Publicado: marzo 14, 2025, 2:00 pm
Apenas comenzando su segundo mandato presidencial, Donald Trump firmó más de 70 órdenes ejecutivas, señalando claramente su intención de retomar una política marcadamente proteccionista y unilateralista, particularmente en temas comerciales, migratorios y de seguridad nacional. Este enfoque agresivo ya ha comenzado a producir consecuencias tangibles, especialmente en el ámbito económico bilateral, poniendo en riesgo décadas de integración comercial bajo el T-MEC.
Efectivamente, el pasado 4 de marzo entraron en vigor aranceles del 25% sobre todas las importaciones provenientes de México, justificadas bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA). Si bien estos aranceles fueron suspendidos parcialmente el 6 de marzo para los productos que cumplen con las reglas del T-MEC, esta medida temporal deja en claro la precariedad actual de la relación comercial bilateral. La suspensión, aunque bienvenida, es limitada por definición: solo cubre productos exportados conforme a las estrictas reglas del tratado, dejando expuestos a sectores importantes con contenido significativo proveniente de terceros países, especialmente China.
Adcionalmente, el 12 de marzo entraron en vigor los aranceles al acero y aluminio anunciados bajo la sección 232. Esta medida, basada en supuestos motivos de seguridad nacional, afectará seriamente a la industria mexicana y podría perturbar gravemente las cadenas de suministro manufactureras en toda América del Norte, especialmente en sectores clave como la automotriz, electrónica y aeroespacial, en regiones clave para la economía como son los estados de Jalisco, Nuevo León y el Bajío.
Para complicar más el panorama, Trump continúa impulsando su política de aranceles «recíprocos», cuya implementación podría afectar directamente a México a partir del 2 de abril. Esta política busca igualar los aranceles cobrados por otros países a Estados Unidos, algo que, aunque teóricamente debería estar bloqueado por el T-MEC, podría generar nuevas incertidumbres jurídicas y económicas si EE.UU. decide desconocer sus compromisos multilaterales.
Las consecuencias de esta escalada serían devastadoras para México. Paradójicamente, lejos de resolver los problemas planteados por EE.UU. (migración, seguridad y narcotráfico), una crisis económica mexicana podría exacerbarlos, empujando mayores flujos migratorios hacia el norte y dificultando la cooperación bilateral en temas de seguridad y combate al tráfico de drogas, particularmente fentanilo.
En este entorno de alta incertidumbre, México debe mantener una postura firme, pero cautelosa. Las autoridades mexicanas han mostrado hasta ahora prudencia y disposición al diálogo, pero personalmente considero que México debe evitar caer en la tentación de negociar caso por caso, ya que de esa forma solamente nos extraeran concesiones sin recibir nada a cambio. Creo que es más importante que la disposición al diálogo parta de la defensa del principio general de que, existiendo un acuerdo comercial vigente, ningún producto debería ser sujeto a tarifas adicionales.
He comenzado a creer que, en este contexto, México debe evaluar seriamente la posibilidad estratégica de adelantar la revisión del T-MEC, originalmente planeada para 2026. Adelantar la revisión podría permitir negociar términos claros, otorgar certidumbre jurídica a empresas e inversionistas y evitar ser constantemente reactivos ante la volatilidad de las decisiones unilaterales estadounidenses.
Finalmente, México debe reconocer que cualquier negociación con Estados Unidos podría implicar concesiones difíciles, particularmente en temas relacionados con China. La presión estadounidense para que México adopte restricciones contra inversiones chinas, especialmente en sectores sensibles como semiconductores, telecomunicaciones y tecnologías avanzadas, probablemente aumentará en las próximas semanas. Esto presenta un reto significativo, dado que México también busca consolidarse como una plataforma competitiva para inversiones internacionales, incluyendo las chinas.
En suma, la coyuntura actual exige de México una estrategia firme, prudente y claramente definida. La experiencia reciente demuestra que la imprevisibilidad es la norma en las políticas comerciales estadounidenses actuales, por lo que anticiparse a escenarios complejos es más que una recomendación: es una obligación para México.
En la famosa paradoja del gato de Schrödinger, el gato dentro de una caja puede estar vivo y muerto al mismo tiempo, hasta que alguien abre la caja y verifica su estado. Algo parecido nos ocurre con los recientes aranceles impuestos por EE.UU. a México: están y no están al mismo tiempo. Este peculiar estado de incertidumbre se mantendrá hasta que sepamos el resultado final de las negociaciones que México sostiene con EE.UU., de modo que descubramos si los aranceles están “vivos” o “muertos”. Mientras tanto, nuestra economía permanece atrapada en esta extraña caja de incertidumbre, al más puro estilo del pobre gato.
*El autor es profesor investigador de la Universidad Panamericana; previamente, colaboró por veinte años en el gobierno federal en temas de negociaciones comerciales internacionales.