Publicado: mayo 27, 2025, 11:30 pm
Cuando el 7 de octubre de 2023 los asesinos de Hamás entraron en Israel, mataron a sangre fría a más de 1.800 personas y secuestraron a otras 250, yo, con los pelos de punta, escribí: «Ahora Israel va a desatar sobre Gaza el peor de los infiernos, pero eso a Hamás no le importa. Esa gente utiliza a los civiles como carne de cañón y usará los cadáveres como propaganda».
Por una vez, acerté. Pero nadie podía imaginar que, año y medio después, aquel terrible infierno continuase ardiendo. Las bombas israelíes siguen cayendo hoy después de acabar con 54.000 personas, de someter a los civiles al hambre, de obligarnos a ver una vez más imágenes de niños esqueléticos y moribundos, como en aquellas fotos de Auschwitz. Y Netanyahu, cuyo puesto depende del apoyo de una minoría de fanáticos religiosos tan peligrosos como los de Hamás, ha decidido volver contra sus enemigos el viejo grito de guerra de los fedayines: «Desde el río hasta el mar». Pretende anexionar Gaza y Cisjordania al Estado de Israel. Al precio que sea. Ese es el objetivo. Si los millones de personas que viven ahí huyen, mejor para ellos. Si se quedan, morirán. Y a quienes se atreven a oponérsele les tilda de «antisemitas».
No. El antisemita es él. Ese hombre desquiciado, que ya ha probado el sabor acre, irresistible, adictivo de la muerte –lo mismo que los nazis, los camboyanos de Pol Pot, los hutus, los serbios de Srebrenica–, se ha convertido en la peor desgracia que se ha abatido sobre su propio país, sobre su religión, sobre todo lo judío, al menos desde Judas Iscariote. Nunca nadie ha desprestigiado, ensangrentado y hecho odioso el nombre de Israel, en todo el mundo, tanto como Benjamin Netanyahu. Nadie ha incorporado a tantos millones de personas –también en todo el mundo– en la lista de los que apoyan a Palestina, incluidos los asesinos de Hamás, como ese hombre. Netanyahu es el peor de los antisemitas que haya conocido el mundo.
Tachar de antisemitas a quienes se indignan ante el horror que ha desatado ese individuo es un insulto a la inteligencia. Es como cuando otro tirano, el venezolano Maduro, llama fascistas a quienes denuncian que él roba las elecciones, todas las elecciones, una tras otra. Que es lo que hace. Y nadie cree a ninguno de los dos. Pero eso no les importa.
Nunca en mi vida me he puesto un pañuelo palestino, de esos a cuadros. Ni me lo pondré. Detesto a los fanáticos, sobre todo a los religiosos, que suelen mezclar nacionalismo con dictadura teocrática. Pero hoy, cuando termino de escribir esto, los aviones de Netanyahu han bombardeado una escuela y han matado al menos a 36 personas, la mitad de ellas niños. La justificación es la misma de siempre: que allí se escondían terroristas. Nadie en su sano juicio puede creer eso ya. De ahí mi indignación, que supongo que será parecida a la de muchos de ustedes. De ahí y del hecho de que, por indignarme, ese sinvergüenza se atreva a llamarme antisemita. A mí. Cuando el peor de todos los antisemitas es él.
