Publicado: febrero 24, 2025, 9:20 pm
Las elecciones del domingo en Alemania devolvieron el Gobierno a la conservadora Unión Cristianodemócrata (CDU), al tiempo que la ultraderechista AfD, más fuerte que nunca, se erigÃa en segunda fuerza polÃtica del paÃs. Alemania ha experimentado un giro a la derecha, pero el gobierno más plausible parece ser de nuevo otra gran coalición «rojinegra» entre los conservadores cristianos y los socialdemócratas como cordón democrático. En eso confÃa el CDU, que aspira a convencer a los socialdemócrata de que esta la única y quizás la última oportunidad.
El lÃder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), Friedrich Merz, ha afirmado que quiere formar gobierno «en torno a Semana Santa» o a finales de abril e iniciará contactos con la socialdemocracia a la mayor brevedad posible. Sin embargo, el SPD, que se ha dado el gran batacazo electoral de su historia, se ha mostrado más cauto y ha recordado que reeditar un pacto exige más acuerdos y menos brechas programáticas entre ambas formaciones.
«Estoy decidido a mantener conversaciones constructivas, buenas y rápidas con los socialdemócratas», dijo Merz.
Merz hablará con los presidentes del SPD, Lars Klingbeil y Saskia Esken, y contactará también con el canciller saliente, Olaf Scholz, quien en las últimas horas se ha descartado en un futuro gobierno, pero ha prometido que terminará su labor de la mejor manera garantizando un colaborativo proceso de transición.
Reeditar la gran coalición
Esta no es la primera vez que conservadores y socialdemócratas se asocian. Lo hicieron en 2013 y 2018, en la gran coalición liderada por Angela Merkel, pero el SPD está escéptico y ya ha señalado una serie de posibles puntos de fricción que podrÃan dificultar las conversaciones.
En el SPD dicen que será la militancia socialdemócrata la que avale el pacto. El copresidente socialdemócrata Klingbeil ha explicado que «no está claro» en este momento que el SPD vaya a entrar en un futuro gobierno y que cualquier decisión todavÃa necesita ser meditada durante «las próximas semanas, o meses». No obstante, ha señalado que «la pelota está en el tejado de Friedrich Merz».
Un acuerdo de tres patas
El democristiano ya ha avanzado que los contactos se centrarán en tres grandes temas, uno de los cuales es la polÃtica exterior y de seguridad, en un momento en el que Europa debe ser capaz de actuar «muy rápidamente», por lo que esta cuestión tiene «prioridad absoluta». Aquà las posiciones de conservadores y socialdemócratas están bastante alineadas, mientras que en materia de migración y economÃa -los otros dos grandes temas- sus posturas son más antagónicas. Merz manifestó la suposición de que los socialdemócratas estarán dispuestos a «resolver el problema» de la migración irregular, pero para el partido de Scholz el cierre de fronteras a los solicitantes de asilo, las llamadas devoluciones en caliente, es una lÃnea roja, ya que es contrario al Derecho comunitario.
También en lo económico existen divergencias, pues el SPD quiere asumir más deuda para poder financiar inversiones y subvenciones para atraer a empresas extranjeras con el objetivo de reactivar la economÃa, mientras que Merz apuesta por bajar los impuestos y reducir los costes.
La gran coalición, el escenario favorito de Merz, parece a dÃa de hoy la única vÃa para Alemania, facilitada por el hecho de que Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), de izquierda populista, se quedó fuera de la Cámara Baja por apenas 13.400 votos, con un 4,972 % de votos.
Una Alemania partida en dos
Mientras tanto, sobre las brumas de la coalición planea el ascenso meteórico de la AFD. El presidente de la CSU, Markus Soeder, en alusión a la formación de ultraderecha, ha alertado este lunes de que «este es realmente el último cartucho de la democracia», tras lograr los de Alice Weidel el mejor resultado de su historia con el 20,8% de los votos, uno de cada cinco.
El mapa del voto de las elecciones efectivamente ha dibujado, 35 años después de la reunificación de 1990, una Alemania partida en dos. Ahora es la ultraderecha de la AFD la que se alza en toda la antigua Alemania del Este, con excepción de la capital, BerlÃn, feudo de la izquierda, mientras los democristianos dominan el oeste y el sur del paÃs.
En los estados federados de Brandeburgo, Turingia, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Mecklemburgo-Pomerania Occidental, la AfD se ha impuesto por abrumadoras mayorÃas que van del 32,5 al 38,6% de los votos.
Ante el empuje ultraderechista en el Este, la candidata a la CancillerÃa por Alternativa para Alemania, Alice Weidel, destacó que su partido ya es «el doble de fuerte que la CDU en la Alemania Oriental», y que eso «es exactamente lo que ocurre cuando un partido como Alternativa para Alemania se ve cubierto por una campaña izquierdista de desprestigio tras otra» y sus votantes «son insultados».
Los analistas sugieren que detrás del arrase ultra confluyen un resentimiento de los ciudadanos que se quedaron en el Este respecto del oeste, que hace el voto más volátil, un desencanto con las izquierdas y un voto antiinmigración principalmente juvenil.
La lÃder ultra Weidel ha mostrado su confianza en poder sobrepasar a la CDU en las siguientes elecciones de 2029, mientras ha ido ya recibiendo las felicitaciones de lÃderes europeos como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, o de altos funcionarios de la Casa Blanca, como Elon Musk.
Europa mete prisa a Alemania
Desde fuera de Alemania, la Unión Europea ha señalado que en el contexto geopolÃtico actual espera la rápida formación de un nuevo gobierno en Alemania después del triunfo de claro de la coalición Unión Democristiana/Unión Social Cristiana (CDU/CSU) dado que urge dar pasos a nivel europeo, con Alemania en el centro de las decisiones.
Precisamente respecto de las relaciones entre la UE y EEUU en medio de un escenario geopolÃtico altamente sensible, el posible nuevo canciller ha adelantado que será difÃcil lidiar con «el peor de los escenarios», aquel en el prevalezcan en Estados Unidos aquellos que no sólo hacen de su lema ‘America First’ (‘América primero’) sino incluso ‘America Alone’ (‘América Sola’), advirtió. Dijo, no obstante, albergar la esperanza de que será posible mantener la relación transatlántica «en interés mutuo», porque «si se destruye, no sólo será en detrimento de Europa, sino también en detrimento de Estados Unidos».