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¿Por qué nos levantamos de la siesta con ganas de dulce? Un nutricionista lo explica

Publicado: diciembre 19, 2025, 2:00 am

Que levante la mano quien no haya tenido la sensación, alguna vez tras la siesta, de que necesita urgentemente ingerir algo muy dulce... Esta necesidad que aparece sin que sepamos muy bien por qué, tiene que ver con la ingesta anterior al descanso, aunque también hay otros factores nutricionales que influyen en ella.

Entrevistamos al nutricionista Álex Sempere Jover, que explica cuáles son las razones de que despertemos de la siesta con cierta ansiedad, y con una sola idea en la mente: comer algo dulce de manera urgente. Como norma general, el experto habla de que «una mala planificación alimentaria suele ser la causa principal de esta sensación al despertarnos».

Los hidratos de carbono simples pueden provocar hipoglucemia

Para entender las diferentes posibilidades que hacen que necesitemos comer dulce tras la siesta, Sempere explica que «si la comida ha sido rica en hidratos de carbono simples —como pasta blanca, arroz blanco o dulces— y pobre en fibra, proteínas o grasas saludables, la absorción de estos alimentos es tan rápida que puede aparecer una hipoglucemia reactiva, es decir, una bajada brusca de glucosa en sangre».

Por otra parte, el nutricionista explica que «también puede ocurrir lo contrario: si la comida fue demasiado ligera, el cuerpo interpreta al despertar que necesita energía inmediata. Por último, el simple hecho de relajarnos durante la siesta puede hacer que el cerebro busque prolongar esa sensación de bienestar mediante algo placentero, como puede ser un alimento dulce con azúcares refinados que compense el ‘bajón'».

¿Es el estómago, o el cerebro el que ‘pide’ dulce?

Durante el descanso a media tarde se pueden alterar ligeramente las hormonas que regulan el apetito: la grelina, que estimula el hambre, y la leptina, que favorece la saciedad. En cuanto al cerebro, «si la comida antes de la siesta no ha sido equilibrada, al despertar podemos experimentar una pequeña caída de glucosa, y el organismo intenta compensarla reclamando energía rápida, normalmente en forma de dulces. A esto se suma el componente placentero que tienen este tipo de alimentos, lo que refuerza aún más el antojo».

Los carbohidratos de absorción rápida, los denominados ‘simples’, apenas contienen fibra, por lo que su digestión es muy rápida. Para evitar picos de glucosa, es importante incluir en la comida verduras que aporten fibra, que hace que esos hidratos de carbono mantengan la energía del cuerpo durante más tiempo, sin hacer picos y de forma estable y lenta. Otra opción, además de la verdura, es sustituir estos alimentos por sus versiones integrales o bien por legumbres.

El nutricionista añade que «una comida equilibrada debería incluir también proteínas y grasas saludables, presentes en alimentos como pescado, carnes blancas, quesos frescos, aceite de oliva virgen extra, frutos secos o aguacate. Estos nutrientes ayudan a que la digestión sea más lenta y a mantener estable el nivel de glucosa en sangre. La verdura siempre debe estar presente: aporta volumen, fibra y saciedad. Sin olvidarnos de la hidratación, fundamental para un buen equilibrio metabólico que va a evitar esa ansiedad repentina por el azúcar refinado».

¿Es malo sentir la necesidad de comer algo dulce tras la siesta?

Una vez que sabemos que es el tipo de alimentación de la comida el que va a desencadenar o no la falta de energía y la necesidad de un ‘chute’ dulce para que la glucosa vuelva a subir (aunque lo hace de manera antinatural), Álex Sempere considera que «esta circunstancia no es algo malo en sí mismo, puesto que puede ser una respuesta fisiológica o incluso emocional del cuerpo».

En este contexto, lo más importante es entender por qué ocurre esto. «Si el antojo aparece porque la comida previa no fue equilibrada, conviene revisar los hábitos alimentarios. El problema surge cuando recurrimos sistemáticamente a productos dulces o ultraprocesados como respuesta al antojo. Estos alimentos aportan azúcar simple y muchas calorías, y pueden favorecer un aumento de peso y una relación poco saludable con la comida, basada en el hambre emocional y el picoteo».

¿Qué hacemos para revertir este círculo vicioso con la alimentación? «La clave está en ajustar la alimentación y planificar las comidas. Tener claro qué vamos a comer reduce la improvisación y nos permite seguir un patrón equilibrado. También es recomendable evitar siestas demasiado largas (más de 30 minutos), ya que pueden alterar nuestros ritmos internos y contribuir a una regulación irregular del apetito. Si aún así aparece el antojo, podemos recurrir a opciones más saludables: fruta entera, yogur natural o frutos secos».

Los azúcares de absorción rápida son el atajo menos recomendable

A modo de conclusión, el experto explica que «durante la siesta pueden modificarse de forma temporal las hormonas implicadas en el hambre y la saciedad (grelina y leptina), sobre todo si nuestro patrón de descanso no es regular ni equilibrado, algo que sucede con demasiada frecuencia hoy en día. Además, al despertar pasamos por un breve momento de ‘letargo’, en el que el cerebro busca activar el organismo rápidamente, y los azúcares simples son la vía más sencilla (y menos saludable) para conseguirlo».

Despertarse de la siesta con antojo de algo dulce «no suele ser casualidad. En la mayoría de los casos responde a una combinación de factores: una comida previa poco equilibrada, desajustes en las hormonas del hambre, hábitos de descanso mejorables y componentes emocionales. Prestar atención a los aspectos que cada persona identifica como más débiles —ya sea la alimentación, la hidratación, la duración de la siesta o el manejo del estrés— puede ayudar a que estos episodios sean menos frecuentes y ganemos en salud».

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