Publicado: junio 17, 2025, 7:30 pm
La violación grupal ocurrida en Pamplona en los Sanfermines de 2016 puso cara a una de las peores violencias que se ejercen contra las mujeres: la sexual. Una violencia que, según el informe Silenciadas –de la ONG Save the children– no ha dejado de crecer en los últimos años y todo apunta a que seguirá haciéndolo a tenor del ritmo con el que la pornografía se consume entre niños y jóvenes.
Es curioso tener que admitir que nosotras vivimos hoy mucho mejor de lo que lo hicieron nuestras madres y abuelas. Mujeres casadas que no pudieron abrir una cuenta bancaria a su nombre hasta 1975 ni decidir divorciarse hasta ya entrada la década de los años 80. Generaciones que vieron cercenadas sus aspiraciones laborales y relegadas al rol de amas de casa y madres. Pero ese empoderamiento del que hacemos gala confirma como pocos la teoría política del gatopardismo –todo cambia para que todo permanezca–, que sabiamente enunció Lampedusa. El pretendido progreso de las mujeres tiene más de apariencia que de realidad.
Mientras las violencias que las atenazan no se extingan –machista, sexual, vicaria, social, económica, psicológica y patrimonial–, la lucha de las mujeres está llamada a continuar. Y a ella he de sumarme desde estas páginas que en sus 25 años de historia son sinónimo de servicio público, pluralidad y libertad. Desde ellas reivindico a las mujeres afganas, obligadas desde hace nueve meses por el régimen talibán a guardar silencio en los espacios públicos. Para ellas pido la paz y la palabra.