Las protestas de la generación Z dan la vuelta al mundo: "No buscan cambios puntuales, quieren reestructurar todo el sistema" - Venezuela
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Las protestas de la generación Z dan la vuelta al mundo: «No buscan cambios puntuales, quieren reestructurar todo el sistema»

Publicado: octubre 12, 2025, 7:30 am

Dicen que el aleteo de una mariposa puede provocar un terremoto en el otro lado del mundo. Así es como se siente la fuerza de la generación Z: un movimiento que empieza con pequeñas voces y acciones, y que pronto resuena en todos los continentes. De Nepal a Perú, pasando por Indonesia, Madagascar o Marruecos, la ola de movilizaciones que lideran los jóvenes está desafiando estructuras establecidas y redefiniendo el papel de una juventud que hasta ahora, muchos creían adormecida.

En los últimos meses, las calles de Katmandú (Nepal), Yakarta (Indonesia), Lima (Perú), Rabat (Marruecos) y Antananarivo (Madagascar) han hablado un mismo idioma: el de la frustración. Porque, pese a las diferencias culturales, políticas y religiosas de todas estas regiones del mundo, la urgencia por ser escuchados y la necesidad de romper con lo establecido es común entre sus jóvenes. «Todas las protestas que estamos viendo tienen en común un sentimiento de desaliento y al mismo tiempo de inconformismo», explica a 20minutos Roberto Barbeito, Presidente del Comité de Investigación en Sociología Política de la Federación Española de Sociología.

«En ese sentido son muy esperanzadoras porque manifiestan por un lado la frustración respecto al futuro, el enfado y la indignación con respecto a las élites políticas, económicas, culturales; porque esas élites son indolentes a las necesidades presentes y a las perspectivas de futuro de la población normal y particularmente de los jóvenes», añade Barbeito.

Lo que ha hecho brotar las protestas de cada país responde a un contexto diferente. En Nepal, los jóvenes se movilizan por la inestabilidad política y la falta de oportunidades laborales; en Marruecos, por la indignación ante la decisión de invertir grandes sumas en los preparativos para el Mundial de 2030 en lugar de mejorar la sanidad y la educación; en Perú, por la corrupción y la ineficacia de las instituciones públicas; y en Indonesia, por el descontento con el aumento de los beneficios para los legisladores. Sin embargo, todas ellas comparten un denominador común: el hartazgo. Y una vía común para canalizarlo: las redes sociales.

Discord y los nuevos ‘códigos’ de protesta

«Esto no es algo nuevo» recuerda Javier Martín Merchán, profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas. «Ya lo vimos hace quince años con movimientos como Occupy Wall Street o el 15M. Pero ahora estamos ante una segunda ola de movilización, en la que las protagonistas no son tanto las redes públicas tradicionales —como Facebook o Twitter—, sino otras de carácter más privado, como Discord».

Esa red social, que nació como un espacio digital para gamers, se ha transformado en un auténtico foro político donde miles de jóvenes comparten su frustración ante la falta de oportunidades, la corrupción o el nepotismo. «Discord permite interacciones que a priori no son políticas pero que se entremezclan con contenido político y sí tienen consecuencias políticas», explica el experto.

En Marruecos, por ejemplo, los usuarios han empezado a organizarse a través de servidores temáticos, eligiendo portavoces mediante votaciones internas —inspirados en el caso de Nepal— para mantener cierta representatividad y transparencia. «Incluso la televisión marroquí ha entrevistado a uno de ellos, lo que ya supone un pequeño triunfo», explica Bilkis RS, seudónimo de una jurista y politóloga de origen marroquí nacida en España, que prefiere mantener el anonimato por motivos de seguridad.

La Generación Z habla en imágenes, ritmos y emociones compartidas

Bilkis RS considera que las redes sociales son el gran elemento diferenciador de esta nueva oleada de movilizaciones. Según ella, el éxito de movimientos en otros países ha generado un ‘efecto contagio’: jóvenes que antes no encontraban una vía para canalizar su frustración ahora ven posible organizarse.

Además, señala que «estamos ante una nueva forma de pensamiento político y de transmisión de ideas», en la que las redes pueden incluso derrocar gobiernos, o al menos revelar el verdadero descontento social. «Antes se decía que los jóvenes vivían en su mundo digital, pero hoy esas herramientas son el motor del cambio», concluye la jurista.

Más allá de los canales en los que se organizan, esta generación Z ha sorprendido al mundo al ondear una bandera común: la bandera pirata de One piece. Para Manuel Sánchez Moreno, Director del Grado de Cooperación Internacional y Desarrollo de la UNIR se trata de la «búsqueda de una identidad común, de su imagen corporativa».

Irene Canalís, miembro de On The Right Track Initiative (OTRT) —un proyecto interregional que fortalece los movimientos feministas y de justicia social en América Latina y Europa—, añade que «la Generación Z no separa política de estética: habla en imágenes, ritmos y emociones compartidas». Para ella, que forma parte de esta generación, «un meme puede ser una herramienta de resistencia tan potente como un artículo o una asamblea, porque puede bajar lo complejo al lenguaje popular y transmitir en segundos una idea».

