Publicado: diciembre 11, 2025, 2:00 am
«Cuando le quito el móvil, se enfada, grita y dice que le arruino la vida«. Este tipo de frases cada vez son más frecuentes en los hogares españoles. Los ratos que antes se destinaban a jugar se han convertido, para muchos niños y adolescentes, en horas interminables conectados a internet y una necesidad digital constante.
Según las estadísticas extraídas del reciente Observatorio SaveFamily, 7 de cada 10 padres apoyan la prohibición del móvil en los colegios, y más del 60% considera necesaria la restricción del acceso a redes sociales en menores. Detrás de estas cifras se esconde una inquietud compartida: la pérdida de control sobre el uso de la tecnología en casa. La psicóloga infantojuvenil María García, colaboradora de la campaña ‘Cargando Valores’, nos ubica en la situación actual de un problema que ya está teniendo consecuencias en la salud mental de los pequeños.
«No se trata de demonizar las pantallas, sino de enseñarles a usarlas de forma sana»
La psicóloga entrevistada nos habla de que «la frontera entre el uso y la dependencia se cruza cuando el dispositivo deja de ser una herramienta y pasa a convertirse en una necesidad emocional». Tras realizar consultas junto a decenas de niños de diferentes edades, la especialista asegura que se repiten los mismos patrones: niños que se irritan si se les retira la pantalla, que pierden interés por otras actividades y que buscan aprobación constante en redes o videojuegos.
El verdadero problema, según la experta, «no está en la tecnología en sí, sino en la forma en la que se integra en la vida cotidiana. Por lo tanto, no se trata de demonizar las pantallas, sino de enseñar a los menores a relacionarse con ellas de forma sana y equilibrada. El riesgo surge cuando el móvil o la tablet sustituyen el contacto humano, el juego libre o la gestión de emociones«.
García insiste en que los efectos «se están notando en edades cada vez más tempranas: alteraciones del sueño, irritabilidad, baja tolerancia a la frustración y dificultades de atención son ya motivos habituales de consulta psicológica». Según el Observatorio de SaveFamily, el 53,3% de los padres afirma que el uso de dispositivos digitales ha tenido un impacto emocional en sus hijos. Además, el 30,9% de los niños se irrita si se le retira el dispositivo y hasta un 23,8% experimenta ansiedad al no tener acceso a ellos.
Cómo reconocer que nuestro hijo tiene un problema con el móvil
La experta explica que es complicado reconocer exactamente la gravedad del asunto, «ya que en cada niño el enganche puede ser en mayor o menor medida. Lo que sí que puedo decir es que cada vez la dependencia a los dispositivos móviles o tablets aparece en edades más tempranas y por tanto la problemática llega antes…. Hablamos de menores de 4-5 años ya con serias dificultades para dejar los móviles».
Para reconocer si nuestro hijo tiene dependencia, «hay 3 factores que yo siempre tengo en cuenta en consulta: la edad del menor, el tiempo de uso diario y las consecuencias que le generan a él o a su familia. Sobre todo ésta última es la más importante para mí, cuando una dependencia causa una problemática en el menor o en el ambiente familiar.»
Y añade: «Siempre que hay un enganche el desarrollo psíquico y emocional ya se ve alterado. Síntomas como irritabilidad o enfado cuando no están conectados, pérdida de interés por las relaciones sociales, necesidad de validar su autoestima e identidad a través de las redes sociales, y pérdida en la calidad de sueño nos están indicando que tenemos un problema».
¿Cuál es la frontera entre el uso y la dependencia?
En cuanto al punto que marca el límite que no debería traspasarse, ese que está entre el uso saludable de la tecnología y el ‘enganche’, María García lo establece «en el momento exacto en que la dependencia se convierte en un calmante emocional ̈para el niño. Es decir, cuando se convierte en un recurso para que el niño esté bien. Ahí ya le estamos diciendo a nuestro cerebro que necesitamos eso para calmarnos«.
En el caso de los menores, «es el adulto responsable el que debe dirigirles, porque no se trata de prohibir o castigar, sino de enseñarles a hacer un uso responsable de los dispositivos. Siempre debemos empezar por una conversación clara para que entiendan cuál es la situación y los límites que vamos a ir poniendo para hacer un uso responsable».
Poco a poco deberemos ir haciendo «una reducción progresiva del uso del dispositivo, pero nunca quitarlo de golpe. Para ayudar a esta restricción les planteamos actividades alternativas que puedan ser atractivas para ellos. De hecho, cada vez más familias —y yo misma lo observo en consulta— optan por introducir dispositivos como los relojes inteligentes pensados para niños, que permiten cierta autonomía sin dar el salto prematuro al móvil. A su vez, iremos acompañándoles emocionalmente y empatizando con ellos durante todo el proceso».
De esta forma, estaríamos ayudando a los niños a alcanzar una mayor regulación emocional, a mejorar la calidad de sus relaciones sociales, a conseguir calidad de sueño y capacidad de atención y concentración, y a que crezcan con una autoestima más fuerte y segura. No solo ganan los niños: mejora la convivencia familiar, la calidad del descanso, y el sentido de responsabilidad. Es un crecimiento con valores reales», concluye la psicóloga.
