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La triple moral

Publicado: junio 29, 2025, 3:30 am

La vida se ha complicado tanto que ya no vale con la doble moral: es necesario definir la triple moral. Hay más exigencias externas y más autoexigencia interior, todo está erizado de cookies y rastreadores. Los cookies y rastreadores han saltado de la web al mundo analógico. Nuestros propios cerebros han asimilado la intrusión y la vigilancia y tratan de aplicarlas a la vida laboral, familiar, social… e íntima. Ya no basta con la culpa, el humano del XXI se flagela con derivados de programillas.

La doble moral antigua ya no es suficiente. Las democracias menguan en número y calidad pero el capitalismo –que en algún momento pareció consustancial a ellas– sigue sin rival… y sus imperativos categóricos llegan hasta el fondo de cada persona. Los conceptos progreso y crecimiento son ilimitados por dogma. El planeta se queja pero aguanta. Sus límites no son los nuestros.

Para sobrellevar tanta presión bioeconómica hay que blindarse las uñas con uranio enriquecido, tatuarse emblemas cabalísticos de protección y meditar. Lo más difícil es meditar con el móvil en la mano y las cotizaciones bailando en la pared, que es una pantalla que también nos vigila.

La doble moral apenas se nombra. El que algo no se nombre puede significar que ha desaparecido o que ya es trivial, que se usa con naturalidad y por eso resulta invisible. Lo que sí ha desaparecido o es innombrable es la palabra «moral» a secas: la expresión «doble moral», cuando aflora muy esporádicamente, rescata y permite asomar a su olvidada matriz. Un artículo de Iñaki Domínguez en la página Ethic se titula Los mecanismos de la doble moral. Es de junio del año pasado.

También aparece siempre una referencia al filósofo, lógico y pacifista Bertrand Rusell, premio Nobel de literatura en 1950, que acuñó esta frase: «La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica». Una vez desaparecida o normalizada la doble moral clásica o tradicional descrita por Russell habrá que adaptar la expresión a los tiempos y describir, si existe, la triple moral.

La ventaja del nihilismo estándar actual es que puedes decir –¡y hacer!– una cosa y la contraria innumerables veces… siempre que tengas el poder, sea el mando a distancia o el mando de los misiles. El máximo ejemplo en activo es Trump, y Pedro Sánchez sería un alumno aventajado si no fuera también su predecesor, antecedente o precursor. En realidad Sánchez podría competir con Trump, lo que pasa es que juega en otra dimensión.

Por eso el choque reciente con motivo del 5% de gasto en defensa ha sido tan vibrante: son fenómenos paralelos y se reconocen a mil kilómetros pero en distintos niveles. Para acotar o definir la triple moral habría que estudiar muy bien a estos personajes que encarnan el espíritu –o sea, la materia– de la época. Para ver el salto habría que recordar a Nelson Mandela o José Mújica, que son arqueología inverosímil.

La saga de dictadores y aspirantes a serlo engorda el excel cada semana. Una cosa está clara: para ejercer o practicar la triple moral a escala mundial hay que tener la bomba atómica. Por debajo de ese rasero la triple moral se utiliza a nivel amateur, y siempre de arriba a abajo.

La moral siempre se ha relacionado con el tipo de armamento y el poder en general. Al que no dispone de esos recursos le basta con la honradez básica o el crimen, no hay opciones intermedias. Si alguien sin misiles habla de moral es pretencioso, petulante. Pues lo mismo pasa con la triple moral, para poder gestionarla hay que tener la bomba atómica.

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