La princesa Mette-Marit acudió el pasado lunes al concierto de un coro navideño en la Catedral de Oslo. Sentada en primera fila, la mujer de Haakon se puso a llorar en varias ocasiones, aunque trató de disimular el momento, incómodo y triste a la vez.
Mette-Marit lleva en el centro del huracán desde que en agosto pasado su hijo mayor, Marius Borg, fuera detenido por violencia contra su novia y destrozos en su casa. Desde entonces, la vida de la princesa es un calvario sembrado por las denuncias a su hijo y las críticas a su gestión y la de su marido, que habría ocultado pruebas para tratar de librar de la cárcel a su hijo e hijastro.
La semana se ha completado para Mette-Marit con la asistencia a un centro de mayores, junto a su marido, que la apoya plenamente en esta lucha por cambiar los hábitos de su hijo. De hecho, la pareja estuvo todo el acto con las manos cogidas.
También acudió la pareja con sus hijos pequeños, Ingrid, la heredera, y Sverre Magnus, al tradicional concierto navideño en el Palacio Real. Todos dieron la bienvenida a los asistentes, muchos de los cuales eran voluntarios y trabajadores sociales.
Y a Mette-Marit se le quebró la voz, prueba de que la emoción está muy presente en cada uno de sus gestos, probablemente, imbuida por el pensamiento hacia su hijo mayor.