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Las primeras imágenes del polo sur del Sol: la misión Solar Orbiter abre una ventana a lo desconocido

Publicado: junio 11, 2025, 11:00 am

Hace unos 4.600 millones de años, una nube gigante de gas y polvo colapsó por su propia gravedad. La materia de la nebulosa se acumuló en el centro, dando lugar al Sol. El resto de partículas se aplanaron en un disco de escombros a partir del cual se formaron los planetas, como la Tierra . Desde entonces, hemos estado girando alrededor de esta cercana y familiar estrella, diariamente visible en el firmamento. Con la invención de los telescopios, nuestra relación con ella ha ido más allá, observando por ejemplo que no es una bola de fuego homogénea, sino que tiene manchas que van cambiando. También se han visto unas impresionantes explosiones que se originan cerca de su ‘superficie’ (aunque es difícil señalar cuál es la superficie de una bola de gas a altísimas temperaturas) y que pueden apuntar directamente a nuestro planeta en forma de tormentas solares, deformando nuestro campo magnético y provocando las auroras boreales. Sin embargo, hay algo que nunca ha sido visto por el ojo humano: los polos del Sol. Lo que ocurre en la parte más alta y más baja (desde nuestra perspectiva) de esa bola que brilla en el cielo ha sido una incógnita, al menos en lo que al visual se refiere. Hasta ahora. Porque la misión Solar Orbiter, de la Agencia Espacial Europea (ESA), acaba de revelar las primeras fotografías de estas regiones inexploradas que podrían ser claves para procesos que ocurren en nuestra estrella, pero para los que los científicos aún no tienen explicación. «El Sol es nuestra estrella más cercana, fuente de vida y potencial disruptor de los sistemas eléctricos espaciales y terrestres modernos, por lo que es fundamental entender cómo funciona y aprender a predecir su comportamiento», señala Caroll Mundell, directora científica de la ESA. «Estas nuevas y exclusivas vistas de nuestra misión Solar Orbiter marcan el inicio de una nueva era en la ciencia solar». Hasta ahora, todas las imágenes tomadas del Sol provienen de su región ecuatorial. Esto se debe a que la Tierra, los demás planetas y todas las sondas modernas orbitaron (u orbitan) alrededor del Sol lo hacen dentro de un rango que describe un disco plano, llamado el plano de la eclíptica. Así, la parte más visible es el ecuador, pero la parte de arriba no es visible. Pasaría algo parecido si girásemos en torno a un dado: las caras laterales son visibles, pero la superior y la inferior se escaparían de nuestra vista. Sin embargo, Solar Orbiter, que está a tan solo 42 millones de kilómetros del Sol (más cerca de lo que se encuentra Mercurio), está inclinando su trayectoria fuera de este plano, mostrando un ángulo completamente nuevo de nuestra estrella. En concreto, las imágenes tomadas el pasado 23 de marzo se hicieron a 17 grados por debajo del ecuador solar, lo que permitió ver directamente el polo sur de nuestra estrella. «Estamos ante ‘terra incognita’, porque el ser humano nunca había visto esta parte del cosmos», explica a ABC Javier Rodríguez-Pacheco, catedrático de Astronomía y Astrofísica en la Universidad de Alcalá e investigador principal del Energetic Particle Detector (EPD), uno de los instrumentos a bordo de Solar Orbiter, cuyo objetivo es detectar las partículas más cargadas de energía que pasan a través de sus sensores. Sin embargo, para las históricas imágenes, se utilizaron otros instrumentos diferentes que son los ‘ojos’ de la sonda. En concreto, el Polarimetric and Helioseismic Imager (PHI), que es la cámara al ‘uso’ (observa el espectro visible) y mapea el campo magnético en la superficie solar; el Spectral Imaging of the Coronal Environment (SPICE), capta luz emitida por gases cargados a diferentes temperaturas, revelando así diversas capas de la atmósfera solar; y finalmente el Extreme Ultraviolet Imager (EUI), que observa en luz ultravioleta