Publicado: noviembre 19, 2025, 5:00 pm
Desde que fuese descubierto en julio de este año, la polémica en torno 3I/Atlas no ha cesado. Este objeto interestelar, el tercero venido de más allá del Sistema Solar que la tecnología humana ha sido capaz de ‘cazar’, ha sido fruto de todo tipo de especulaciones, incluida la de que se trata de una nave espacial extraterrestre. No obstante, y a pesar de las afirmaciones que se han difundido sobre todo en internet, la mayoría de la comunidad científica lo tiene claro: es un cometa. Uno con propiedades extrañas, sí; pero un cometa. Así lo han afirmado con rotundidad y desde la primera frase los representantes de la NASA presentes en la rueda de prensa para hacer públicas nuevas imágenes de 3I/ATLAS. «Quiero dejarlo claro porque ha sido fuente de elucubración en los últimos meses y, aunque está bien dejar abierto el debate y que muchas hipótesis sean discutidas, por los datos que tenemos podemos decir que se parece y se comporta como un cometa; solo que uno de fuera de nuestro Sistema Solar», ha señalado nada más empezar Amit Kshatriya, administrador asociado de la NASA. «En las imágenes se pueden observar características de los cometas como la cola y la coma, y el polvo que lo rodea. Además, los diferentes instrumentos que lo han analizado concuerdan en que su composición coincide con esta teoría». Las imágenes más cercanas del cometa fueron tomadas por naves espaciales de la NASA en Marte. El 3 de octubre, 3I/ATLAS pasó por el Planeta Rojo a una distancia de 30,6 millones de kilómetros, y desde allí fue observado por tres naves espaciales de la NASA. El Orbitador de Reconocimiento de Marte (MRO, por sus siglas en inglés) capturó una de las imágenes más cercanas del cometa, mientras que el orbitador Atmósfera y Evolución de Materiales Volátiles de Marte (MAVEN, por su acrónimo en inglés) obtuvo imágenes ultravioletas que ayudarán a los científicos a comprender la composición del cometa. Por su parte, el rover Perseverance alcanzó a echar un pequeño vistazo desde la superficie marciana. «La trayectoria del cometa en su paso más cercano por el Sol estaba justo en el punto contrario al de la Tierra, por lo que nuestra estrella bloqueaba la visión de nuestros instrumentos desde nuestro planeta», ha explicado Thomas Statler, científico principal de Cuerpos Menores del Sistema Solar en la División de Ciencias Planetarias de la sede de la NASA. «Pero nuestras sondas en Marte tenían una vista privilegiada del momento. Gracias a la colaboración de más de los equipos de más de 20 misiones diferentes ha sido posible tomar imágenes de múltiples espectros y ángulos de 3I/ATLAS». Pero las naves en el Planeta Rojo no fueron las únicas que pudieron ser testigos del momento. Algunas de las misiones heliofísicas de la NASA, como el Observatorio de Relaciones Solares y Terrestres (STEREO, por sus siglas en inglés) de la NASA captó imágenes desde el 11 de septiembre hasta el 2 de octubre; y el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO, por su acrónimo en inglés) -una misión conjunta de la ESA (Agencia Espacial Europea) y la NASA- observó el cometa los días 15 y 26 de octubre. Las imágenes de la misión Polarímetro para Unificar la Corona y la Heliosfera (PUNCH, por sus siglas en inglés) de la NASA, que fuera lanzada a principios de este año, muestran la cola del cometa durante sus observaciones efectuadas entre el 20 de septiembre y el 3 de octubre. También las naves espaciales Psyche y Lucy, actualmente viajando al espacio exterior para estudiar diversos asteroides, pudieron observar a 3I/ATLAS en su camino. El 8 y 9 de septiembre, Psyche adquirió cuatro observaciones del cometa en ocho horas, desde una distancia de 53 millones de kilómetros (33 millones de millas). «En muchas de ellas se puede apreciar la cola del cometa en dirección contraria al Sol y el polvo lo rodea», ha explicado Statler. «Otros instrumentos, como el instrumento a bordo de la sonda MAVEN ha podido tomar imágenes en ultravioleta, hallando hidrógeno emitido por el núcleo sólido del objeto». En los próximos días, según ha aclarado Nicola Fox, administradora asociada de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA, «se publicarán diferentes estudios que nos contarán más detalles sobre 3I/ATLAS a partir de estas imágenes que pondremos a disposición de toda la comunidad científica». El telescopio Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (ATLAS, por su acrónimo en inglés) situado en Chile, el cual es financiado por la NASA, descubrió a 3I/ATLAS el 1 de julio. Más tarde ese mismo mes, el cometa fue observado por el telescopio espacial Hubble de la NASA. En agosto, el telescopio espacial James Webb de la NASA y el Espectrofotómetro para la Historia del Universo en la Época de la Reionización