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Las economías emergentes vuelven a acaparar los focos

Publicado: noviembre 23, 2025, 3:56 am

Los capitales vuelven a mirar al Sur y al Este. Tras años de comparaciones desfavorables, las economías en desarrollo recuperan atractivo por valoraciones más contenidas y rentabilidades que, en un mundo de tipos a la baja, vuelven a ser sugerentes. La globalización se frena, el nuevo orden económico redibuja fronteras y las tensiones geopolíticas —del eje EE. UU.–China a los conflictos regionales— obligan a navegar con cautela. La oportunidad está ahí, aunque exige selección, análisis y paciencia. Según Filipe Gropelli Carvalho, analista de DPAM, «la gran diferencia de esta década es institucional. El FMI y el Banco Mundial constatan que los países emergentes han fortalecido sus marcos de política monetaria y fiscal, con bancos centrales más autónomos, metas de inflación creíbles y reglas de gasto que anclan expectativas. Ese andamiaje «ha reducido la transmisión de los vaivenes cambiarios a los precios internos y ha permitido respuestas más firmes ante los shocks globales». Su capacidad de resistencia frente a los ciclos internacionales es hoy mayor, «incluso en un entorno de endeudamiento elevado en los países desarrollados. Ya no se trata de buena fortuna, sino de políticas públicas más maduras». Por su parte, Víctor Asensi, responsable de DPAM para España y Latinoamérica, explica que esta evolución institucional también se refleja en la renta fija. La deuda soberana en moneda local ofrece un rendimiento medio cercano al 8% , con tipos reales positivos y una volatilidad inferior a la de los mercados desarrollados. Recomienda aprovechar «la parte media de la curva, con duraciones de entre cinco y seis años, para capturar oportunidades adicionales y protegerse con cupones elevados». Los tipos de cambio aportan además palancas de rentabilidad: aún existe margen de apreciación frente al dólar y, para los inversores en euros, sensibilidad a la evolución de la moneda única. Aun así, esta clase de activo sigue infraponderada en las carteras globales y su carry atractivo compensa posibles episodios de oscilación. La reconfiguración de las cadenas de suministro está dibujando jerarquías nuevas, con Asia en el centro pero con diferencias marcadas por calidad institucional, reformas y exposición geopolítica. Desde el IEB, Aurelio García del Barrio, director del Global MBA especializado en finanzas, sitúa a India y Vietnam entre los países con mejor equilibrio entre expansión y estabilidad. India progresa con un crecimiento estimado en torno al 6,5%, apoyada en inflación a la baja, liquidez abundante y programas como Make in India y PLI. Los servicios siguen pesando cerca del sesenta por ciento del PIB mientras la manufactura gana tracción. Vietnam mantiene un ritmo similar, impulsado por la relocalización industrial y la inversión extranjera directa. En paralelo, Malasia avanza alrededor del 5% gracias a su papel en la cadena global de semiconductores y a una demanda privada vigorosa, mientras Indonesia consolida fundamentos con una agenda fiscal y regulatoria más sólida, apoyada en sus recursos naturales y en su industrialización. En materia de sostenibilidad y riesgo, Arturo García Alonso, director de inversiones de Global Social Impact, defiende la prudencia y la amplitud de miras. Sostiene que la mejor estrategia pasa por «diversificar entre regiones, dado que resulta imposible anticipar qué vulnerabilidad se materializará y cuándo». Considera que «la industrialización es el motor más transformador, pues genera empleo estable, crea una clase media y aporta estabilidad». Aun así, advierte que la deuda suele ser el mejor termómetro del giro negativo. Tras etapas de bonanza y mayor emisión, llegan impagos y rescates. Recomienda mantener una exposición modesta pero diversificada y vigilar la evolución del pasivo público como indicador de ciclo. El principal atractivo de los emergentes es táctico, el precio. Así lo detalla Francisco Quintana, director de estrategia de inversión en ING. Un dólar de beneficio de 2026 se vende por catorce dólares, frente a quince en Europa, dieciséis y medio en Japón y veintitrés en EE.UU.. A diferencia de otras épocas, estas métricas se sostienen en un contexto macroeconómico razonable y con una moneda estadounidense más débil. Quintana identifica el consumo interno como motor del crecimiento, ya que el ahorro elevado —especialmente en China— puede transformarse en gasto y movilizar cientos de miles de millones hacia empresas domésticas. Entre los riesgos, señala que las tensiones de China con sus vecinos asiáticos podrían alterar el equilibrio regional. Impulsada por el nuevo entorno global, la inversión activa gana terreno. Así lo explica Kévin Net, gestor de fondos en La Financière de l’Échiquier. Este escenario «impulsa estrategias orientadas a identificar líderes nacionales o regionales en economías con demanda interna sólida —como India y China— y también en mercados exportadores con peso tecnológico —como Taiwán y Corea—». Net considera que la transición energética se beneficia del auge de la demanda eléctrica derivada de los centros de datos de inteligencia artificial, mientras la digitalización acelera con la expansión de esa tecnología. Añade que «la debilidad del dólar ha sido uno de los principales motores del repunte de estas economías y que, si la tendencia continúa, seguirá favoreciendo su rendimiento». La gestión activa, concluye, es la mejor aliada para centrarse en los ganadores y en las compañías con buena gobernanza. En conjunto, el panorama que dibujan gestores y analistas confirma un cambio de paradigma. Estos países ya no son sinónimo de azar ni mera beta de materias primas. Pesan más las reglas fiscales, la credibilidad monetaria y las reformas micro que anclan expectativas, mientras el consumo interno y la relocalización añaden motores propios. La oportunidad persiste, pero exige método y tiempo. En un mundo cada vez más desacoplado conviene invertir como se gobierna, con instituciones sólidas, selección precisa y horizonte amplio. La paciencia deja de ser una virtud: se convierte en la ventaja competitiva del próximo ciclo.

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