El Valencia-Madrid del viernes no fue un Valencia-Madrid normal. Antes del partido, hubo una manifestación en los aledaños de Mestalla contra el dueño del club y la grada de animación entró 19 minutos tarde, quemada por la gestión de Peter Lim. Además, la entidad che homenajeó al club blanco y a su presidente Florentino Pérez por el señorial comportamiento tras la catástrofe de la DANA, con una donación de un millón de euros, entre otros muchos gestos de ayuda. Bueno, pues ni siquiera en este contexto en el que Vinicius ni pinchaba ni cortaba, la relación entre Mestalla y el brasileño se tomó una tregua. Un partido más, otro bochorno desde ambos lados que acabó con el brasileño expulsado por segunda vez en su carrera. La primera también fue allí hace dos temporadas. Todo comenzó en el minuto 30 de la primera mitad, cuando Vinicius se envenenó por un empujón de Barrenechea dentro del área que Soto Grado no señaló como penalti. Hasta entonces, el ‘7’ parecía tranquilo, ajeno a los cánticos de «Vinicius, Balón de Playa» y a los habituales insultos en uno de los estadios que más ganas le tienen. No fueron racistas, como hace dos años, pero finiquitados (o eso por fin parece) los improperios a Vini por el color de piel, no estaría mal que se empezara a tomar conciencia de que llamar «tonto», o acordarse de las madres, no tiene que ser aceptado por ningún jugador, por mucho que esté normalizado. Una actitud de Mestalla reprochable como también lo es el comportamiento del futbolista. Tras esa polémica acción mediada la primera mitad, entró en su habitual bucle de protestas contra el árbitro. Vinicius no puede estar la mitad del partido pidiendo amarillas para los rivales, aunque haya recibido buenas patadas. Ni discutiendo con ellos, aunque se tiren al suelo en diferido, simulando una agresión, por un golpecito en la parte lateral de la cara con las manos abiertas. Ni poniéndole el dedo en la cara al colegiado cuando te expulsa y lanzarse a por él, a pesar de que sea injusta esa roja. Hace justo un año, cuando el Madrid goleó al Barça en la final de la Supercopa de España, con un Vini estelar, el brasileño dijo tras el partido que no era un santo y que tenía mucho que mejorar en su actitud. Doce meses después, no ha cumplido con su palabra y ha dado pasos hacia atrás. Volver a hacer el gesto de los dos dedos para mandar a Segunda a Mestalla, como hace dos años en ese mismo estadio, o como en Vallecas hace tres semanas, está muy lejos de los valores de la camiseta que viste. Camiseta que podrá ponerse mañana, si Ancelotti así lo considera, en el partido de Copa ante la Deportiva Minera. El Comité de Competición se reúne el martes por la tarde para estudiar las alegaciones del Madrid a la roja vista en Mestalla, pero lo más probable es que Vinicius no se vista de blanco los dos próximos partidos de Liga. La redacción del acta de Soto Grado ha levantado polvareda, pero aclara el castigo. El colegiado, una vez revisada la jugada en el monitor, le dijo a Muñiz Ruiz, árbitro del VAR, que iba a expulsar a Vinicius y le pregunta si el balón estaba parado. La respuesta de Muñiz Ruiz es «efectivamente». Lo pregunta porque en el vivo, Soto Grado está de espaldas al percance entre el brasileño y Dimitrievski, siguiendo el juego que, en esos momentos, se dirime en banda derecha del Valencia. Es ahí cuando recibe por el pinganillo la indicación del asistente de que la jugada de Vinicius, que precede al rifirrafe con el portero macedonio, debe ser invalidada por fuera de juego. Soto Grado pita justo medio segundo después del golpecito de Vini a Dimitrievski, por lo que técnicamente el balón no estaba detenido y, por eso, no lo refleja como tal en el acta y solo habla de que el balón no estaba en disputa entre ambos protagonistas: «En el minuto 79 el jugador (7) De Oliveira Do Nascimento, Vinicius José fue expulsado por el siguiente motivo: Por golpear a un adversario en la cabeza de manera deliberada, sin estar el balón en disputa, empleando fuerza no insignificante. Una vez expulsado, dicho jugador tuvo que ser sujetado por miembros de su club y retirado a vestuarios mientras continuaban sus protestas». Si el balón hubiera estado detenido, Vinicius podría haber recibido una sanción de cuatro a doce partidos por agresión, pero al no ser así, se expone a un castigo de dos a tres encuentros por conducta violenta. En este caso, sí estaría disponible para la Supercopa de la próxima semana en Arabia, en la que el Madrid se mide el jueves con el Mallorca en la segunda semifinal.