Publicado: marzo 19, 2025, 1:30 am
El odio y la polarización están en aumento. Lo percibirán en sus conversaciones, en los programas de televisión y, sobre todo, en las redes sociales.
La frecuencia con la que usted ve en sus perfiles ciertos temas u opiniones la deciden una serie de algoritmos opacos que obedecen al interés de sus propietarios, esa tecnocasta ultra que ha llegado a penetrar en la Administración de EEUU.
Sus algoritmos no solo captan nuestra atención, sino que la moldean. Crean perfiles psicológicos detallados para persuadirnos y radicalizarnos. Es la estrategia que utilizó Donald Trump a través de Cambridge Analytica, con consecuencias desastrosas para la democracia estadounidense.
Su partido amigo en España, Vox, envenena las redes a diario con mentiras sobre inmigración, emergencia climática o violencia de género, en ese negacionismo neardental tan de extrema derecha.
El PP, en constante competición para ver quién es más ultra, provocó un conflicto diplomático con la República Dominica al distribuir a través de sus redes un vídeo esperpéntico y machista elaborado con inteligencia artificial (IA) y repleto de bulos. Poca inteligencia y muy artificial.
Por ello, es necesaria una mayor regulación y una aplicación más severa de la que ya existe a nivel europeo y sobre ello debatimos hace unos días en el Congreso. Mientras, el Gobierno de España ya está promoviendo activamente la transparencia algorítmica y es pionero en la creación de Alia, la primera IA pública de Europa. Somos los principales impulsores del Escudo de la Democracia Europea.
Nada ni nadie está exento de ser alcanzado por este virus de la desinformación. Tampoco el Congreso de los Diputados. Es necesario y urgente que los grupos políticos se pongan de acuerdo para modificar nuestro reglamento y que el veneno de las fake news y la cultura del odio no penetren en la Cámara.
En manos del Parlamento está.
