‘Movilidad eléctrica’ es la palabra de moda entre las empresas energéticas, los fabricantes de automóviles, las Administraciones y demás actores del sector del transporte. En los últimos años las partes involucradas han pontificado muchísimo sobre la necesidad de esta transición verde, pero cada vez hay más síntomas de que el ‘sorpaso’ al motor de combustión va a tener que esperar, si es que llega. Según datos de la Asociación de Fabricantes ACEA, en noviembre las matriculaciones de coches eléctricos en Europa cayeron un 9,5% con respecto al mismo mes de 2023 y las ventas se redujeron un 5,4%. Los datos no son especialmente buenos en ningún país, pero menos aún en España. Según datos publicados hoy por Grupo Moure, un holding del sector energético, en nuestro país los coches eléctricos representan el 5% de las ventas totales, lejos del 18% de la media europea. Esta penetración desigual, según explica el grupo Moure en su comunicado, es reflejo de políticas fragmentadas y una infraestructura insuficiente. En lo que refiere a infraestructura, cómo no, el principal talón de Aquiles sigue siendo la falta de puntos de recarga eléctrica. Como ya explicó ABC, en España se da la paradoja de que a pesar de tener nuestro país un gran potencial en generación de energías renovables, la extensión de los puntos de recarga aún deja mucho que desear. Según un estudio de Seopan, la patronal de las compañías de construcción de infraestructuras, España es el cuarto por la cola en Europa en distribución de puntos de recarga, superando solo a Italia, Hungría y la República Checa. Esto, lógicamente, limita la autonomía de los conductores, especialmente en trayectos largos, y los empuja hacia modelos híbridos que ofrecen mayor flexibilidad. «El consumidor busca movilidad sin restricciones. En este contexto, los híbridos se posicionan como una opción más viable al combinar lo mejor de ambos mundos: energía eléctrica y combustibles fósiles», explica Manel Montero, director general del grupo Moure. Otro de los grandes retos es la accesibilidad económica. Aunque el precio de los vehículos eléctricos ha disminuido en los últimos años , sigue estando fuera del alcance de muchos consumidores, especialmente en economías emergentes o zonas rurales. «No podemos pretender que todo el mundo adopte el coche eléctrico si no se asegura su accesibilidad. Esto requiere no solo incentivos económicos, sino también inversiones significativas en infraestructuras y tecnologías que abaraten los costes», explica Montero. Todo esto sucede, como ya se ha avanzado, a pesar del desembarco de iniciativas públicas y privadas. Hay que recordar que recientemente el Gobierno ha prorrogado la vigencia de las ayudas del Plan Moves III para la compra de vehículos eléctricos hasta el próximo 30 de junio de 2025. O ahí está la reciente reconversión de la energética Cepsa, que en octubre anunció un cambio de nombre ( Moeve ) que es reflejo de un renovado impulso por las energías verdes. Una de las puntas de lanza de esa transformación será la potenciación de los puntos de recarga en sus estaciones de servicio. Está por ver si estas iniciativas invierten la tendencia en España, porque lo cierto es que el contexto europeo no es alentador. Países clave como Alemania y Francia podrían reducir sus ayudas al coche eléctrico, mientras que las normativas más estrictas y los aranceles sobre vehículos importados de China encarecerán aún más esta tecnología. «Sin un enfoque común, existe un riesgo real de retroceso en el camino hacia una movilidad sostenible», advierte Montero.