y Explorador de Hielos (SPHEREx, por sus siglas en inglés) también captaron imágenes. El cometa 3I/ATLAS hará su tránsito más cercano de la Tierra alrededor del viernes 19 de diciembre a 274 millones de kilómetros, lo cual es casi el doble de la distancia entre la Tierra y el Sol. Las naves espaciales de la NASA seguirán observando al cometa mientras este viaja por el sistema solar, lo cual lo llevará a pasar por la órbita de Júpiter en la primavera boreal de 2026. Los primeros análisis de 3I/ATLAS revelaron que este objeto viaja a una velocidad de vértigo: más de 210.000 kilómetros por hora (58 km/s). También es el más grande de todos los cuerpos interestelares captados: su masa puede superar las 33.000 millones de toneladas y su núcleo (la parte sólida) mide unos 5,6 kilómetros de ancho. Desde casi el comienzo, los científicos lo catalogaron como un cometa, un cuerpo sólido formado por hielo (agua, metano, amoníaco), polvo, rocas y materiales orgánicos. Una especie de ‘bola de nieve sucia’ cuyo material, con el calor de las estrellas cuando se aproxima a ellas, se sublima (pase directamente de sólido a gas), generando una nube que forma una cola apuntando en dirección contraria a la fuente de calor. No obstante, aquí entró en juego Avi Loeb, el que fue durante muchos años director del departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard y consultor del Gobierno de EE.UU. Loeb se hizo famoso en 2017 porque afirmó que el enigmático Oumuamua, el primer objeto interestelar captado por la tecnología humana, en realidad se trataba de una nave espacial varada perteneciente a una civilización extraterrestre. Para lanzar esta hipótesis se apoyó en el comportamiento y estructura inusual de este objeto. No mostraba la cola típica de los cometas, tenía una forma alargada y delgada (fue comparado con un cigarro puro) de 400 metros de largo y lo más inquietante: experimentó una aceleración inexplicable mientras se alejaba del Sol, lo que alimentó teorías como las de Loeb. No obstante, la mayoría de los expertos siguen sosteniendo que se trataba de un cometa o un asteroide inusual, quizás compuesto por hidrógeno helado. El segundo visitante interestelar, 2I/Borisov, fue interceptado por los telescopios terrestres en 2019, pero a su alrededor no se creó tanta polémica. En este caso sí que se trataba claramente de un cometa, con su inmensa estela de gas y polvo, demostrando que estos visitantes son fragmentos naturales expulsados de otros sistemas solares. Ahora, 3I/ATLAS llega para sumar más información sobre estos objetos que llegan desde fuera de nuestro vecindario cósmico. A principios de octubre, un equipo de la Universidad de Auburn utilizando el Observatorio Swift Neil Gehrels de la NASA, reveló que 3I/ATLAS contiene gas hidroxilo (OH), la huella química del agua (H2O), un material que se forma como producto de la sublimación, tal y como escribieron en un artículo publicado en ‘ The Astrophysical Journal Letters ‘. Por otro lado, un equipo español liderado por Xabier Pérez Couto del CITIC (Centro de Investigación en Tecnologías de la Información y la Comunicación) de la Universidad de A Coruña, intentó trazar el origen de 3I/ATLAS usando datos de la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA), que ha creado todo un mapa en 3D de nuestros alrededores en la galaxia. Gracias a esos datos pudieron rastrear su trayectoria hasta el ‘disco grueso’ de la Vía Láctea, donde están las estrellas más antiguas, las primeras que se formaron y que tienen una edad estimada de unos 10.000 millones de años. Teniendo en cuenta que el Sistema Solar y nuestro Sol se formaron hace unos 4.600 millones de años, y de ser correctas las estimaciones, 3I/ATLAS sería más antiguo que nosotros mismos, lo que lo convierte en una auténtica reliquia de nuestra galaxia. No obstante, y pese a los datos, Loeb sostiene que, por su trayectoria, su brillo y la falta de cola del cometa, no es un objeto natural, sino vestigios de tecnología alienígena. El astrónomo ha ido más allá afirmando que podría ser un « artefacto hostil «, y un riesgo que no debería ser ignorado. No obstante, tanto la NASA como el SETI (un proyecto internacional para encontrar vida inteligente más allá de la Tierra) han negado sus hipótesis. Además, de todos los estudios y análisis, las observaciones del James Webb, el observatorio espacial más adelantado del mundo, sugieren que 3I/ATLAS tiene una alta proporción de dióxido de carbono (CO2 ) en relación con el agua. Esto señala que su composición es diferente a Oumuamua, que era ‘seco’; y a la de Borisov, rico en monóxido de carbono. No obstante, para los científicos, esto no supone la constatación de un enigma, sino de que existe una gran variedad de ambientes de formación planetaria en la galaxia.
