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Palestina y la desmemoria

Publicado: octubre 5, 2025, 5:30 pm

Cuando, en abril del pasado año, Pedro Sánchez anunció al mundo que España estaba preparada para reconocer el Estado palestino, incurría en una obviedad. Y es que preparado para dar ese paso se encontraba todo el planeta, empezando por la ONU, cuya Asamblea General aprobó el 29 de noviembre de 2012 una resolución que otorgaba a Palestina la condición de Estado observador, y siguiendo por el propio Parlamento de Estrasburgo, que el 17 de diciembre de 2014 votó a favor de ese reconocimiento del Estado de Palestina, como lo habían hecho antes los parlamentos de un buen número de países miembros de la UE, entre ellos el español. La verdad es que, preparado para reconocer ese Estado que constituiría la salida más cabal y deseable para un conflicto que ya se ha prolongado demasiado en el tiempo, lo había estado en su día hasta el Estado de Israel. Ese reconocimiento fue uno de los logros históricos de la Conferencia de Madrid de 1991 y de la de Oslo de 1993, que siguió a aquella y que le valió a Isaac Rabin el Nobel de la Paz en 1994, así como la pérdida de la propia vida un año después.

Presentar como una conquista propia e inédita la que ya se produjo hace treinta años no supone un avance político sino un paso atrás. Y, en el caso de Pedro Sánchez, supone también una insólita desconsideración hacia el propio Felipe González, que fue el urdidor y anfitrión de la citada Conferencia de Madrid. Tal alarde de desmemoria es, por desgracia, un ejemplo ilustrativo del presente que vivimos y del modo en el que se está tratando una cuestión tan trillada y antigua como el conflicto palestino-israelí. Lo malo de alguien que llega al final de una película no es solo que no se entere sino que te la quiere contar entera.

La desmemoria de Sánchez es también la de su partido, la de Sumar, la de Podemos y —lo que resulta más chocante— es la desmemoria del propio Netanyahu, que ha hecho de la guerra de Gaza una estrategia de salvación personal y una huida hacia delante tanto de la oposición que tiene en su mismo país como del cerco que le rodea por las acusaciones de corrupción. Los extremos se tocan y hay similitudes entre el actual presidente español y el primer ministro israelí que son tan sorprendentes como inquietantes. La ofensiva populista que Netanyahu emprendió en su país contra los jueces y la separación de poderes no dista mucho de la del sanchismo en España. Y tanto uno como otro están usando esta guerra como una cortina de humo que haga olvidar sus particulares situaciones de precariedad política. Uno desde el belicicismo y el otro desde el pacifismo. Hasta en los giros repentinos y contradictorios que dan a sus posicionamientos presentan ambos paralelismos alarmantes.

Netanyahu viaja a la Casa Blanca para sacarse la foto del beneplácito al plan de paz de Trump y, acto seguido, desmiente su aceptación a la formación del Estado palestino, que era uno de los puntos de ese acuerdo. Un modo de actuar tan desconcertante sólo se puede producir en una época como ésta, en las que las palabras han perdido su valor y cambian de un día para otro aunque se refieran a temas tan graves como la guerra. Lo curioso es que el viraje de Netanyahu tiene un antecedente bien próximo: el de Sánchez en la Cumbre de la OTAN desmintiendo el gasto en Defensa que acababa de firmar. De la desmemoria histórica hemos pasado a la amnesia exprés.

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