Publicado: junio 26, 2025, 10:00 am
Cuando el ahorro mal entendido compromete la calidad.
El concepto de la tragedia de los comunes describe una situación en la que los individuos, al actuar en su propio beneficio o interés personal, sobreexplotan un recurso compartido, llevándolo al deterioro o a la extinción. El ejemplo clásico es el de un grupo de pastores que llevan demasiado ganado a un pastizal comunal. Cada pastor busca maximizar su ganancia, pero colectivamente destruyen el recurso del que todos dependen. Al final, todos pierden.
Este principio, empleado en ciencias económicas y surgido del manejo de recursos naturales, aplica a muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. Uno de ellos es el sistema de salud privado.
Se ha vuelto alarmantemente común la figura del intermediario en la medicina privada. Ya sean médicos, brókeres, agentes o gestores de salud, estos actores se presentan como “asesores” capaces de guiar al paciente gracias a un supuesto conocimiento del sistema. Pero sus decisiones suelen priorizar una agenda de corto plazo y, con ello, comprometen la sostenibilidad de la atención médica de calidad.
Bajo la bandera de la “eficiencia” o del “ahorro”, redirigen a las personas hacia hospitales de menor calidad, ignorando criterios esenciales como la experiencia del cuerpo médico, la seguridad del paciente y la capacidad de resolución clínica. El argumento más frecuente es el menor costo, para el paciente o para la aseguradora, aunque la realidad es que detrás suele haber un beneficio económico para el propio intermediario. El bienestar del paciente raramente ocupa el centro de sus recomendaciones.
La paradoja es evidente, pues cuando estos mismos “conocedores” necesitan atención, acuden sin titubear al hospital que sí invierte en tecnología, innovación, talento humano y protocolos de seguridad estrictos.
Esta incongruencia entre lo que recomiendan y lo que ellos mismos hacen no solo es hipócrita sino peor aún, profundamente dañina. El hospital que se esfuerza por ofrecer atención médica de primer nivel necesita un volumen mínimo de pacientes para sostener su modelo: médicos bien preparados, equipos de última generación, cumplimiento estricto de normas de seguridad y procesos centrados en el paciente. Cuando se castiga económicamente a estos centros al desviar a los pacientes, no solo se afecta su margen financiero, sino que también se compromete su viabilidad a largo plazo.
Como director de un hospital, sé que mantener un hospital funcionando de manera óptima es una tarea sumamente compleja. Requiere inversiones constantes de recursos económicos y tiempo, así como una vigilancia continua para asegurar la calidad. Un hospital constituye un sistema altamente complejo que, además de brindar atención médica especializada, también funciona como un hotel con servicios de hospedaje y alimentación. Contar con personal calificado disponible las 24 horas del día, los 365 días del año, implica un gran desafío operativo. Asimismo, mantener en funcionamiento continuo los sofisticados equipos y tecnologías médicas representa otro reto significativo. Finalmente, asegurar la disponibilidad y la trazabilidad de más de 3,000 medicamentos distintos y alrededor de 10,000 materiales no farmacéuticos, mínimos indispensables para poder atender a la mayoría de los pacientes, requiere una logística robusta y cuidadosamente coordinada.
He dedicado años a construir y fortalecer un hospital sin fines de lucro que permita a los pacientes de Veracruz, la ciudad donde vivo, y sus alrededores, recibir atención médica de alta calidad sin necesidad de viajar a la Ciudad de México o al extranjero. Junto a más de 500 colaboradores y a un Consejo Directivo, hemos trabajado por cerca de 15 años para demostrar que es posible tener un sistema médico privado digno, una organización eficiente, moderna y resolutiva. Sin embargo, cuando decisiones cortoplacistas, con sesgos importantes, que no ponen al paciente y su beneficio en el centro, erosionan estos esfuerzos, nos enfrentamos a una versión moderna de la tragedia de los comunes: si todos buscan su beneficio inmediato sin pensar en el sistema en su conjunto, este no mejora y al final todos perdemos.
Si se debilita la oferta de calidad en atención médica en provincia, podemos anticipar al menos dos escenarios posibles. En uno, los pacientes con menor poder adquisitivo tendrán que conformarse con servicios médicos deficientes. En otro, aquellos con mayores recursos económicos o con seguros médicos más costosos, volverán a verse obligados a trasladarse a otras ciudades para recibir atención adecuada.
Así, las decisiones de terceros, sin visión de largo plazo y, muchas veces, sin ningún conocimiento real del impacto clínico de sus sugerencias, pueden tener consecuencias deletéreas en la calidad de vida y de atención médica de muchas personas.
Estoy convencido y por lo tanto es importante resaltar que la gran mayoría de los médicos, brókeres y gestores, ejercen su labor con rigor profesional, integridad y un genuino compromiso con el bienestar del paciente. Muchos de ellos se guían por principios éticos sólidos, evitan conflictos de interés y trabajan de forma transparente para ofrecer las mejores alternativas posibles. Es cierto que la salud privada ha incrementado su costo en forma importante en años recientes. Tan solo durante este año, la inflación médica se estima superará el 14%, lo cual nos obliga a ser más eficientes para poder atender a nuestros pacientes sin incrementar los costos en forma proporcional. No debemos perder de vista que el gasto de bolsillo, el dinero que una persona paga directamente para cubrir servicios médicos, medicamentos, estudios, hospitalización y otros cuidados, sin intervención de un seguro o del sistema público, representa cerca del 50% del gasto total en salud en México. Las aseguradoras privadas son una vía efectiva para ampliar el acceso a servicios de salud de calidad. Existe una oportunidad para aumentar la cobertura en el país y, al mismo tiempo, fomentar una mayor competitividad en un mercado donde cuatro aseguradoras concentran el 75%. En este contexto, las alianzas entre hospitales y aseguradoras son clave para desarrollar centros de excelencia que ofrezcan atención eficiente, asequible, resolutiva y con altos estándares de calidad, beneficiando tanto a pacientes como al sistema en su conjunto.
Como sociedad, como médicos, como aseguradoras responsables, debemos exigir más. No basta con hablar de eficiencia; hay que hablar de valor y transparencia. El valor en salud es un tema difícil de evaluar, pero sin duda no se puede medir únicamente en pesos ahorrados, sino personas que recuperan su salud, en complicaciones evitadas y en vidas salvadas.
La próxima vez que alguien le recomiende un hospital para que usted acuda a ser atendido, hágale solo una pregunta: ¿Llevas ahí a tu familia?
*El autor es director general del Hospital Español de Veracruz, miembro de National Institute of Health Research Unit on Global Surgery México Hub.