La Justicia italiana ha absuelto este viernes al ministro de Transporte de Italia y vicepresidente del Gobierno, Matteo Salvini, por negar el desembarco de 147 migrantes rescatados frente a Lampedusa a bordo del barco Open Arms en 2019 durante su mandato como titular de Interior.
La segunda sección penal del tribunal de Palermo, presidida por Roberto Murgia, ha anunciado el veredicto tras ocho horas de deliberación. La Fiscalía había solicitado una pena de prisión de seis años, según ha recogido la agencia de noticias AdnKronos.
El caso se remonta a agosto de 2019, cuando la ONG Open Arms solicitó a las autoridades italianas un puerto seguro donde desembarcar a los más de 160 migrantes -27 de ellos menores de edad- que había rescatado en tres operaciones distintas realizadas en aguas del Mediterráneo central.
El barco pasó una veintena de días en el mar, siete de ellos frente a las costas de la isla de Lampedusa, como resultado de un pulso con el Gobierno y, en particular, con Salvini, que promulgaba una política de ‘puertos cerrados’ frente a los buques de las organizaciones que operaban en el Mediterráneo.
Salvini ha basado su defensa en la necesidad de blindar a Italia frente a la inmigración irregular, atribuyendo un carácter político a un juicio que, según él, pone en entredicho que un ministro cumpla con su deber. La Fiscalía, sin embargo, considera que se excedió en la medida y que no había riesgo alguno que justificase el bloqueo de los migrantes.
Puño de hierro contra la inmigración
En la última década, Matteo Salvini ha sido el rostro más duro contra la inmigración irregular. El caso que le ha sentado en el banquillo ha sido el bloqueo del barco de la ONG española Open Arms en agosto de 2019, cuando como ministro del Interior en otro Gobierno, imponía su severa ley de «puertos cerrados» a estas organizaciones.
Fueron veinte días en los que Salvini, por entonces socio del Movimiento 5 Estrellas (M5S), dejó a 147 inmigrantes a bordo de la nave a merced del sol y las olas, hasta que un fiscal ordenó su desembarco en la isla de Lampedusa. Salvini ha consagrado su vida a la política, tras un paso inconcluso por la Universidad en su juventud, pero su saltó a la primera plana se produjo en 2013, tomando las riendas de un partido llamado entonces Liga Norte.
El político se encargó de renunciar a las viejas aspiraciones independentistas de la formación para convertirla en una fuerza ultraderechista nacional. Y no le fue mal: una legislatura después, en las elecciones del 2018, su nueva Liga -a secas, sin el ‘norte’- pasaba del 4% de los votos de 2013 al 17,36%, convirtiéndose en el nuevo partido estrella de la derecha, superando al totémico Silvio Berlusconi.
Así empezó su momento más dulce, pero también, sin saberlo, se incubaba un futuro calvario judicial. Aquellos comicios alumbraron el Gobierno de coalición entre Salvini y los populistas del M5S, encabezado por Giuseppe Conte, pero el político exigió, además de la vicepresidencia, el Ministerio de Interior: quería controlar la inmigración.
Suyos son los llamados «Decretos Seguridad», que preveían multas a los barcos que salvaban inmigrantes en la peligrosa ruta del Mediterráneo central, acusándolos de fomentar el fenómeno. Pero también la mencionada política de «puertos cerrados», por la que vetó al Open Arms y hasta barcos militares. Mientras, Salvini vivía un verano de locura, con fiestas en la playa entre jóvenes en bañador, mojito en mano, al calor de unos sondeos que le encumbraban.
Hasta que un día, en un intento de asaltar el poder, decidió romper la coalición. Pero las cosas no fueron como pretendía y sus viejos aliados del Cinco Estrellas se quedaron coaligándose con los socialdemócratas del Partido Demócrata.
Los días dulces de Salvini tocaban a su fin. La Fiscalía le investigaba por el bloqueo de naves humanitarias y la nueva coalición no solo desmantelaba sus leyes, toda una Damnatio memoriae, sino que en 2020 le retiró la inmunidad parlamentaria. Así, en enero de 2021, el Tribunal de Palermo procesarle por el pulso con el Open Arms hasta que este viernes, tres años después, ha resultado absuelto.
Entretanto otro partido le adelantaba por la derecha: los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, que había tomado su relevo como fuerza alternativa, siendo la única que no respaldó el Gobierno de unidad nacional de Mario Draghi en pandemia. Meloni ganaría las elecciones en septiembre de 2022, con un 26% de los sufragios, mientras Salvini se hundía en el 8%. Pero resistió en el poder, en coalición con ella, primera ministra, y la conservadora Forza Italia del difunto Berlusconi.
Desde entonces, Salvini, con un partido menguado electoralmente pero que controla firmemente, sin grandes amenazas de sucesión, está a la sombra de Meloni, reina de la ultraderecha, aunque manteniendo su tono duro. Ahora ejerce como vicepresidente y ministro de Infraestructuras y Transportes pero, a la hora de repartir carteras, puso en Interior a quien fuera su jefe de gabinete en los años de su pugna marítima a las ONG: Matteo Piantedosi.
En el pasado, admirador del presidente ruso Vladímir Putin, ha arrebatado a Meloni algunos de sus antiguos socios en la Unión Europea, engrosando el grupo ‘Patriotas por Europa’ del ultranacionalista húngaro Viktor Orbán o los españoles de Vox.
Salvini, vehemente y omnipresente, también en las redes sociales, ha agitado a su partido ante el veredicto y se ha presentado como víctima de una cacería judicial, confesando la preocupación de sus hijos Federico, de 21 años, y Mirta de 11. Finalmente absuelto, el otrora capitano podrá vivir una Navidad serena con su novia y familia, soñando un futuro en el que vuelva a seducir a los italianos.