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Musk y la farsa con Trump

Publicado: junio 2, 2025, 12:30 am

Elon Musk, el profeta tecnológico que sueña con Marte mientras sacude la Tierra con sus tuits, ha escenificado su salida del circo de Donald Trump con una sonrisa de compromiso. En el despacho oval, el presidente lo despidió con alabanzas grandilocuentes, llamándolo «genio y patriota», mientras Musk, con un ojo morado que atribuyó a un juego con uno de sus hijos, prometía seguir como «amigo y asesor». Una despedida de postal, un show para las cámaras. Pero bajo la superficie, las grietas son profundas. El fiasco del Department of Government Efficiency (DOGE), las caídas de ventas de Tesla, las críticas de Musk a los aranceles y las restricciones a las visas de estudiante han convertido esa amistad en una coreografía de conveniencia.

El DOGE, esa quimera para podar el gasto federal, ha sido un desastre envuelto en fanfarria. Prometió recortar 2 billones de dólares, luego 1 billón, pero acabó con apenas 175.000 millones, según sus propias cifras infladas, de las cuales solo una fracción está documentada. Atrapado en un papel más simbólico que efectivo, Musk se convirtió en el chivo expiatorio de recortes impopulares mientras Trump dejaba que su «amigo» cargara con las culpas. Y, por otro lado, el mercado, siempre cruel, ha dictado sentencia. Las ventas de Tesla, que durante años desafiaron la gravedad, se hunden bajo el peso de boicots y protestas. Consumidores progresistas, que hasta hace poco veían en Tesla un faro de sostenibilidad, rechazan la marca, indignados por su vinculación con el trumpismo.

Finalmente, están las críticas abiertas de Musk, un terreno donde pocos se atreven a desafiar al rey del MAGA. Los aranceles, pilar del proteccionismo trumpista, son veneno para el hombre más rico del mundo, ya que encarecen la producción y frenan la innovación. La política fiscal de Trump, que infla el déficit con recortes fiscales para los ricos y más gasto en defensa, también recibió dardos de Musk, pues contradice la misión de DOGE. Pero su discrepancia más fuerte toca un nervio estratégico: las restricciones a las visas de estudiante, que el presidente justifica como protección del empleo local, pero que el tecnólogo ve como un disparo al corazón de la innovación estadounidense.

También el economista Dani Rodrik, famoso por su trilema sobre la globalización, ha coincidido en señalar el gravísimo error de atentar contra la captación del talento extranjero. Sin estudiantes internacionales, Estados Unidos se arriesga a un futuro de mediocridad. La despedida con Trump entregando a Musk una llave dorada y ambos sonriendo para las cámaras fue un ejercicio de cinismo. Esa ‘amistad’ ahora no es más que una pose de conveniencia, y la cordialidad de la despedida no oculta las heridas.

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