lejana -casi rayos x- y es el instrumento de mayor resolución. «Lo que vemos es lo que de alguna forma esperábamos: hay un ‘caos’ en el campo magnético del polo sur del Sol. A diferencia de un imán normal con un polo norte y uno sur bien definidos, las mediciones del instrumento PHI muestran que ambos tipos de polaridad están presentes en el polo sur del Sol», explica Rodríguez-Pacheco. Este caos responde al momento del ciclo que vive nuestra estrella: cada once años, los polos magnéticos solares se invierten en el llamado máximo solar, y el polo sur magnético pasa a ser el polo norte magnético, y viceversa. «Conocemos a grandes rasgos este mecanismo del interior del Sol, llamado dínamo solar, pero necesitamos ver de cerca qué ocurre para hacer mejores predicciones», apunta el astrofísico. Porque lo que pasa en el Sol nos puede afectar en la Tierra. En periodos de máximo solar, la actividad de nuestra estrella se intensifica, provocando que sean más frecuentes sucesos como las tormentas solares, en las que partículas cargadas como las que detecta el EPD chocan contra la atmósfera terrestre. El efecto más visible -y carente de peligrosidad- de este fenómeno son las auroras boreales, que en los casos más extremos pueden ser vistas a latitudes cercanas al ecuador (como ocurrió el pasado mes de mayo en España). Sin embargo, estos ‘chorros’ de energía pueden afectar de forma severa a los satélites, dejándolos literalmente ‘fritos’. Incluso podrían afectar a las redes eléctricas y provocar cortes en el suministro terrestre. No sería la primera vez, el 1 de septiembre de 1859 se produjo el bautizado como evento Carrington , una tormenta solar tan potente que el recién estrenado servicio de telégrafo entre América y Europa quedó abrasado. «Por eso es importante tener modelos precisos que nos adviertan con antelación de estos cambios en el Sol, que aún no podemos predecir con exactitud», indica Rodríguez-Pacheco. Y no solo será de ayuda para los habitantes de la Tierra; también para los del espacio: «Hemos detectado que el polo norte y sur magnéticos no se intercambian a la vez, sino que primero lo hace uno y luego, unas semanas más tarde, lo hace el otro -explica el experto-. Durante ese tiempo, el Sol suele dar una tregua que podría aprovecharse por ejemplo en la exploración de la Luna y los próximos viajes tripulados». Con el tiempo se espera observar también en primer plano unas corrientes que surgen desde el ecuador dirigiéndose a los polos, pero que parecen desaparecer allí para, después, volver a aflorar de nuevo en las latitudes ecuatoriales. «No conocemos los detalles de la dínamo solar, pero cada vez estamos más cerca de resolver los grandes misterios». Esto es solo el aperitivo de lo que está por llegar con Solar Orbiter. Se espera que el conjunto completo de datos de su primer vuelo completo de «polo a polo» llegue a la Tierra en octubre de 2025. Mientras, la nave seguirá inclinándose más y más, hasta llegar a superar los 30 grados en 2029, si la ESA considera ampliar la misión. Durante ese tiempo, el Sol se irá ‘calmando’, dirigiéndose hacia el mínimo solar y el momento en el que esos puntos rojos y azules que ahora se ven mezclados en el polo sur, se separarán por orden arriba y abajo de nuestra estrella, predominando claramente un color distinto en cada uno de los polos. «Este es solo el primer paso de la ‘escalera al cielo’ de Solar Orbiter: en los próximos años, la nave se inclinará aún más fuera del plano de la eclíptica para ofrecer mejores vistas de las regiones polares del Sol. Estos datos transformarán nuestra comprensión del campo magnético solar, el viento solar y la actividad solar», señala Daniel Müller, científico de la misión. Por su parte, Rodríguez-Pacheco no descarta alguna sorpresa. «Nadie hubiera dicho que en uno de los polos de Saturno encontraríamos un hexágono . Y, sin embargo, ahí está. Quién sabe qué nos deparará el Sol».

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