Publicado: marzo 26, 2025, 7:00 am
Una de las cosas más lindas que he hecho en mi vida ha sido bucear en los bosques de algas gigantes de Baja California.
Estas algas, que crecen cerca de 30 metros, forman paisajes submarinos que se mueven al vaivén de las corrientes y las olas, y son refugio y sitio de alimentación, crianza y reproducción de especies como el abulón, la langosta, estrellas y erizos de mar, entre muchos otros.
Ayudan también a atenuar la fuerza de las corrientes marinas y la de las tormentas, y así protegen la costa y, por lo tanto, a quienes viven en ella.
Crecen tan rápido que casi puede vérseles ganar tamaño (¡hasta 50 centímetros por día!). Viven en los mares del Pacífico norte y sur de América y en Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, sitios donde el agua rara vez supera los 21º C.
Desafortunadamente, hoy están en riesgo, y frente a la Baja California se ha reducido un 60% de estos ecosistemas.
La razón: una suma de causas.
Hace 10 años ocurrió una especie de bomba de calor en el mar que los desapareció. Regularmente esto sucedía cuando la temperatura subía más de lo que toleran; su presencia se reducía y se recuperaban en cuanto volvían las condiciones regulares de esas latitudes. Sin embargo, eso no ocurrió.
Junto con la bomba de calor, o por ella, desapareció una estrella de mar atacada por un virus. La estrella era el depredador clave del ecosistema, es decir, el que controla a las poblaciones que quieren salirse del carril y crecen demasiado. Es el caso de un erizo morado, un consumidor voraz de las algas que forman los bosques.
En estos bosques vive también un erizo rojo, una de las más valiosas pesquerías, cuya gónada o bolsa de huevecillos se exporta a Japón por su valor gastronómico.
El erizo rojo es también una especie de controlador del erizo morado porque compite con él.
Así que, al subir la temperatura que no les gusta a las algas, al desaparecer la estrella de mar que controlaba a los erizos morados, y al mantenerse la pesca de erizo rojo, que algo controlaba a los erizos morados, el bosque no pudo prosperar y perdió la batalla. Al menos por ahora.
Hace un par de semanas, regresé a Baja California y escuché la historia que les cuento. Ahí, donde pasé años aprendiendo los secretos del océano, los investigadores que fueron mis compañeros de aula idearon rutas para recuperar los bosques donde buceamos juntos alguna vez.
Diseñaron estrategias para crear un esfuerzo colectivo, jugar el rol de la estrella desaparecida y controlar a los erizos morados, acordar con los pescadores para que pesquen de forma sustentable, reproducir y crecer algas en laboratorio para replantarlas en los sitios donde hayan controlado al erizo, entre otros trabajos que tienen en mente.
Además de la belleza del paisaje, que ya es una razón para salvarlos, los bosques de algas capturan grandes cantidades del dióxido de carbono que necesitamos controlar. Por eso y por volver a nadar entre sus frondas, vale la pena el esfuerzo y el éxito de las y los investigadores de la UABC.
*Subsecretaria de Biodiversidad y Restauración Ambiental, en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Gobierno de México.