Publicado: julio 13, 2025, 2:00 pm
En días, este mismo mes de julio, José Guillermo será llamado por sus autoridades escolares para recibir el título que lo acredita como bachiller de la República. Pero en la primera fila, entre los padres que aplauden entre sollozos de orgullo, no estará su papá.
Por Sntp Venezuela
José Gregorio Camero tiene 63 años, es periodista, y está preso desde el 3 de agosto de 2024. Como otros 19 periodistas y trabajadores de la prensa, está preso por ejercer sus derechos, por informar, por opinar, como lo hacía a diario desde un modesto programa radial llamado “Sobre la noticia”, que transmitía en Valle de la Pascua, en el estado Guárico, de 12 a 2 de la tarde, en Radio Talento 102 FM.
Ese 3 de agosto asistió a una manifestación en la avenida Rómulo Gallegos de Valle de la Pascua. Una de tantas que se organizaron tras las elecciones presidenciales del 28 de julio en todo el país.
José Gregorio fue, observó, hizo algunas fotografías y se retiró. Cuando se alejaba de la concentración, a plena luz del día, una camioneta sin placas lo interceptó. De ella bajaron hombres armados y con los rostros cubiertos. Lo encapucharon también a él. Estuvo así desde el mediodía hasta las nueve de la noche cuando llegó a San Juan de los Morros, a 210 km del lugar en el que le habían quitado la libertad. Durante todas esas horas solo escuchó voces amenazantes.
En la radio informaba con rigor. No hacía concesiones. Su esposa Egda recuerda que siempre decía: “La ética no se negocia”. No importaba la presión, ni la falta de recursos, ni las amenazas cada vez más frecuentes, especialmente después del 28 de julio.
También escribía. Lo hizo para varios diarios regionales y alguna vez para medios digitales. Escribe aún, ahora desde la cárcel, un lápiz le dura dos días. Escribir le da paz, le cuenta a su esposa en la visita semanal. Aunque no revela del todo qué escribe, ella sospecha que son relatos, recuerdos, reflexiones. Tal vez cartas para su hijo.
Desde pequeño José Guillermo jugaba a aprenderse las banderas del mundo. Hoy, con 16 años y casi bachiller, quiere estudiar Relaciones Internacionales. Le apasiona la historia, la política, los países. Su papá lo escucha cada sábado.
Camero fue imputado el 5 de agosto por terrorismo, incitación al odio y asociación para delinquir. Cargos que se repiten una y otra vez contra quienes están tras las rejas por razones políticas, cargos que no se sostienen. No ha tenido acceso a un abogado privado y contra su voluntad, le fue impuesto un defensor público. El expediente sigue siendo un misterio para su familia. No han podido leerlo.
El 23 de octubre fue la audiencia preliminar. Allí se ratificaron los cargos. Desde entonces, silencio, no hay señal de justicia ni de clemencia, solo la espera. En este tiempo lo regresaron de San Juan de los Morros a Valle de la Pascua, ahí está preso.
El flaco, como cariñosamente lo llaman sus amigos, tiene problemas cardíacos, hipertensión y otras afecciones. Se toma 12 medicamentos diarios. En febrero, debió ser trasladado al hospital. Pero no se queja de eso. Lo que más le pesa es la incertidumbre, la lentitud del proceso. Su mayor preocupación no es él mismo. Es su hijo.
A José Gregorio lo sostiene la fe. El servicio lo vivió como periodista y como creyente. Iba todos los domingos a misa y participaba activamente en labores sociales en su comunidad. Desde la cárcel lo sigue haciendo y, aún en la escasez, comparte lo poco con quienes tienen menos suerte que él. En la injusticia, sirve. “Dios es un juez justo”, dice Egda, un mantra que es al mismo tiempo la esperanza de que un día la verdad saldrá a la luz.
También lo sostienen los recuerdos; las tareas que ayudaba a hacer con José Guillermo, las veces que lo acompañó al pediatra, las sobremesas en casa de sus hermanas, las tardes en la mercería familiar. Ahora, en el silencio de su celda, los trazos con el lápiz que son un acto de resistencia.
Este julio, José Guillermo se graduará. Su mamá estará allí. Tal vez otros familiares. Pero faltará alguien.
“Pienso todos los días en que no voy a estar en ese acto”, comparte José Gregorio con su esposa. Estará su ejemplo, su voz, sus palabras escritas. Su vida misma que ha sido llevada con decencia, con coraje y con un compromiso inquebrantable con la verdad.