Publicado: julio 15, 2025, 3:30 am
Las lágrimas de Yolanda Díaz en el Congreso la pasada semana durante una de las mayores crisis de este gobierno, me recordaron el llanto reciente de la ministra de economía del Reino Unido, Rachel Reeves, que ha provocado un revuelo en mi país de origen.
Las lágrimas de la Ministra de Trabajo en su escaño han sido recibidas en España, con pocas excepciones, con naturalidad, empatía y compasión. Lógico, dadas las circunstancias. En cambio, la imagen de Reeves llorando y sentada al lado de su jefe, el primer ministro Keir Starmer, han provocado consternación y no poco machismo.
En el país famoso por el “stiff upper lip”, traducido como “mantener el labio firme” o, menos literal, “mantener el tipo”, el tabloide Daily Mail habló de modo peyorativo de “los lagrimones”. “No es lo más profesional estar lloriqueando y limpiándose las lágrimas y los mocos si esperas que la gente te tome en serio”, sentenció la periodista Kate Wills en The Telegraph, “si estas pasando por algo traumático en casa, no deberías estar en el trabajo”.
Como sabemos todos, hay momentos en los que tienes que acudir al trabajo por muy mal que estés pasándolo en casa: un familiar enfermo, una separación, problemas financieros… Como muchas mujeres también sabemos, lloramos más que los hombres, algunas veces por frustración, estrés o ira en el trabajo y no siempre por tristeza doméstica. Un 18% de las mujeres británicas dicen llorar por lo menos una vez a la semana frente a solo el 4% de los hombres, según un sondeo elaborado por Yougov.
Reeves aseguró que sus lágrimas tenían que ver con un asunto personal, pero en un principio provocaron una caída de la libra y un aumento del precio de la deuda británica porque los inversores especularon que su emoción tenía que ver con su posición dentro del gabinete.
Ella tiene la responsabilidad de gestionar una economía lastrada por el Brexit y un gobierno conservador que, según ella, ha dejado un agujero inesperado en las cuentas británicas de 22.000 millones de libras.
Reeves lloró la semana en la que el gobierno tuvo que realizar un giro de 180 grados en sus recortes a algunas prestaciones sociales para contentar a diputados laboristas rebeldes que amenazaron con vetar una ley clave. Ahora la ministra tendrá que buscar más recortes o subir impuestos para cuadrar las cuentas.
Durante momentos de máxima tensión otras políticas de primer nivel también han llorado, como Angela Merkel negociando con Barack Obama durante la crisis de la eurozona de 2015; algo que ella misma reconoció esta semana.
Son igual de competentes que sus colegas masculinos y han tenido que trabajar en un entorno laboral en el que se han tolerado otras expresiones de emociones como los gritos masculinos con pocas críticas. Como bien dijo Penny East, consejera delegada de la asociación feminista The Fawcett Society: «Hemos tenido años de hombres gritando, burlándose, rebuznando, incluso durmiendo en el parlamento, así que no deberíamos sobre reaccionar ante una mujer mostrando su frustración con una lágrima».