Publicado: marzo 2, 2025, 4:15 am
«Nunca me habían dado un premio y menos así, lo único que me habían dado eran patadas», dijo cuando recibía, junto a Zoe Saldaña, Selena Gomez y Adriana Paz, el galardón a la mejor interpretación femenina en el pasado Festival de Cannes. Ella es Emilia Pérez en el narco-musical homónimo de Jacques Audiard que volvió a poner en el mapa cinematográfico su nombre, Karla Sofía Gascón. O más bien su rebautizo como mujer trans, si bien antes ya era conocida, sobre todo en México, por su innombre, dado que realizó su transición solo cuando se vio preparada para ello, hace menos de una década.
Porque la vida de Karla Sofía no ha dejado de tener giros de guion, siendo el último por supuesto su increíble auge y caída, de ser la primera actriz transgénero nominada al Oscar —y segunda española, después de las cuatro de Penélope Cruz— o conseguir un importante papel en la próxima traslación a la gran pantalla de Las malas, la exitosa novela de la escritora argentina Camila Sosa Villada, a ser víctima de un linchamiento excesivo y público tras el rescate por parte de una periodista de unos tuits antiguos con comentarios racistas y xenófobos que acabó relegándola a un extraño ostracismo, si bien es posible que finalmente asista a la ceremonia de la mano de Netflix.
Nacida en Alcobendas el último día de marzo de 1972, a Karla Sofía Gascón siempre le ha dolido no haber podido ser quien es desde muy temprana edad, en una España recién salida de la dictadura, en la que no podía ni plantearse su identidad de género. «A los cuatro años ya me sentía mujer. Y he pasado por muchos momentos de mi vida en los que deseaba ser yo, pero vete tú a saber en qué país te podían ayudar. [En España] Era imposible plantearse ningún cambio físico ni expresarte como tú eras», afirmó en la televisión mexicana.
Porque tras diplomarse en la ECAM (la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid), comenzó muy pronto a buscarse la vida con diferentes proyectos, desde la televisión con series como El súper o Calle nueva, hasta el cine, con La Caja 507 o Di que sí o programas en Italia. Sin embargo, en 2009 el cineasta mexicano Julián Pastor acabó convenciéndola de que se mudara a México en busca de ortos papeles, país que ella misma ha reconocido que es su segunda casa y que es «mexicana de adopción».
Y así empezó su conversión en actriz de telenovelas.. E incluso en escritora. Su primera novela fue El fénix que llevas dentro, publicada en 2015, una reflexión de vivencias personales que la intérprete asociaba al ave mitológica capaz de renacer de sus propias cenizas, muy en consonancia con sus creencias, dado que Karla Sofía practica el budismo de Nichiren, que pregona la capacidad de cada individuo de alcanzar su propia iluminación, algo que de hecho le ha servido y ha rescatado a la hora de afrontar su última y conocida polémica.
En su segundo libro, la cual en España iba a publicar la editorial Dos Bigotes antes de cancelarlo tras el resurgir de sus comentarios racistas, exploraba su transición, pues es en ella hace gala de una literatura autobiográfica. En Karsia. Una historia extraordinaria, la actriz, quien en 2024 recibió el Premio Arcoíris, un reconocimiento otorgado por el Ministerio de Igualdad español por su labor visibilizando la diversidad de género en el cine, no solo se declaraba como persona trans —el texto está escrito antes de su transición— sino que explicaba cómo había incluso pensado en el suicidio.
En México, reveló en una entrevista con El País, a pesar de ser una figura notoria —llegando a participar incluso en su versión de Masterchef Celebrity—, incluso recibió amenazas de ser «descuartizada y metida en una bolsa de basura». Se volvió a Madrid con su familia. Porque al transicionar a los 46 años, ella ya había formado una familia, dado que también había explicado que no es alguien que haya sufrido disforia o dismorfia en exceso, algo que le ayudó a poder vivir su vida antes de su transición.
Y esa vida y posterior proceso no se entiende sin Marisa Gutiérrez. Se conocieron muy jóvenes, con 19 años —ella es casi un año menor que Karla Sofía—, en una discoteca. «Llevamos casi 39 años juntas, somos parte la una de la otra porque hemos crecido juntas. Venimos de un barrio obrero digamos, no bajo, pero sí de clase media de España», ha dicho sobre ella, así como que quiere ponerle «un monumento cuando tenga la oportunidad».
«De reconocimiento a su labor conmigo, a su amor y cariño por mí y a lo maravillosa persona que ha sido. Ha pasado de todo conmigo y siempre, al final, el amor que me tiene ha podido más que todas las putadas que le he hecho y que sigo haciendo», ha llegado a reconocer. Una de ellas, por ejemplo, su estancia en México, en el que estuvieron separadas. Y otra, por supuesto, el momento en el que se declaró como mujer trans, algo que hizo que estuviesen separadas alrededor de un año —sobre todo porque Marisa se enteró al encontrar a su pareja vestida con ropas prototípicamente femeninas—.
Aun así, se reconciliaron. Entre otras cosas, por Victoria Elena, la hija que tuvieron en 2011. «Me adora, al igual que yo a ella. Yo soy su padre, también su madre, pero soy su amiga», ha llegado a declarar sobre su hija —seguidora del Real Madrid, como Karla— quien aceptó muy pronto su nueva identidad de género. Quizá por la forma en la que la criaron. «La verdad no la tratamos ni como un niño, ni como una niña, sino como una persona. Ella no tiene ningún tipo de rollo, ni prejuicio, ni nada porque antes tenía a un padre y ahora tiene a dos madres», recalcó en una conversación con Infobae.
Ambas han sido un pilar fundamental para Karla Sofía Gascón, sobre todo en las últimas semanas. Pero no han sido las únicas. Un ejemplo claro ha sido el dar a conocer, dentro de sus disculpas, que Marisa no solo ya no es su pareja, sino que está saliendo desde hace un año con una mujer parisina que practica la religión musulmana y que se dedica al mundo de la moda.
«Ahora mismo tengo una relación con una mujer musulmana, y me ha enseñado el respeto», dijo en una entrevista con la cadena CNN, algo que ya había expresado sucintamente cuando pidió perdón, dando a entender que una de las personas «más importantes» de su vida «actual» le había ayudado a comprender y a entender mejor dicha fe. Y que, con ello, es posible un cambio, un tema que precisamente la actriz conoce a la perfección, por, como ella misma habló, aquellas «patadas» y estos «premios».