Una «reacción» a los retrocesos sociales

La pregunta que surge entonces es: ¿por qué ahora? ¿Qué empuja a jóvenes de entre trece y veinticinco años, de lugares tan distintos del mundo, a dejar atrás las pantallas y salir a las calles?

Manuel Sánchez Moreno, explica que se trata de una reacción al momento que atraviesa el mundo, «dominado por movimientos de ultraderecha y marcado por un cuestionamiento generalizado de los valores que parecían inamovibles desde la Segunda Guerra Mundial».

«Estamos viviendo una época en la que se cuestionan los derechos humanos, los derechos de las minorías o de las diversidades, los derechos de las mujeres y el derecho internacional humanitario, como muestran los recientes conflictos en Ucrania o Gaza». Según el experto, «esta vuelta al conservadurismo y el desprecio por los valores democráticos y la dignidad humana» están provocando que los jóvenes se movilicen.

Ciertos derechos parecían dados por sentados, pero la pandemia cambió todo

En la misma línea, Lucía Miranda, investigadora del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud (CISJU) de la Universidad Católica Silva Henríquez y docente en FLACSO, apunta al contexto global como clave para entender las movilizaciones juveniles.

«Habíamos atravesado un período de desarrollo progresista, en el que ciertos conceptos sobre derechos sociales y humanos parecían dados por sentados, pero la pandemia cambió todo: nos enfrentó a la muerte de manera masiva, vimos morir a miles de personas diariamente, se generó pánico y terror, y muchos perdimos familiares”, explica.

Este choque con la fragilidad de la vida, añade Miranda, provocó una «restauración conservadora a nivel global», incluso en países que habían logrado importantes avances, lo que ha llevado a los jóvenes a reaccionar y a movilizarse frente a un retroceso en los derechos y conquistas sociales.

Sociedades muy jóvenes

Otra gran similitud entre las protestas que lidera la Generación Z es el peso demográfico de estos jóvenes en cada país. En Marruecos, más de la mitad de la población tiene menos de 35 años; en Nepal, la Generación Z representa aproximadamente el 20% del total y, junto con los menores de 30 años, suman el 56%; mientras que en Indonesia, el 52% de la población se encuentra entre los 18 y los 39 años.

«Hablamos de masas poblacionales con una notable capacidad de movilización, cosa que no ocurre tanto en España», señala Javier Martín Merchán, profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas. «Por eso aquí sería más difícil que un movimiento única y exclusivamente centrado en la generación Z tuviera el mismo éxito que tienen otros países».

¿Tendrán éxito estas movilizaciones?

Roberto Barbeito, advierte que aún es incierto si las movilizaciones juveniles lograrán consolidarse más allá de momentos de protesta: «Está por ver si estas protestas, a través de dispositivos móviles y redes, serán capaces de organizarse a largo plazo y no quedarse en protestas catárticas, sino realmente para una transformación en pro de la democracia y el bienestar». Para él, aunque «es probable que con estas manifestaciones se creen nuevas estructuras organizativas», la organización «sigue siendo la asignatura pendiente».

El caso de Nepal ofrece un primer indicio prometedor: en solo días, la presión coordinada de miles de jóvenes llevó a la renuncia del primer ministro, la restauración de plataformas digitales y el nombramiento de un gabinete interino basado en méritos técnicos.

Pese al carácter esperanzador de esta nueva forma de organización descentralizada, Barbeito advierte que no debe descuidarse el hecho de que «un problema muy serio que tiene la movilización virtual a través de redes sociales es la definición de los algoritmos por parte de los propietarios de esas redes, que pueden modificarlos para dificultar o sesgar severamente las protestas».

Merchán, por su parte, es aun más optimista al respecto. «Yo creo que sí puede, al canalizar un malestar generalizado, incentivar cambios sociales o poner primeras piedras que en el diseño de futuros programas, futuras políticas públicas».

Sin embargo, para las expertas Lucía Miranda, Irene Canalís y Belkis Rs la clave está en renovar el concepto que tenemos de política y aprender del movimiento feminista para lograrlo. «Todo lo que hacemos es política, y especialmente para las mujeres, todo lo personal es político», recalca la docente de FLACSO. También Manuel Sánchez coincide: «Yo creo que es un verdadero movimiento de resistencia que surge de lo personal».

Lucía Miranda insiste en que «hay que dejar de denostar la juventud y empezar a plantearse qué están significando los jóvenes a nivel social en términos transformativos y sobre todo darles lugar y espacio, para lo cual tengan que surgir liderazgos más innovadores: quizás lógicas más asociativas de base y no tanto partidos políticos jerárquicos como ocurre en los movimientos feministas»

Por último, Irene apunta a una reinvención de la política: «Pienso que se está reinventando la política desde los márgenes: más distribuida, más creativa, más encarnada.Las causas compartidas abren camino a una forma de entender lo político en lo cotidiano, desde los cuerpos y las historias que se comparten».

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