Publicado: abril 8, 2025, 7:30 am
Bajo la premisa de proteger a empresarios y agricultores nacionales, en 1930 y recién estallado el crack del 29, Estados Unidos aprobó la Ley de Tarifas Smoot-Hawley, con la que incrementó los aranceles de importación de alrededor de 900 productos en un promedio de entre el 40% y el 60%. El resultado fue catastrófico y contribuyó a agudizar la Gran Depresión de 1929: el comercio global cayó en picado, llegaron fuertes represalias de otros países, los bancos cayeron en bancarrota y se produjo un aislamiento económico que muchos historiadores aseguran, fue decisivo para el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, el temor a que la historia se repita mantiene en vilo las bolsas de todo el mundo.
De sus impulsores, los senadores Reed Smoot y Willis C. Hawley procede el nombre de esta ley arancelaria, considerada como una de las más controvertidas jamás promulgadas por el Congreso estadounidense. Su aprobación tuvo lugar el 17 de junio de 1930, con el republicano Hoover a la cabeza del Gobierno.
¿Qué sucedió tras su aprobación?
Aunque en su campaña presidencial de 1928 Hoover prometió aumentar los aranceles sobre los productos agrícolas, fue tras asumir el cargo, presionado por grupos de otros sectores económicos, cuando decidió apoyar un aumento más amplio.
Sin embargo, las consecuencias que tuvo la aprobación de estas medidas arancelarias fueron devastadoras: el día que firmó la ley, las acciones en Wall Street perdieron 1.000 millones de dólares de valor y las exportaciones -en su mayoría agrícolas- pasaron de 7.000 millones de dólares en 1929 a 2.400 millones en 1932, según la CFI, destruyendo el sector agrícola estadounidense por completo. Además, en 1932 se redujeron un 85,5 % las exportaciones de hierro y acero.
La American Economic Association avisó de sus consecuencias:
El 5 de mayo de ese año, 1.028 miembros de la American Economic Association publicaron una declaración firmada que se oponía fuertemente a la ley Smoot-Hawley:
- En primer lugar, argumentaban que el arancel elevaría el coste de la vida al «obligar al consumidor a subvencionar el despilfarro y la ineficacia de la industria [nacional]».
- En segundo lugar, el sector agrícola no se vería beneficiado, ya que «el algodón, la carne de cerdo, la manteca de cerdo y el trigo son cultivos de exportación que se venden en el mercado mundial» y el precio de la maquinaria agrícola subiría.
- En tercer lugar, «nuestro comercio de exportación en general se resentiría. Los países no pueden comprarnos a menos que se les permita vendernos».
- En cuarto lugar, el arancel «provocaría inevitablemente que otros países nos devolvieran en especie nuestras mercancías».
- Por último, los estadounidenses con inversiones en el extranjero se verían perjudicados, ya que el arancel haría «más difícil que sus deudores extranjeros les pagaran los intereses que les adeudan».
¿Cuándo se recuperó la economía estadounidense?
En 1934, el presidente Franklin D. Roosevelt aprobó la Ley de Acuerdos Comerciales Recíprocos, con la que se redujeron los impuestos a las importaciones y se fomentó la liberalización del comercio y la colaboración con gobiernos extranjeros. Esto permitió que la economía estadounidense se recuperara y alcanzara la estabilidad antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, consolidándose como una potencia económica.
¿Podría suceder lo mismo con los aranceles de Trump?
La recién declarada guerra comercial de Trump tiene muchos paralelismos con lo ocurrido en 1930. Como entonces, el proteccionismo, la inestabilidad económica y la desconfianza de ciudadanos y empresas ante un mundo que se está rearmando, contribuyen a incrementar las probabilidades de una crisis económica que podría alcanzar dimensiones preocupantes.
Así lo explica Tamas Varga, de PVM Oil para El Economista: «Es un mundo inquietante e innecesariamente disfuncional, moldeado por egos descomunales, y solo cabe rezar para que la aparente falta de control y rendición de cuentas sea solo un fenómeno temporal. De lo contrario, incluso si la historia rima y no se repite con exactitud, las consecuencias de la Gran Depresión de la década de 1930, el auge del fascismo y la Segunda Guerra Mundial se tratarán en términos apocalípticos en un futuro próximo«.
«Estoy asustado», confesaba Kaletsky. «Asustado por el desplome bursátil, por una recesión estadounidense -que ahora considero casi segura- y por un posible colapso de la economía mundial, comparable con 2008».