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Los paralelismos del segundo año del reinado de Carlos III con 1992, el 'annus horribilis' de su madre

Publicado: diciembre 27, 2024, 12:20 pm

Quedan unos días para que acabe el año 2024 y para la familia real británica, y más en concreto para el rey Carlos III, no habrá pena a la hora de decirle adiós.

Los últimos doce meses han estado plagados de malas noticias, hasta el punto de que puede equipararse a 1992, que para su madre, Isabel II, fue el annus horribilis, como ella misma lo calificó.

El diario londinense The Guardian ha destacado los paralelismos entre el 2024 de Carlos III y el 1992 de Isabel II.

El diagnóstico de cáncer del rey y el de la princesa de Gales fue un mazazo para la familia, mientras que el mal criterio del duque de York, el príncipe Andrés, ha ensombrecido la Navidad en Sandringham.

Por otro lado, las incesantes acciones legales de Harry, el duque de Sussex contra los periódicos han sido noticia y el hijo menor del rey volverá a testificar en Año Nuevo.

2014 empezó torcido desde muy pronto: el 17 de enero llegaron las primeras señales con un doble anuncio: tanto Carlos como la princesa de Gales necesitaban tratamiento hospitalario, aunque en ese momento no se sospechaba que en ninguno de los dos casos se tratara de cáncer.

Por su parte, el príncipe Andrés fue llamado a testificar bajo juramento sobre su papel en el escándalo de abusos de Jeffrey Epstein. Al final, sus negocios comerciales, incluida la controversia más reciente sobre el supuesto espía chino Yang Tengbo, han fijado el foco, como lo estuvo en 1992, en las finanzas del príncipe.

Aunque el rey Carlos ha vuelto a sus obligaciones a tiempo completo y la princesa Kate, que ha dicho que ya no tiene cáncer, se está adaptando poco a poco a la nueva situación, las enfermedades de ambos también han afectado de manera indirecta a otros miembros de la familia.

El hecho de que se vieran obligados a retirarse temporalmente de sus compromisos públicos significó que Camilla y la princesa Ana tuvieran que que asumir más protagonismo, apoyadas por el duque y la duquesa de Edimburgo, hasta que Ana sufrió su propio percance médico: una conmoción cerebral a causa de lo que se cree que fue una patada de caballo.

El príncipe Guillermo también estuvo fuera de escena por un tiempo, lo que generó críticas. Más tarde se supo que tenía una buena razón: el heredero necesitaba estar en casa mientras su mujer se enfrentaba sus problemas de salud en privado. La polémica por la manipulación digital de una foto familiar en el Día de la Madre también fue parte del panorama. De hecho, el propio príncipe ha descrito el año como «brutal».

«No estoy sugiriendo que esta vez la institución se haya visto sacudida, pero este año ha puesto de relieve cierta vulnerabilidad de la institución, y es que en general son un grupo de personas mayores y no hay muchos miembros de la realeza jóvenes de alto rango que puedan soportar la carga», dice a The Guardian Joe Little, editor en jefe de Majesty Magazine.

1992: el ‘annus horribilis’ de Isabel II

La definición de annus horribilis en referencia a 1992 la acuñó la propia Isabel II en un discurso en el 40º aniversario de su sucesión, durante un almuerzo en el Guildhall de Londres.

Ciertamente, el año fue terrible para la monarquía. Carlos y Diana se separaron formalmente y la publicación de la biografía de Diana escrita por Andrew Morton dibujó a Carlos como un adúltero y pintó a su entonces esposa como una bulímica traicionada y autolesiva.

Los duques de York también se separaron y Sarah Ferguson apareció en los tabloides, en topless en Saint Tropez, mientras su entonces asesor financiero le chupaba los dedos de los pies.

También se publicaron conversaciones privadas entre Diana y un amigo, y, ya a principios de 1993, una conversación extremadamente íntima entre Carlos y Camila (la del famoso ‘tampax’).

Pero si todo esto no era suficientemente doloroso, 1992 fue el año del incendio del castillo de Windsor. Curiosamente, el hoy defenestrado príncipe Andrés fue uno de los héroes aquel día, ayudando a rescatar artefactos históricos.

A la destrucción física del castillo de Windsor le acompañó un aumento del fervor republicano en Reino Unido precisamente por los costes de la reforma. Cuando el entonces primer ministro, John Major, sugirió que el público asumiera el coste de las reparaciones de Windsor, hubo protestas. Se anunció rápidamente que el Palacio de Buckingham se abriría al público para recaudar los fondos.

La reina Isabel II y el entonces príncipe de Gales, Carlos, se ofrecieron voluntariamente a pagar impuestos sobre la renta y sobre las ganancias de capital, al igual que sus ciudadanos.

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