Publicado: octubre 4, 2025, 10:38 pm
Europa cuenta con bazas a su favor para situarse a la cabeza en la carrera por la hegemonía mundial, pero corre el riesgo de acabar relegada al pelotón por culpa de la fragmentación del mercado interior, un lastre histórico que debilita su poder negociador y amenaza con llevar su capacidad de innovación al carril de desaceleración . Los más de 450 millones de habitantes del continente representan un auténtico filón de cara a generar escalabilidad, pero el potencial se diluye a causa de un bloque que se comporta como una unión de países donde cada uno busca maximizar su interés. La divergente aplicación de la normativa común por parte de las autoridades nacionales es un reflejo de la falta de una unidad de acción con la que plantar cara a contendientes como Estados Unidos o China, que se reparten el liderazgo de las tecnologías clave de nuestro siglo. Desde una gobernanza armonizada hasta una revisión de la política de competencia o una mayor integración financiera, son muchos los frentes sobre los que voces tan respetadas como Enrico Letta, ex primer ministro de Italia y presidente del Instituto Jacques Delors, han llamado a actuar. Una Europa más cohesionada reforzaría su influencia, apuntalaría su autonomía estratégica, abriría la puerta a empresas con músculo suficiente para acometer las ingentes inversiones que demandan revoluciones como la inteligencia artificial o la computación cuántica , reduciría la fuga de startups… daría una marcha extra a la prosperidad de los Veintisiete para que dejen de ser meros consumidores de los desarrollos de otros y puedan alumbrar proyectos conjuntos de largo alcance que creen valor añadido. Diversos indicadores alertan sobre la pérdida de fuelle de la UE. El Fondo Monetario Internacional revela que su participación en el PIB mundial, en términos de paridad de poder adquisitivo, ha caído significativamente, pasando del 23% al 14% en tres décadas. En el ranking de compañías más grandes por capitalización bursátil, Estados Unidos arrasa en el top 5 gracias a colosos como Nvidia, Microsoft, Apple, Google y Amazon. China tiene en Tencent (puesto 15) y Alibaba (22) los actores más destacados, mientras que hay que descender hasta el vigésimo noveno lugar para hallar a una corporación europea, la neerlandesa ASML, que fabrica equipos de litografía ultravioleta extrema. Más datos: en 2024, las instituciones estadounidenses produjeron 40 modelos de IA destacados en comparación con los 15 de China y los tres de Europa, según el ‘AI Index Report 2025’ de la Universidad de Stanford, que muestra que la inversión privada en IA generativa de Europa fue, durante el periodo 2019-2024, de 1.490 millones de dólares, a años luz de los 29.040 millones de Estados Unidos, una brecha que apunta directamente a la ausencia de campeones paneuropeos con tamaño para dedicar millonarios recursos a esta partida. El informe Draghi y los expertos consultados para este reportaje coinciden en que una de las fórmulas para recuperar el terreno perdido pasa por centralizar competencias , así se pondría coto a la disparidad actual que asfixia el crecimiento de Europa. En el ámbito digital, donde se juega hoy en día el partido por la supremacía global, Judith Arnal, investigadora principal para Economía y Tecnología del Real Instituto Elcano, explica que el problema no es tanto la normativa sino su implementación. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) es paradigmático. Al haber logrado el ‘efecto Bruselas’ se considera un éxito, pero su aplicación a través de las autoridades nacionales de protección de datos da lugar a interpretaciones muchas veces contradictorias entre sí. La herramienta china DeepSeek , por ejemplo, se ha prohibido en Italia, mientras que otras autoridades nacionales no lo han hecho. Esa asimetría en la puesta en práctica de la regulación ya provocó en su día un conflicto con Meta. La firma quería utilizar el contenido público compartido por los usuarios de sus plataformas para entrenar Meta AI por la vía del interés legítimo y el asunto escaló al Comité Europeo de Protección de Datos, que emitió unas directrices no vinculantes que las autoridades nacionales tenían que interpretar, lo que desembocó en que la tecnológica suspendiera sus planes. «Meta tiene grandes servicios jurídicos, pero una startup no. Que una normativa común se implemente de manera fragmentada hace que sea muy difícil navegar en un mercado interior de 27 Estados miembro», lamenta. Con el Reglamento de Inteligencia Artificial ocurre algo similar porque existe la Oficina Europea de IA, pero cada Estado miembro cuenta con varias autoridades nacionales competentes. Con la Ley de Servicios Digitales , más de lo mismo. «Para los grandes motores de búsqueda