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¿Puede Europa crear una DARPA propia?

Publicado: noviembre 7, 2024, 11:00 pm

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COPENHAGUE/BOSTON. La menguante competitividad de Europa vuelve a estar en el candelero. Uno de los requisitos para resolver este viejo problema es invertir más en la capacidad de innovación de la economía europea. En tal sentido, en dos informes recientes de los ex primeros ministros italianos Mario Draghi y Enrico Letta, y en un discurso pronunciado en abril por el presidente francés Emmanuel Macron, se han formulado pedidos de crear una versión europea de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) de los Estados Unidos. Luego, un grupo de expertos independiente dirigido por Manuel Heitor repitió este pedido en la evaluación provisoria de la iniciativa Horizonte Europa de la Unión Europea. 

La idea no es nueva. Macron planteó el tema en 2017, y diversos economistas han propuesto clones de la DARPA para impulsar un renacimiento industrial en Alemania y acelerar la transición verde. De hecho, ya existen varias instituciones de este tipo en la región, entre ellas, el Consejo Europeo de Innovación (EIC), la Agencia Federal para la Innovación Disruptiva (SPRIN‑D) de Alemania y la Agencia de Investigación e Invención Avanzada (ARIA) del Reino Unido. Pero, hasta ahora, ninguna ha logrado hacer realidad todo el potencial de una DARPA europea.

La agenda de innovación de la UE hoy es más urgente que nunca: la invasión rusa de Ucrania resalta la necesidad de fortalecer la base industrial de defensa del bloque, y la carrera mundial de la inteligencia artificial destaca la importancia del dominio en tecnología civil avanzada. Además, estas dos áreas están cada vez más interconectadas, algo que ya se vio con muchos de los mayores logros de la DARPA, desde el GPS hasta Siri (el asistente personal digital de Apple) y los drones.

Para repetir el éxito de la DARPA en la UE hay que entender cómo funciona realmente. Creada en respuesta al lanzamiento del satélite soviético Sputnik en 1957, la DARPA da a su personal libertad para experimentar ideas arriesgadas. Y quizá lo más importante es su modelo revolucionario de inversión en investigación, que difiere de las prácticas europeas actuales.

En primer lugar, la DARPA está orientada a dar respuesta a problemas específicos relacionados con la defensa y la seguridad de los Estados Unidos. Por ejemplo, en su reseña de 2021 ante el Congreso, la agencia destacó su énfasis estratégico en defender a los Estados Unidos, disuadir a adversarios y promover la investigación básica para resolver desafíos de seguridad. En cambio, la ARIA hoy trabaja en siete «espacios de oportunidades», que van de la neurotecnología de precisión hasta la matemática para una IA segura. Y aunque la SPRIN‑D trabaja en una lista más acotada de temas (biomanufactura circular, almacenamiento de energía de larga duración y aplicaciones de valorización del carbono) ninguno se relaciona con la defensa.

Los logros de la DARPA también son atribuibles a sus directores de programa, que tienen un alto grado de autonomía en la toma de decisiones. Después de identificar una necesidad o un desafío dentro de la misión general de defensa, los directores definen un espacio vacío tecnológico y seleccionan proyectos con capacidad para llenarlo. La ARIA británica ha podido replicar este modo de trabajo, pero las agencias de financiación europeas todavía usan un sistema de referato institucionalizado y procesos de selección largos y engorrosos. Esto ralentiza el ritmo de innovación y excluye algunas de las ideas más inventivas, de modo que las agencias de la UE quedan rezagadas respecto de la estadounidense.

Además de tener un énfasis más acotado en defensa, el presupuesto de la DARPA es mucho mayor (más de 4,000 millones de dólares al año). En cambio, en 2023, el EIC asignó un total de 159 millones de euros (173 millones de dólares) a 43 nuevos proyectos relacionados con cinco grandes problemas. La SPRIN‑D fue más selectiva y asignó entre 500,000 euros y 3 millones de euros a un conjunto menor de iniciativas. Por su parte, las subvenciones de la ARIA oscilan entre 400,000 libras (523,500 dólares) y 10 millones de libras, pero la financiación total (menos de 1,000 millones de libras en un periodo de varios años) no es suficiente para producir efectos apreciables en sus muchos campos de investigación.

Otro ingrediente importante del éxito de los directores de proyecto de la DARPA con sus grandes apuestas audaces es que tienen menos ideas preconcebidas sobre qué investigadores deben recibir financiación y cómo deben gastarla. En 2020, más del 60% del apoyo de la DARPA se destinó a la industria y menos del 20% a universidades e institutos de investigación. Pero la mayoría de los programas públicos de innovación en Europa están centrados en el ámbito académico, y las prioridades políticas suelen influir en la distribución de los fondos.

Además, después de la asignación inicial de fondos, los directores de proyectos de la DARPA usan metas pautadas para analizar el desempeño de los proyectos, reasignar fondos a los que marchan bien y poner fin a los que no cumplen las expectativas; esta modalidad hace un uso más eficiente de los recursos disponibles y es la marca distintiva de la agencia. En Europa, en cambio, los fondos se asignan con el menor costo organizativo posible y nunca se retira la financiación a un proyecto que no esté logrando sus objetivos.

Los argumentos para una DARPA europea siguen siendo tan contundentes como siempre. Pero para replicar el éxito de la agencia estadounidense en la promoción de la innovación tecnológica, las autoridades europeas deben poner el acento en el refuerzo de la seguridad colectiva (incluida la defensa, que está subfinanciada en el continente). Aunque la SPRIN‑D, la ARIA y el EIC han introducido algunas mejoras en la financiación de la investigación, dando más libertad y capacidad de control a sus socios, no han ido lo bastante lejos, ni en cuanto a la asignación de recursos ni a la gestión de los proyectos después de la asignación de fondos. La UE puede y debe desarrollar una versión propia de la DARPA, pero sólo lo conseguirá después de entender los pilares sobre los que se apoya la agencia estadounidense.

El autor

Lars Frølund, integrante de la junta directiva del Consejo Europeo de Innovación, es docente en el MIT y asesor estratégico del Fondo de Innovación de la OTAN.

La autora

Fiona Murray es decana asociada en Innovación y profesora de Iniciativa Empresarial en la Escuela de Administración Sloan del MIT y vicepresidenta del Fondo de Innovación de la OTAN. Traducción: Esteban Flamini

Copyright: Project Syndicate, 2024 

www.project-syndicate.org

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