Publicado: diciembre 21, 2025, 5:30 am
Peter Billingsley tenía doce años cuando se hizo un hueco en la memoria colectiva gracias a su papel de Ralphie Parker en la película de 1983 Historias de Navidad, en la que se las ingeniaba para convencer a sus padres, profesor y al mismísimo Santa Claus de que una escopeta Red Ryder (un rifle de aire comprimido) era el regalo perfecto para él.
Esa no había sido, sin embargo, su primera aparición en pantalla: comenzó siendo un bebé en anuncios para la televisión e incluso asumió papeles menores en películas y series.
Tras el éxito de Historias de Navidad, el joven intérprete fue compaginando pequeños roles con su crecimiento personal, protagonizó algunas películas juveniles y participó en series, pero, mientras hacía todo esto, fue aprendiendo los entresijos tras las cámaras y, tiempo después, su vida profesional dio un giro cuando dejó a un lado la actuación para ser director y productor.
Siendo adulto, y lejos ya de la imagen del niño con la bata de conejito, se volcó en una carrera más versátil: ha dirigido películas de corte cómico como Todo incluido y producido grandes éxitos de Hollywood, como Elf (2003) o Iron Man (2008).
En 2022, además, y casi 40 años después del estreno de la cinta que lo hizo famoso, dio un paso nostálgico que muchos fans esperaban: regresó como Ralphie en la secuela Una nueva historia de Navidad, donde el personaje ya adulto revive de nuevo las luces y los conflictos familiares típicos de las fiestas. Para esta película, Billingsley no solo actuó (es hasta ahora su último trabajo frente a la cámara), sino que también coescribió la historia y asumió labores de producción.
Con la segunda entrega de Mono Malo en marcha, en estas fechas Billingsley está dedicándose a hacer publicidad y eventos navideños, recuperando en parte su papel de Historias de Navidad. Ha prestado material original de la película para una campaña en un restaurante Raising Canes, y estos días habrá una proyección especial de la película en el Saenger Theatre de Misisispi, a la que seguirá una charla con el actor.
Parece, pues, que aunque Billingsley no quiera ser actor, nunca podrá dejar de ser el niño del disfraz de conejito rosa.
