Publicado: agosto 12, 2025, 3:00 pm
Probablemente te haya pasado que, al mantener cualquier tipo de relación, social, familiar, de pareja, hayas dado con una persona que, sin un motivo aparente ni una gran discusión, te hace sentir mal. Semejantes que nos caen mal sin conocer la razón, pero que seguimos manteniendo en el tiempo por miedo a la soledad, al rechazo o a no saber dar una explicación de los motivos.
Lo cierto es que este tipo de relaciones van creando en nosotros un estrés emocional que se va acumulando y que termina por agotarnos física y emocionalmente. En estas situaciones, se produce lo que la psicología denomina estrés relacional antagónico, un problema al que hay que saber cortarle el paso.
Cuando alguien de tu entorno te genera más estrés del debido
Las relaciones sociales son absolutamente necesarias para mantener la salud mental en forma, puesto que somos seres sociales que necesitamos comunicarnos con los demás, empatizar, ayudarnos… El problema surge muchas veces cuando detectamos a una persona cuya mera presencia nos genera ansiedad sin que le encontremos una razón concreta.
Lo más habitual en estos casos es que, cuando nos sucede, intentemos quitarle importancia, algo que no soluciona el problema y que, al contrario, va a ir acumulando estrés en nuestro día a día. Y es que no estamos hablando de un hecho aislado, de una discusión concreta, sino de algo llamado estrés relacional antagónico que nos va a provocar un malestar real con el paso del tiempo.
La prueba fehaciente de que nos encontramos frente a una persona así es que sólo tenerla delante nos provoca irritabilidad y ansiedad, cambios de humor, enfado, sentimiento de culpa … y así cada vez que la vemos o tenemos que hablar con ella.
Qué pasa si no ‘cortamos’ una relación de este tipo
Puesto que la tendencia natural es no darle importancia a estos episodios, lo más normal es que sigamos acumulando malestar hasta llegar al límite. Para evitarlo, deberíamos empezar a poner límites y ser asertivos.
Y es que, además de estrés crónico y agotamiento físico, el estrés relacional antagónico podría derivar en problemas graves de sueño, entrando en un bucle del que resulta difícil salir. Conversaciones que nos agotan mentalmente, sentir la necesidad de que constantemente tenemos que estar justificándonos ante el otro, situaciones que nos bloquean y nos impiden comportarnos como realmente somos…
¿Un conflicto ‘normal’ o estrés relacional antagónico?
Cuando tiene lugar un conflicto concreto derivado de una conversación con distintos puntos de vista, por ejemplo, es normal que en nuestro organismo se genere cierto estrés. Pero debería ser algo puntual, y no una situación desagradable crónica.
En las relaciones interpersonales es natural (y sano) que exista el conflicto, que se discuta, que se manifiesten perspectivas antagónicas… pero siempre debe darse la posibilidad de diálogo y una puerta abierta a la reparación del daño.
El problema del que hoy nos ocupamos marca la diferencia en cuanto a la frecuencia de los conflictos, al duración de los mismos, y esa capacidad de solucionarlo de forma satisfactoria. En la mayoría de los casos, los expertos consideran que esta situación estresante puede partir de patrones aprendidos en familia, cuando se han presenciado relaciones desequilibradas en las que el miedo a la soledad y la baja autoestima impedían ‘cortar por lo sano’ y abandonar esa relación problemática.