y plataformas, la Comisión tiene las competencias, pero cuando se trata de plataformas más pequeñas, pasan a nivel nacional, nuevamente con el riesgo de interpretaciones divergentes de la normativa», señala la experta, que aboga por tener autoridades europeas fuertes, que tomen decisiones aplicables al conjunto del mercado interior. Otro problema que subyace en la política tecnológica europea es que, dado que no es una competencia exclusiva de la UE, «cada Estado miembro la ordena de una manera distinta, con arreglo a sus propios intereses en vez de tener una estrategia común que sea complementaria entre sí». Sirva como botón de muestra el sector de los semiconductores : «En los últimos años hemos visto una carrera de subsidios públicos entre los Estados miembro para captar grandes inversiones de fuera y Alemania, que tiene mayor espacio fiscal porque su ratio Deuda Pública/PIB es más baja que la de España o Italia, ha logrado las inversiones más grandes. En lugar de tener una visión de conjunto, analizando en qué parte de la cadena de valor se puede especializar cada Estado miembro para ser más fuertes, hemos actuado de manera individual, por lo que aunque sumemos las cantidades de recursos públicos destinados a tecnología, no tienen el mismo potencial que esas mismas cantidades gastadas en China». En computación cuántica, la situación tampoco es muy halagüeña. «Si atendemos a la apuesta económica, la UE es segunda, por detrás de China y por delante de Estados Unidos, pero nos cuesta desarrollar las tecnologías porque las políticas industriales y tecnológicas no están coordinadas, sino que muchas veces compiten entre sí, lo que fragmenta nuestros esfuerzos financieros y nos hace perder potencia de tiro», diagnostica Arnal. El resultado es una Europa rezagada en áreas determinantes. «China lanzó en 2015 el programa Made in China 2025 y en una década es líder mundial en baterías de litio, vehículo eléctrico , 5G, drones civiles y militares, trenes de alta velocidad y grafeno. Estados Unidos es líder en inteligencia artificial (sobre todo en el diseño de semiconductores que se utilizan para la IA), computación cuántica y computación en la nube. En la UE tenemos alguna joya de la corona como ASML, pero no estamos a la vanguardia en ninguna gran tecnología». Una factura difícil de digerir que, de no atajarse a tiempo, tendrá consecuencias devastadoras. Elena Pisonero, ex secretaria de Estado y autora de ‘El espíritu del sherpa’ (Almuzara), lo resume así: «A mayor fragmentación, menor capacidad de convertir soluciones en aplicaciones concretas a gran escala, y ese es un lujo que no podemos permitirnos frente a potencias como China . La fragmentación nos quita la ventaja de jugar en un mercado de 450 millones de personas y convierte la diversidad en una barrera, cuando debería ser nuestra fortaleza». Asimismo, hace hincapié en que para que las tecnologías disruptivas escalen y atraigan inversión, las empresas necesitan un entorno predecible y reglas que no cambien en cada frontera. «Si cada país impone condiciones distintas, se genera un laberinto regulatorio que desalienta la inversión y fragmenta el talento . En el libro subrayo que el mayor activo de Europa es su capacidad de integrar complejidad; si no lo hace, la innovación se dispersa y acaba desarrollándose en otros entornos más cohesionados». El resultado es la pérdida no solo de competitividad, sino también de soberanía tecnológica. «La actividad económica está evolucionando con enorme rapidez en un contexto de cuestionamiento de la globalización y de las reglas que la sostenían. Solo quienes llegan con una voz unida y con una fuerte capacidad de disuasión pueden marcar el rumbo», asegura Elena Pisonero, que en su libro explica que si Europa se presenta dividida a los debates sobre IA, datos o plataformas, pierde su mayor ventaja: ser una potencia normativa global. «Sin una postura coherente, Europa deja de ser quien define estándares y se arriesga a ser regulada por otros. La fragmentación interna debilita nuestra capacidad estratégica en un momento en que la escala y la coherencia son esenciales para influir en la economía global». Las consecuencias de la fragmentación se sienten más allá del ámbito digital. Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, habla de un triple impacto. En primer lugar, que el mercado único europeo no esté completamente integrado es como si los países de la UE se estuvieran cobrando impuestos entre sí: «La fragmentación equivale a la imposición de aranceles , que han sido estimados por parte del Fondo Monetario Internacional en niveles incluso superiores a los que está imponiendo la administración Trump y particularmente en el sector de servicios, donde la fragmentación es más patente». Esto significa que «no explotamos todas las ventajas que puede tener el mercado único en términos de intercambio en el sector de servicios», por lo que «profundizar en la integración del mercado único sería algo muy positivo para la economía española porque tenemos una posición competitiva favorable en los servicios». El segundo impacto deriva de la fragmentación que se da en los mercados financieros. «El ahorro no se invierte necesariamente allí donde es más eficiente y, sobre todo, tenemos una infra-financiación de la innovación, de startups y de scaleups que pueden crecer y no lo hacen porque el ahorro no circula como podría hacerlo», dice. Es una de las razones por las cuales «el ahorro finalmente supera la inversión y se exporta para invertirse en el tejido productivo de lugares como Estados Unidos», mermando las posibilidades del continente de financiar la inversión, sobre todo en aquello que aportaría más competitividad a Europa, como la innovación o la tecnología. Los denominados ‘bienes públicos europeos’ también salen damnificados. «Hay casos en los que mancomunando recursos se consigue un efecto arrastre mayor para la economía que descentralizándolos. Defensa es un ejemplo. Tenemos tantos ejércitos europeos como países y están más conectados con EE.UU. que entre sí», expone el experto. En la industria pasa lo mismo. «Producimos múltiples carros de combate y ninguno es suficientemente competitivo respecto a su equivalente de EE.UU porque no disponemos de un esfuerzo común, lo cual resta competitividad y potencial tecnológico», zanja. Recortar distancias no será de la noche a la mañana, sobre todo a la luz del ritmo con el que se han hecho los cambios hasta ahora. En su informe, Draghi proponía 388 medidas y un reciente análisis del European Policy Innovation Council estima que solo se han implementado 44 , es decir, l 11,2%. Arnal, del Real Instituto ElCano, defiende «una reforma de la gobernanza para que exista más coordinación y centralizar competencias en autoridades europeas», pero duda de que haya voluntad política para hacerlo. A la UE se le han quedado importantes tareas en el tintero porque, como recuerda Víctor Burguete, investigador sénior de CIDOB, cada Estado miembro es independiente, tiene un electorado propio y responde a sus intereses. Alude a la Unión Bancaria: «Han pasado más de diez años y sigue sin completarse porque priman los intereses nacionales. Por ejemplo, como Italia tiene una deuda muy elevada, se opone frontalmente a las Cláusulas de Acción Colectiva». En multitud de ámbitos el Parlamento y la Comisión no tienen competencia exclusiva, sino que ejercen como meros coordinadores, por lo que sin el consentimiento de las capitales, los cambios son muy lentos. «Ante la aparición de crisis –comenta- somos capaces de progresar un poco, pero enseguida volvemos a caer en lo mismo. No hay más que ver la falta de avances en la interconexión eléctrica o gasista de España con el resto de Europa, bloqueada por Francia». Burguete no pasa por alto que a la pregunta de qué hacer, Europa tiene la respuesta, pues los informes Letta y Draghi arrojan recetas para revertir el declive a través de transformaciones en el área de innovación, descarbonización y seguridad económica. Draghi calcula que la inversión pública y privada necesaria para revertir el ocaso asciende a 800.000 millones de euros al año , el 4,5% del PIB de la UE. Sin embargo, la propuesta para el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2028-2034 es de casi dos billones de euros, el 1,3% de la media de la renta nacional bruta de la UE para dicho periodo y el Fondo de Competitividad está dotado con 409.000 millones de euros para ese periodo de siete años, que anualizado y puesto en perspectiva del PIB es un 0,4%. «Hay una clara falta de ambición y de traslación de la teoría a la práctica», concluye Burguete, que desliza que la Comisión está haciendo mucho énfasis en la simplificación normativa, para lo que no hay que aportar financieramente. Por otro lado, explica que la descarbonización ha dejado de ser una prioridad en detrimento de Defensa. En lo que respecta a la seguridad económica, «siempre ha estado basada en la coordinación y cooperación con el G7, pero en el entorno actual, con Estados Unidos imponiendo aranceles, la UE se encuentra en un cierto desconcierto estratégico». Ante la pérdida de competitividad en el sector de la automoción , por ejemplo, «intenta ganar tiempo con aranceles, pero no son la solución» ya que, a diferencia de Estados Unidos, «Europa es un exportador neto, por tanto, no solo tiene que defender su mercado interno sino ser competitivo en terceros». El panorama es incierto, pero si en algo hay unanimidad es en que la fórmula para capear el temporal pasa por la unión de fuerzas.