sigue los intereses de las potencias occidentales, según el diario estadounidense. Por ejemplo, se dice en ellos que Estados Unidos instaló laboratorios biológicos secretos en Ucrania y que Kiev pretendía desarrollar armas nucleares para atacar a Rusia con apoyo de la OTAN. Las autoridades rusas tiene previsto distribuir estos mismos libros de texto también entre los alumnos de los primeros cursos.
El hombre no está hecho para la paz, sino para la guerra, y los rusos, para la victoria»
Lo del fomento del patriotismo ruso no es nuevo —es parte de lo que llaman putinismo— ni exclusiva de gobernantes y militares. Figuras públicas como el presentador Vladimir Solovyov promueven la narrativa del sacrificio permanente. En una reciente conferencia declaró ante jóvenes: «El hombre no está hecho para la paz, sino para la guerra, y los rusos, para la victoria».
El Kremlin ha decidido llevar a la aulas los méridos seguidos en la Asociación del Movimiento Social Patriótico Militar Nacional o Yunarmiya. Es el conocido como Ejército Joven, que creó en 2016 el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú. Allí se trata de crear soldados de 6 a 18 años a través de un programa de educación histórica y militar.
Borrar las huellas de Ucrania
Adoctrinar marcialmente en los mandamientos del buen ruso y borrar los otros «catecismos». O sea, confiscar y destruir libros en ucraniano. De hecho, cuenta Luxmoore, los residentes afirman que la historia nacional de Ucrania ha sido eliminada del programa escolar.
Por oponerse a estas políticas se puede pagar un alto precio. Por un lado, los profesores. Los que se han negado a impartir el currículo ruso y militarizado han enfrentado cargos penales. Por otro, los padres. Aquellos que vía internet conectan a sus hijos a clases impartidas en ciudades ucranianas no controladas por las fuerzas rusas, se arriesgan a ser arrestados.
Luxmoore cuenta el caso de la profesora Natalia Taranushenko. En junio pasado, fue condenada por un tribunal de Moscú a siete años de cárcel por contarle a sus alumnos ejemplos de las atrocidades ocurridas en la actual guerra. Los hombres de Putin no llegaron a tiempo y cuando se dictó la sentencia, Taranushenko ya había escapado del país.
