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Medallas y estrategias

Publicado: diciembre 11, 2025, 2:30 am

Casi al unísono, Donald Trump recibió una medalla de la paz –galardón creado ad hoc por la FIFA para rendir pleitesía al ególatra– y se hizo pública la nueva estrategia de seguridad de la Casa Blanca. Es difícil discernir cuál de los dos eventos resulta ser más extravagante. No disfrutando del oropel del Nobel de la Paz –por razones obvias–, Trump se conforma con cualquier lisonja de todo a cien, aunque se la ofrezca ese personaje zalamero que es el presidente de la FIFA, dispuesto a rebajarse lo que resulte necesario a cambio de obtener lo que le interesa. Tan ridículo fue el episodio que Trump se puso la medalla a sí mismo, incapaz de esperar a que alguien se la pusiera, o temeroso de que tal condecoración se quedara en la caja que la portaba y no se la viera todo el mundo.

En esas horas tan pintorescas, la Administración Trump nos informó de que su estrategia para los tres años que faltan de mandato va a consistir en promocionar a sus amigos autócratas, especialmente a Vladimir Putin, y demonizar a las democracias europeas. Llevado al extremo, Estados Unidos permitiría al dictador ruso conseguir de iure lo que ahora pretende imponer de facto con la invasión de Ucrania: el derecho de conquista, que quedó demonizado al terminar la Segunda Guerra Mundial.

El mejor invento político de la humanidad es la democracia. Y el segundo mejor invento político es la Unión Europea que, en sentido estricto, es un milagro: ha permitido reunir en una misma organización a los países que dedicaron décadas a agredirse y amenazarse, y que ahora –muchos de ellos– comparten moneda y han eliminado sus fronteras internas. Para Trump esto es una molestia porque la Unión Europea ha sido un freno para las opciones políticas extremistas, a izquierda y derecha.

Y el presidente de Estados Unidos y sus aliados ya amenazan con entrometerse en las elecciones de países europeos para promocionar a Orbán, Le Pen o Abascal. Es lo que ha aprendido de Putin, que tanto ayudó a Trump a ganar las elecciones de 2016, con una intensa injerencia que, si no fue el único elemento que facilitó aquel resultado, sí resultó ser uno de los principales. Pero no hay solo estrategia política ni mucho menos geopolítica: hay estrategia económica personal.

Trump no ha abandonado sus intereses empresariales, algo que debió hacer el día que ganó las elecciones. Lisonjea al príncipe heredero saudí porque su familia tiene negocios muy rentables en ese país del Golfo Pérsico. Y Rusia siempre ha estado en el radar empresarial del presidente estadounidense, y la guerra no lo facilita. Mientras Ucrania no se rinda y la Unión Europea apoye el esfuerzo ucraniano, el beneficio se retrasa.

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