Publicado: octubre 11, 2025, 10:30 am
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha ganado el Premio Nobel de la Paz 2025, pese a que él considera que sus esfuerzos por la paz, y no sólo para poner fin a la guerra en la Franja de Gaza, han sido muchos desde que ha vuelto a ser presidente de su país, casi 9 meses.
Le ha pasado lo que a Churchill. El británico, uno de los rostros de la historia de la primera mitad del siglo XX, obtuvo el Nobel de Literatura gracias a la guerra, la misma que le impidió ganar el de la Paz.
Winston Leonard Spencer-Churchill fue un hombre de Estado con una larga carrera política. Tras la Primera Guerra Mundial le tocó asumir un papel secundario. En 1924 volvió con los conservadores y en 1925 fue nombrado ministro de Hacienda. Cayó su popularidad y terminó por apartarse de la política. Entre 1929 y 1939 siguió perteneciendo al Parlamento, pero se dedicó básicamente a pintar y escribir.
El 3 de septiembre de 1939, Reino Unido declaró la guerra a Alemania. Ese día, Chamberlain volvió a nombrar a Churchill como primer lord del Almirantazgo. Así se unió al gabinete de guerra. Churchill dijo más tarde que la junta del Almirantazgo envió una señal a la Flota: «Winston ha vuelto».
«Sangre, sudor y lágrimas»
Estalló la II Guerra mundial y con ella, y sus penurias, el avance nazi, que en un momento hizo creer que caería Londres. Llegó entonces su famoso «sangre, sudor y lágrimas». En realidad, fue: I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat» («nada puedo ofrecer aparte de sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor»).
La frase no era suya. Churchill copió al norteamericano Theodore Roosevelt, que la pronunció en 1897, aunque parece que éste tampoco fue el primero. Cuentan que lo de «sangre, sudor y lágrimas» ya lo dijo Giuseppe Garibaldi en 1849.
Los aliados derrotaron a Alemania y ganaron la guerra. Churchill se sentía uno de los importantes protagonistas de aquella gesta (aunque si Europa ganó a los nazis fue por la ayuda venida de fuera, EEUU desde occidente y la URSS desde el oriente). Al parecer, el eterno inquilino del 10 de Downing Street consideraba que merecía el premio Nobel de la Paz.
Pero la Academia tenía otros planes. Sus miembros pensaban que no podían conceder ese galardón a quien había dirigido una guerra. Lo sorprendente es que ese mismo argumento no invalidó a George Marshall. Después de haber sido el «organizador de la victoria» (en palabras de Churchill), este general estadounidense ganó el Nobel de la Paz en 1953 por dirigir el comité para la recuperación de la economía y la política de Europa.
Para aplacar el enfado de Churchill, la Academia le otorgó el Nobel de Literatura. Fue una salida, pero también una manera de reconocer al británico de una manera mucho más amplia y no sólo al estadista. De nada sirvió. Aquello no rebajó el enfado del estadista, que no fue a recoger su premio y mandó a su esposa.
La Academia Sueca reconoció como escritor al líder británico «por su maestría en la descripción histórica y biográfica, así como por sus brillantes discursos en defensa de los valores humanos exaltados». Su obra literaria fue un puente entre su faceta de político y su dimensión como pensador.
Su serie de seis volúmenes titulada La Segunda Guerra Mundial es quizás su obra más conocida, y fue clave para que obtuviera el galardón. Allí sólo habla de sus méritos y virtudes, y olvida… olvida muchas cosas, como la hambruna de Bengala en 1943, en la que murieron 3,5 millones de personas, en gran medida por las decisiones que tomó desde Londres.